¿Estás agradecida de que la vida es injusta? Después de leer este artículo, lo estarás.

La vida solo es injusta cuando no nos deja crecer, evitándonos el sufrimiento

Marta Martínez Aguirre

“Qué injusta es la vida”, es quizá la frase más popular, en boca de miles de personas día a día. De alguna manera, el tema de la justicia está presente en nuestro diario vivir: alguna tía que comenta que la vida ha sido injusta con ella, algún vecino que declara que en el trabajo han cometido con él una injusticia tras otra, mientras tres cuadras más abajo, en el juzgado, alguien reclama que se haga justicia con el abusador.

Uno de mis pasajes favoritos de la Biblia dice: “Pondré la justicia como cordel, y la rectitud como plomada” (Isaías 28:17). Ese es el punto clave, ¿con qué cordel medimos nuestras vivencias y las ajenas, para decir que la vida es injusta? La vida no acordó ningún trato, contrato o acto jurídico con nosotros, para reclamarle justicia. La vida está ahí, esperándonos.

La vida es como buscar un tesoro, y encontrarlo nunca es fácil

¿Sabes?, la vida es como ese juego infantil lalmado “La búsqueda del tesoro”, en forma permanente te ofrece pistas para indicarte dónde debes ir, qué camino debes tomar. Pero a veces nos aferramos a tomar atajos que nos llevan hasta el acantilado. Por experiencia propia puedo decirte que la vida está llena de adversidades. El dolor se mete en cuanto rincón puede de mi alma y el sufrimiento de vez en cuando se hace el distraído, y se olvida que es un huésped que no he invitado. Pero aún así la vida tiene sentido, y te aseguro que es inmensamente bella.

La belleza muchas veces se desdibuja, es cierto, pero no significa que no siga allí, aferrada a la vida. Déjame compartir contigo algunas cosas que han sido útiles para mí frente a la idea de la injusticia:

  1. El poder del asombro. Cuando dejas de preguntarte, una y otra vez “¿Por qué a mí?” y empiezas a decirte “¿Para qué me pasa esto?”, o “¿Qué hago ahora con este dolor, pérdida, sufrimiento, pesar o angustia?”, comienzas a descubrir el poder del asombro. El asombro es la habilidad para reconocer lo qué eres capaz de hacer en medio de la adversidad. Es ese camino de fe que eliges seguir y te conduce a la luz, no a la oscuridad de la lamentación.

Vives el poder del asombro cuando tu hijo pequeño, que no entiende de economías y desempleo, te pide un disfraz para el colegio y, pese a tu situación, tomas cartulinas, tijeras, telas, pegamento y te quedas toda la noche sin dormir para que él lleve el mejor disfraz que puedas darle. Sientes este poder cuando en vez de paralizarte porque tienes pocos alimentos en casa, tomas un poco de esto y otro poco de aquello, y presentas a la mesa un almuerzo espectacular, con restos que en otros tiempos hubieras desperdiciado.

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Tal vez no tenías idea de que eras una mujer poderosa, ¡pero tu súper poder se llama asombro!. Para que este poder no se agote, cada vez que sientas que estás a punto de pronunciar la palabra injusticia, saca lo mejor de ti pues, recuerda: dentro de ti está la salida.

  1. ¡Salta!. Déjame compartirte un relato de León Joseph Suenens: “Una noche estalla un incendio en una casa. Mientras ascienden las lenguas de fuego, padres e hijos se lanzan fuera. Presencian horrorizados el espectáculo dantesco. De pronto se percatan de que faltaba el más pequeño, un niño de cinco años que, aterrorizado por el humo y las llamas, se había refugiado en el piso superior. Todos se miran. No hay la menor posibilidad de ingresar en la casa que se ha trasformado en un horno al rojo vivo.Se abre una ventana. El niño pide socorro. Su padre lo ve y le grita:“¡Salta!”. El niño no ve más que humo y llamas, pero oye la voz del padre y contesta: “¡Padre, no te veo!”. El padre le responde: “Yo sí te veo y con esto basta. ¡Salta!. El niño salta y va a parar sano y salvo a los brazos de su padre”. Cuando en medio del dolor no ves nada por el humo de la desesperanza, ¡salta! Ahí está Dios que te ve y se manifiesta a través de una mano amiga que te ampara, de tu hijo que te sonríe con su carita sucia de chocolate. Las llamas del sufrimiento y el humo de la tristeza pueden rodearte, pero salta a los brazos de la fe. Dios te está viendo, con eso basta.

  2. Dolores de parto, dolores de crecimiento. Los niños suelen quejarse de leves dolores en los miembros, los médicos llaman a estos dolores “dolores de crecimiento”, pues cuando los músculos y tendones comienzan a desarrollarse generan pequeñas molestias. En el parto, el útero experimenta diversas contracciones que producen un umbral de dolor importante. Cuando la vida se torna difícil y por ello sueles llamarle “injusta”, piensa que te está dando la oportunidad de que nazcas renovada y crezcas hasta alcanzar un estado mejor: “El dolor es el precio que pagamos por estar vivos… cuando lo comprendamos, nuestra pregunta ya no será ¿por qué tenemos que sentir dolor? sino, ¿qué hacemos con nuestro dolor para que se convierta en un sufrimiento significativo y no en un sufrimiento sin sentido y vacío? ¿Cómo podemos convertir todas las experiencias dolorosas de nuestra vida en dolores de parto o en dolores de crecimiento?” (Harold S. Kushner).

La vida realmente es injusta cuando le exiges que te libre de todo aquello que te hace crecer y te enriquece espiritualmente. Por eso, ante sus “injusticias”, asómbrate, salta, pare y crece, ¡la vida te espera!

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: