4 obstáculos que te impiden conocer en verdad a tus hijos

Los hijos son de una manera definida, pero aprenden a ocultar o resaltar su forma de ser basados en la forma como los padres los tratamos y vemos. ¿Conocemos juntas algunos obstáculos que nos impiden verlos de verdad?

Marilú Ochoa Méndez

Y tú, ¿Conoces de verdad a tu hijo? No hablo del hijo adolescente que defiende su intimidad a toda costa, sino del pequeño de dos, cinco, o nueve añitos que te observa todo el día y que recibe de ti su autodefinición. ¿Eres un cristal libre de obstáculos para que puedan mirarse tal cual son? Es bueno saber que hay marcas o tallones en el lente y trato de los padres, que impiden que ellos se aprecien y valoren como son.

Hace días, una buena amiga me compartía su reflexión sobre la forma como a veces llamamos a nuestros hijos con etiquetas: “el bueno”, “el desobediente”, “el inteligente”, “el serio” y me dejó pensando profundamente. La frase que usó fue: “las etiquetas hay que evitarlas, tanto las buenas como las malas, porque nos impiden ver el contenido”. El concepto me dejó reflexionando en cuál es ese contenido que podemos estar pasando de largo y que nuestros hijos merecen que veamos y los hagamos ver. Te comparto cinco de los obstáculos que pueden distraerte de esta importante labor que es amar a nuestros hijos tal cual son.

1. El estrés

Vivir la vida tan rápidamente nos deja poco tiempo para disfrutar y ver de verdad a nuestros hijos: Temprano son carreras para enviarlos a la escuela y, cuando regresan, de nuevo son prisas: darles de comer, recoger para hacer los deberes cuanto antes, y más tarde hay que jugar un rato para que estén bañados temprano y listos para descansar. Comúnmente pensamos que “cuando esta temporada pase”, les daremos más atención, o disfrutaremos las tardes sin correr todo el día. Con esta presión, puede suceder que nos importe más el cumplimiento de las tareas que les asignaron a nuestros hijos que convivir. Una madre rara vez se sienta sin hacer nada, a mirar a sus pequeños. Entonces ellos perciben a su madre como una persona enfocada en resultados que da indicaciones mientras hace y hace. Es el camino directo hacia una vida de resultados y poca consciencia.

2. Barullo exterior

Aquí me refiero a lo que nos dicen los demás. Obsérvate tratar a tus pequeños. Mucho de lo que haces con ellos fue sembrado hace más de veinte años en las exigencias que se te hicieron cuando eras niña. Por ejemplo: cuando elevas la voz y regañas, ¿qué te mueve? ¿Un deseo de “controlar” al niño haciendo que guarde silencio, o que por fin “te haga caso”? Hay voces externas a tu familia que uno va recogiendo a lo largo de la vida, y que maquillan u ocultan tu visión para acercarte de verdad a tu hijo o hija.

3. Quedar bien con los demás

La presión social es fuerte. ¿A quién no le ha pasado el típico berrinche en el centro comercial? Nos molesta un poco más cuando somos observadas. Y es fácil a veces ceder a la tentación de actuar (literalmente, representar un papel) para los demás, en vez de resolver la situación con nuestros hijos. Creemos que el tiempo con ellos es eterno, y que tal vez cuando no andemos apresuradas por las compras podamos hacerlos entender que el paquete de dulces no entra en nuestro presupuesto. No es así Lo que no enseñes hoy, lo que no veas hoy en ellos, el amor que no les des en el momento presente se te volverá costumbre y será difícil recomponer recuerdos en ellos, no olvides que los niños aprenden lo que viven.

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4. Redes sociales

Cada vez es más frecuente que las personas interactúan más con su smartphone que con quien tienen enfrente. Y nos pasa también con las redes sociales y nuestra dependencia tecnológica. No dudo que nuestros pequeñitos a veces querrían ser teléfono celular, si les dedicáramos al menos la mitad del tiempo que estamos frente a la computadora o el teléfono, veríamos —además de un cambio de actitud de ellos— mucho de lo que a diario nos perdemos.

Seamos sinceros: un teléfono inteligente no te hace más inteligente

Hay madres que a veces tienen actitudes de superioridad y falta de respeto por sus hijos. Piensan que porque son pequeños éstos deben obedecer y ajustarse a sus estándares y exigencias. No olvides que nuestro papel como madre es guiarlos para ser libres, no controlarlos: compartirles nuestras motivaciones y hacerlos parte de su educación. Es muy distinto verlos como personitas pequeñas que muchas veces están más conscientes de los efectos de las órdenes que les damos, a querer que se conviertan en pequeños robots obedientes.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.