La señora del aseo y tú. 6 puntos que debes revisar en su trato y remuneración

¿Tienes o estás pensando tener a alguien para el servicio doméstico de tu hogar? Este artículo te puede interesar.

Emma E. Sánchez

En alguna ocasión, la escritora mexicana Elena Poniatowska declaró: “Para que una mujer pueda desarrollarse, frecuentemente debe subutilizar a otra mujer”. Y, efectivamente, muchas mujeres nos apoyamos en otras para poder salir a trabajar y desarrollarnos. Y se trata de mujeres como nuestra madre, hermanas, amigas, vecinas, a quienes incluso les pagamos por esta ayuda; como es el caso de la persona del servicio doméstico.

Ya sea que tengas una o varias personas para ayudar en tu casa, que dependas de ella o ellos para poder realizar tus propias actividades o cuidar de tus hijos y tu hogar, ten presente estas seis recomendaciones en cuanto a su trato y su remuneración, porque al fin y al cabo todos los días convive con los miembros de tu familia:

1. La esclavitud se acabó

Como cualquier trabajo, debes de considerar para ella horarios justos y lógicos, darle tiempo para comer y, según tus posibilidades y espacio de tu casa, un lugar donde pueda descansar, asearse y tener privacidad.

La persona que te ayuda es una mujer que puede ser esposa y madre como tú. No lo olvides. Abusar de la necesidad es indigno y reprochable.

2. Claro como el agua

Al momento de contratar a alguien para que te ayude, sé clara y honesta desde un principio, tal vez no estás en condiciones de firmar un contrato, de pagar impuestos y darle otras prestaciones, pero así sea poco, debe quedar claro para ambas partes lo que se hará y lo que se devengará. Es decir, cuáles serán sus actividades y cuánto ganará por ello.

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3. Justicia y respeto, darle su lugar

Las trabajadoras del servicio doméstico han sido mujeres víctimas del agravio, el abuso y el menosprecio durante décadas en muchas culturas y sociedades, y está en nuestras manos el que estas mujeres -quienes, por lo general, tienen poca educación o poco acceso a beneficios sociales- encuentren un lugar de trabajo donde se les respete, se les trate con dignidad y puedan, al igual que nosotras, ver por su propio desarrollo personal. Y este sitio puede ser tu hogar.

Hacerlo no es una caridad, ni habla de tu buen corazón, es un acto de civilidad y de humanidad. Nuestros hijos y esposo deben ser igual de respetuosos hacia la señora que nos ayuda como lo son hacia cualquier otra persona, y el que haya alguien para hacer los quehaceres, no significa que los miembros de la familia no deban ayudar y tener sus propios deberes.

4. Es un trabajo, no una limosna

No nos hacen un favor, se paga por un servicio devengado y no podemos ni debemos confundir amistad e inclusive familiaridad para “justificar” retraso en el pago, injusticias, abuso de cualquiera de las dos partes o pérdida del respeto. De igual manera, hay que considerar que ellas tengan lo necesario para que puedan desarrollar sus labores y no pedir lo que somos incapaces de dar.

5. Hablando de confianza

Hace años la “servidumbre” no comía con la familia en el comedor, lo hacía aparte, en la cocina y era muy notorio el estatus que la persona del aseo tenía dentro de esa casa y familia.

Hoy muchas inclusive le damos la llave de la casa a la señora del aseo y le confiamos la intimidad de nuestro hogar y nuestra familia, pero también no debemos dejar a un lado las cuestiones de seguridad, como las cartas de recomendación, el saber y verificar su teléfono y dirección, y no estamos sólo hablando de robos, sino también de casos de accidentes, donde las familias puedan comunicarse y estar al pendiente de que se encuentre bien.

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6. Llámalas por su nombre

Cuando te refieras a ellas cuando hables con otras personas, ¡por favor! no les llames como despectivamente les dicen: “chachas”, “Marías” o “gatas”, porque, aunque sea difícil creer, todavía se da este tipo de clasismo y discriminación y se trata mujeres con dignidad y como tales se les debe de considerar. De ser posible, llámalas por su nombre y enseña a tus hijos a tratarlas con consideración, respeto y cariño.

Ojalá que cada día las mujeres en verdad podamos ser más solidarias entre nosotras y velar por el progreso de quienes nos rodean, pues al avanzar una avanzamos todas.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.