Estoy divorciada. ¿Cómo pueden tener mis hijos una imagen paterna?

Todos sabemos que una mujer decidida es capaz de todo, incluyendo el proveer a sus hijos una imagen paterna positiva. ¿Te puedo contar la historia de Julia? Ella sabe lo que tú estás viviendo.

Emma E. Sánchez

La vida de Julia, como la de muchas mujeres, es por demás interesante, llena de experiencias y conocimientos. Julia estuvo casada con Martín, un hombre con “personalidades múltiples” y, como ella dice, cada faceta de Martín le hizo esforzarse, aprender y lograr una relación muy fuerte y especial con cada uno de sus tres hijos.

El padre ausente

Julia y Martín se casaron enamorados e ilusionados, como muchas parejas; formaron una familia y se esforzaron por salir adelante. Martín viajaba tres semanas de cada mes y cuando regresaba a casa siempre estaba cansado, dormía mucho o salía y llegaba hasta tarde. En resumen, era un padre ausente. Julia cuenta que durante todo ese tiempo ella buscaba y creaba todas las oportunidades posibles para salir juntos, y aunque llegara muy noche, insistía en que su esposo fuera a la recámara de los niños y les diera un beso. Algunas veces los niños despertaban y tenían oportunidad de platicar un rato.

Julia tuvo el cuidado de tomar muchas fotos divertidas de la familia y de los niños con su papá; de las más bonitas, mandó hacer algunas ampliaciones que siempre estaban a la vista en el hogar. En fechas de cumpleaños ella llamaba a papá para que felicitara a los niños y más de una vez compró regalos para los niños, en nombre de él. Hubo tiempos en los que Martín puso interés en sus hijos y su esposa, pero finalmente sus largas ausencias y la poca atención a la familia terminaron por distanciar a Julia y Martín, hasta que se divorciaron.

El padre divorciado

El proceso no fue nada fácil. Fue complejo para todos y muy doloroso en especial para Julia, pues pasados unos meses, Martín ya estaba en otra relación y en cosa de un año ya había comenzado a formar otra familia. Al principio Martín pasaba a ver a los niños los fines de semana. Había muchos regalos y actividades divertidas. Él había cambiado de trabajo y finalmente tenía tiempo para los niños, pero luego las visitas se fueron haciendo cada vez más lejanas y los regalos se acabaron. Julia nunca aceptó el papel de víctima o de madre sufrida: por más triste o abrumada que estuviera, buscaba tener buen ánimo con los niños. Fue aún más difícil cuando la ayuda económica que recibía de Martín disminuyó y luego desapareció, pues sus otros hijos también le generaban gastos.

Pese a todo, Julia decidió dar a sus hijos una buena imagen de su padre: finalmente, sus dos varones y la niña necesitaban una imagen paterna correcta y libre de resentimientos. Trató de no discutir con Martín frente a los niños, no criticarlo y traer a la memoria los buenos recuerdos. Comenzó a acercar a los niños más al abuelo y a sus tíos, visitaba a la familia política, se apegó a su religión e hizo que los niños practicaran deportes. En su momento, los entrenadores y ministros religiosos fueron fuente de confianza e inspiración para los chicos. Nunca permitió que los niños hablaran mal de su padre.

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El padre “mala influencia”

Durante la adolescencia, los hijos de Julia se dieron cuenta por sí mismos quién y cómo era en realidad su padre, y poco a poco descubrieron los muchos sacrificios y esfuerzos que su madre había hecho para mantener una imagen de él que no los lastimara o dañara más de lo que ya de por sí habían padecido cuando sus padres se separaron. Cuando llegó el momento, Julia fue honesta con ellos y les habló con sinceridad, como se le habla a un amigo. Eso fue muy valioso, pues Martín hacía mucho tiempo que había dejado de ser una buena influencia para los muchachos. Él pensaba que ahora que ya eran jóvenes, podía iniciarlos en el alcohol y el sexo. Fue muy importante para Julia tener la confianza de sus hijos y saber que ellos contaban con ella para guiarlos y apoyarlos. Julia se concentró en cultivar buenas relaciones con sus hijos para ayudarles a procesar sus sentimientos, a entender y no juzgar a su padre.

El padre que falleció

La vida que Martín había llevado lo condujo a una muerte prematura. Los muchachos de Julia atendieron a su padre en el hospital, le visitaron y le reconfortaron en sus últimos días, tanto como les fue posible. Tuvieron oportunidad de hablar y sanar corazones antes de que él falleciera, y al tiempo se volvieron ejemplo de sus medios hermanos más pequeños, con quienes llevan una buena relación y les apoyan cuando es necesario.

El nuevo papá

Los años pasaron, Julia se convirtió en una hermosa abuela, una suegra maravillosa. Sus hijos ahora son padres y madre de familias fuertes, estudiaron carreras universitarias, trabajan y son buenos ciudadanos. Han tenido días difíciles, por supuesto, pero ninguno ha tenido problemas con las drogas, la delincuencia, el sexo o la indisciplina. Son normales, como cualquier otro adulto que se formó en una familia con un padre y una madre. Julia hizo un trabajo sorprendente.

Ahora deja te platico la mejor parte la historia: Julia se volvió a casar y esta vez con un hombre encantador que cuida de ella. Los muchachos lo quieren y él ha llegado a ser un segundo padre para ellos. Una mujer es capaz de todo lo que se proponga, nunca, nunca lo olvides.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.