Enseñar a los hijos a servir, es enseñarles a amar

No es fácil enseñar a los hijos a ser serviciales, pero esto puede ser la panacea para ablandar los corazones duros, fortalecer los lazos familiares y solucionar los problemas en el hogar.

Oscar Pech

Déjame te cuento un pedacito de mi infancia, y estoy seguro que algo así pasó contigo. Todos los días en la tarde mi mamá me mandaba a comprar el pan para la cena, y justo cuando regresaba, ella me decía: “Se me olvidó encargarte [aquí pones lo más raro y lo más obvio que se te ocurra]. ¿Puedes volver a la tienda y traerlo?” Y lo otro: al anochecer llegaba mi papá del trabajo y lo primero que decía era: “Josesito (así le llamaba a mi hermano). Ve a mi cuarto y tráeme las pantuflas”. ¿Verdad que te pasó eso? Uno sentía que uno como niño era un poco el más humilde esclavo de los adultos.

Enseñar a los hijos a dar servicio

Y entonces, cuando ya me tocó ser padre, decidí que eso no iba a pasar conmigo. Y cada vez que se necesitaba algo, ya fuera de mi ex esposa o de mi bebé, yo corría y lo traía. Cuando mi hijo mayor tenía cinco años de edad, me di cuenta de que había cometido un error y había creado un monstruo: ahora él creía que una de las funciones de su papá era el de ser un fiel sirviente. Entonces, lo que yo hacía era que cada vez que yo realizaba un acto de servicio, le decía: “Esto lo hago no porque quiera, sino porque quiero servir. Somos felices sirviendo, y yo quiero que también tú sirvas en la familia”.

Yo, inocente como todos los buenos padres, que queremos ser buenos —pero quienes nunca sabemos hasta qué grado estamos cometiendo errores— pensé que con eso bastaba. Mis dos hijos crecieron siendo niños serviciales y de hecho en la casa todos nos dábamos servicio unos a otros y crecieron además leyendo mucho, porque yo estaba y estoy convencido de que la lectura es un cimiento firme en la vida de una persona. Pero un día, cuando mis hijos andaban por los once años, en una plática surgió una palabra: “sacrificio”. Y me di cuenta de que mis hijos no comprendían el concepto. Intenté con “abnegación”. Tampoco. Intenté con “altruismo” y ellos, pese a todo lo que habían leído, hasta se rieron: pensaron que yo estaba inventando palabras. Y en medio de las carcajadas de ellos, yo pensé que ahora tenía un desafío mayor: cómo enseñar a mis hijos a no solo ser serviciales en la casa, sino a prestar servicio en la comunidad.

Jóvenes que sienten ser el centro del universo

No hace mucho leí un artículo con un vídeo en su interior que me impresionó muchísimo: “La sonrisa de tu bebé y su desarrollo”. En él se nos platica de cómo los bebés europeos sonríen mucho antes que los bebés africanos. Esto no se debe a que sean intrínsecamente diferentes sino, en buena medida, a la manera en que son cargados por sus madres. Lo cual también tiene que ver con una cuestión cultural: el niño africano es cargado para que vea a los demás. El niño occidental es cargado para que vea a la mamá. El niño africano aprende a ver a la comunidad, a velar por quienes le rodean. El niño de nuestra cultura occidental aprende a ser el centro de la atención, a pensar que es “especial”, y que en buena medida, es el centro del mundo.

Esto es un malentendido, porque en realidad no son el centro del mundo, sino el centro de SU mundo: el que componen sus padres, tíos y abuelos. El problema es que hemos llevado esto a puntos enfermizos, donde los jóvenes hoy día sienten que el mundo está en deuda con ellos, por el simple hecho de que ellos existen.

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Aprendemos a amar a quienes servimos

Por naturaleza, tendemos a servir a quienes amamos, pero la vida nos enseña que, de la misma manera, siempre terminamos por desarrollar amor hacia quienes servimos. Si deseas que tus hijos amen algo o a alguien, enséñales a servirle. En la familia, el servicio debe ser indispensable; y aunque parezca contradictorio, es indispensable sobre todo cuando tenemos algunos problemas: cuando hay problemas en la pareja, éstos muchas veces se solucionan cuando damos todavía un poquito más de servicio a nuestro cónyuge.

El Doctor Richard G. Scott dijo: “Pero lo más importante es que prestes servicio a los miembros de tu familia. Haz que el desarrollo espiritual de tu esposa e hijos sea de alta prioridad para ti. Mantente alerta para saber cómo puedes ayudarlos y bríndales liberalmente tu tiempo y atención”.

Creo que el servicio y el sacrificio están muy ligados, es obvio que cuando hacemos algo por alguien damos de nuestro tiempo (tiempo que a nadie sobra), nuestras energías, y dejamos de lado cosas que podemos hacer por nosotros para hacer algo por otra persona. Yo me imagino que lo has notado: cuando todos en el hogar nos preocupamos por el bienestar de los demás, la atmósfera queda invadida por sentimientos de paz. El servir a los demás nos ennoblece, ablanda nuestro corazón y nos ayuda a amar más; mientras el vivir solo para nosotros mismos, nos hace egoístas y solitarios.

Sí, si quieres que haya más amor en tu hogar, enseña a tus hijos a servir. No a sentirse esclavos, como en la infancia nos hacían sentir a nosotros, sino a dar servicio generosamente, por amor, y porque eso hace que haya más amor en el hogar. ¿Verdad que eso solo se logra cuando lo enseñas por precepto y por ejemplo?

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Oscar Pech

Oscar Pech ha dedicado su vida a la enseñanza, la lectura, la escritura y la capacitación en diferentes partes de la República mexicana. Es una persona profundamente comprometida con la familia y los valores morales.