El nefasto efecto de darle tu celular a tus hijos menores de 5 años. Le llaman el chupete moderno

No es sonaja, no es chupete, no está diseñado para bebés, es caro, frágil y está lleno de bacterias; entonces ¿por qué le damos los teléfonos celulares a los niños?

Emma E. Sánchez

Lo confieso: cada vez que veo a una mamá formada en una fila, esperando en algún lugar o peor, hablando con sus amigas y le da el celular a sus pequeños para que se entretengan y dejen de “molestarla”, ¡siento que los cabellos se me ponen de punta!

Ilustro lo anterior con una anécdota: cierta vez, en un restaurante, me encontraba con un grupo de amigas, la mayoría docentes, pedagogas y una psicóloga, todas relacionadas con el ámbito de la educación. De pronto, la bebé de una de las presentes comenzó a inquietarse, y para evitar su llanto, nuestra amiga, de modo automático, le prestó su teléfono celular para que jugara. La pequeña, de apenas unos meses, lo llevó instintivamente a su boca y luego lo arrojó contra el piso: la pantalla del aparato se hizo trizas. Nuestra amiga, como reacción, comenzó a regañar a la bebé, pero todas evitamos que lo siguiera haciendo, porque regañarla no era la solución.

La tecnología no es mala

El internet y los teléfonos celulares no son malos, eso debe de quedar claro. Hoy nuestra vida se mueve en torno a la tecnología y las nuevas formas de comunicación, inclusive de nuevas formas de aprendizaje; pero esto no quiere decir que debamos alterar los procesos y las etapas naturales del desarrollo infantil.

Las aplicaciones, programas, juegos y todas esos aditamentos llamados “educativos” pueden ser una verdadera trampa para los padres de familia, quienes en su loable afán de educar a su hijo, ponen en sus manos dispositivos electrónicos para los cuales no están preparados, pero que sí pueden entorpecer las funciones y desarrollo naturales.

Nosotros somos los adultos, nosotros somos los responsables

Para animar el desarrollo integral del niño menor de 5 años, debemos estar favoreciendo lo siguiente:

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  • Hablar mucho con él. Sostener largas pláticas y conversaciones en las que el niño hable y hable, en tanto que el adulto se limite a escuchar y responder con más preguntas. Así sea un pequeño que apenas balbucea o un niño que ya cursa el kínder (educación preescolar), debe de escuchar para poder aprender muchas, muchas palabras.

  • Se le deben leer cuentos y llevarlo a dormir y arroparlo, platicar de la familia y de las cosas mágicas de este mundo, pero no por medio de la televisión ni a través de audio cuentos en el teléfono. El niño debe escuchar y sentir a sus padres.

  • El niño debe de jugar, andar descalzo, tener mucho movimiento y tiempo para descubrir e interactuar con su mundo, debe inventar y crear con cajas de cartón y ollas. Los teléfonos celulares limitan su movimiento, su creatividad y lo incitan al sedentarismo.

  • Los niños necesitan cantar, pero ¡repito!, con sus padres. No permitas que una tableta ocupe tu lugar.

Tú eres la madre, así que tu tacto, tu presencia y tus palabras no pueden reproducirlos un aparato. Tu hijo necesita de ti, de tu corrección y de ver constantemente tu cara para aprender a leer emociones. Te necesita a ti y no a un aparato.

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Pero, ¿por qué no debo darle el celular a mi bebé?

Te lo voy a decir muy fácil, no debes darle el celular al niño para que se entretenga por tres razones simples:

  • Está sucio. Los celulares están llenos de bacterias, inclusive de materia fecal. Piénsalo, muchas veces lees tus mensajes mientras estás en el baño…

  • Son aparatos costosos y delicados. Si lo tira, lo daña o lo rompe, bajo ninguna circunstancia podrás regañarlo, fue tu decisión dárselo y tú aceptas las consecuencias que esto implica.

  • Los celulares emiten cierto nivel de radiación, aún no sabemos a ciencia cierta el daño a futuro que tendremos por estar constantemente expuestos a ellos.

No es sonaja, no es chupete, no está diseñado para bebés, es caro, frágil y está lleno de bacterias; entonces, continúa preguntándote, ¿por qué le damos los teléfonos celulares a los niños?

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Entonces, ¿qué debo hacer?

5 acciones para comenzar

1. Sé creativa

2. Toma tiempo para el niño

3. Piensa que el niño siempre está aprendiendo

4. Sé paciente con él, pero más contigo

5. Pide ayuda

Créeme, todos tus esfuerzos valen la pena y los verás recompensados al formar a un ser humano integral y con posibilidades de desarrollo y triunfo.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.