Esta niñita siguió las vías del tren. No sabía que con ello nos daba su sentido de la vida

¿Cuáles son las cosas que los niños atesoran en su corazón el plasma, el iphone, la tablet? Mira la vida que nos dan esas cosas simples de la vida.

Marta Martínez Aguirre

Me aferré a mi oso azul de peluche, junté un pañal de tela, una taza para la leche y todas mis ganas de volver. Como pude armé con el pañal un amasijo de mis pertenencias y me lo colgué al hombro. Apenas llegaba a los tres y medio años, y los días se habían vestido de meses. Ya era suficiente. El silencio era un gesto de la tarde. Argentina es generosa, pintoresca y fraterna, pero yo quería otra cosa.

Una muchacha transparente, sin color en la piel, con el pelo pintado de un descolorido negro pasó a mi lado. Me hubiera gustado conversar con ella, pues tenía la tristeza marcada en el rostro. Una piedad infinita y lejana me invadió por dentro, quise decirle algo, mostrarle mi oso azul, pero solo le sonreí apresurando más mis pasos.

La gran aventura: las cosas simples de la vida

El olor a campo llenaba mis pulmones y un cielo azul me rodeaban, mientras la brisa húmeda se posaba en mi pelo. Y allí iba decidida a alcanzar el tren. No tenía ni idea de la hora. Pero conocía el paso del tiempo por los olores, los sonidos y las rutinas de la casa: si mi madre iba y venía secando sus manos en el delantal y revolvía la olla con insistencia, mirando de reojo la llama del fuego en la hornalla, era clavado que fueran las doce; si mi padre abría el diario Clarín y acariciaba las hojas lentamente con sus ojos, seguro era la hora de irse a dormir.

Ese día la prisa y la ansiedad me hicieron olvidar los detalles de las cosas, estaba segura que era una hora que yo ignoraba o no había registrado en mi memoria. Ahora sí, faltaba poco, podía sentir a lo lejos ese ruido sordo a hierro y hollín: como un gaucho aferrado a las crines del caballo corcoveaba por las vías relucientes tras su paso. Apreté a Piringo contra mí y me puse a correr, no fuera que lo perdiera.

Había visto la escena en la televisión blanca y negra, me agaché un tímido instante y apreté mi oreja contra la vía, esperanzada de que todavía pudiera llegar a tiempo. La máquina diesel resopló en la estación y yo estaba fatigada de tanto correr, la ingrata me miró pasar sin siquiera decirme “Lo siento”. Seguramente en la casa ya se habría armado un alboroto.

Advertisement

La angustia de mi madre

“Falta el osito Piringo, se llevó la taza, su chaleco multicolor de lana tampoco está”, decía mi madre desesperada. “Pero si estaba durmiendo la siesta”, dijo la tía Rosita, que nos prestaba un cuarto en su casa. Ya no me faltaba el aire, pero me sobraban nostalgias y una insípida frustración se acurrucaba en mi cara. La voz de una vecina trae la paz al avispero: “La vieron en la vía del tren, la Juana la trae de la mano”.

Loas a Dios y a todos los santos se repiten con frenesí. Al final estoy contenta de haber realizado esa aventura, pero mis padres dijeron que era peligrosa e insegura. Esa tarde comprendí que los grandes no tienen ni idea de lo qué es ser niño, seguro lo olvidaron hace siglos en el ajetreo de la adultez y las responsabilidades.

Qué es ser niño

“Extrañaba la rambla, esto es puro pasto y grillos”, argumenté para evitar el sermón y la posible reprimenda. “Piringo, no tuvimos suerte, tendremos que aprender la hora”, le dije voz baja a mi oso.

Podría ser que los grandes algún día comprendan que los niños atesoran en sus recuerdos gestos simples: un abrazo tuyo cada mañana, tus manos armando una manta de retazos, una visita al mar tomado de tu mano, un penetrante olor a torta de limón invadiendo la cocina, la textura del tapizado del sillón mientras cepillas su pelo, el perfume del jabón de avena cuando lo bañas, la delicadeza del chocolate y la menta en un bombón el día de la madre… Sin embargo, se empeñan en mirar el mundo a través de sus ojos. Tus niños necesitan la simpleza de las cosas, esas que llegan y se guardan en el corazón.

Toma un momento para compartir ...

Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: