Lo positivo de “tocar fondo”

¿Nunca has visto tu vida como una montaña rusa? Bueno, este artículo te ayudará a comprender las razones de tus sufrimientos y aprenderás a fortalecerte en medio de la dificultad.

Erika Otero Romero

Siempre he visto la vida como una inmensa montaña rusa con muchos giros, subidas empinadas, caídas escalofriantes y, desde luego, también hay unos pocos sectores llanos y tranquilos. En definitiva, considero que si vas a un parque de diversiones, lo que buscas es divertirte, así que es un hecho que escogerás la atracción que más te haga sentir vivo, de otra manera no tendría ningún sentido ir a ese lugar. Bueno, imagina que ese es el boleto que adquieres al nacer, ¿no te parece genial? A mí sí.

Creciendo y fortaleciéndote gracias al dolor

La vida no tendría ningún sentido si todo fuera felicidad y no tuvieras que pasar por ninguna etapa dolorosa. De la misma manera, ninguna situación dolorosa o sufrimiento es igual a otro, es por esa razón que tras cada momento difícil, queda un aprendizaje adquirido, sí o sí.

Es posible que ahora te estés preguntando la razón por la cual afirmo que, quieras o no, las lecciones de la vida las aprenderás “a las buenas o a la malas”. Acá la explicación: si no aprendes tu lección a la primera, la misma situación enmascarada en variables acontecimientos, se presentará en tu vida una y otra vez hasta que la hayas superado. Y a veces para que eso ocurra debes tocar fondo.

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Lo bueno de llegar al fondo

Te voy a poner un ejemplo para que sepas la razón por la cual tocar fondo es lo mejor que puede ocurrirte. Supongo que cuando eras pequeña fuiste a las piscinas. Bueno, recuerda un momento en que estando a la orilla, mirabas al fondo con temor y sin saber qué iba a pasar si te tirabas y tus pies llegaban a tocar el fondo; pese a tus miedos, flexionabas tus piernas y aguantabas la respiración, luego, dabas un salto al agua lleno de sensaciones varias y solo esperabas sentir el agua y tocar el fondo de la piscina con tus pies. Al hacerlo, tenías dos opciones:

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  • Rápido reunías tus fuerzas, te incorporabas en busca de estabilidad y procurabas sacar tu cabeza lo más pronto posible fuera del agua, para no tragar mucha o que no entrara por tu nariz.

  • Lo mismo que la primera opción, solo que te has lanzado a una parte de la piscina muy profunda para ti y lo que haces es que, al tocar el fondo, rápidamente te impulsas con tus pies y piernas hacia la superficie para evitar ahogarte y luego nadar hacia el borde.

Bien, con los dolores más grandes y las lecciones que más te cuesta aprender de la vida, ocurre igual. Pero siempre sales bien librada y, ¿por qué no decirlo? Fortalecida y renovada.

Razones por las cuales es “bueno” sufrir

1. Aprendes humildad

Tuve una época oscura en mi vida. De la nada surgió en mí un sentimiento de orgullo que me hacía sentir superior a los demás. Eso me hacía creer que era capaz de todo y que todo dependía de mí, por lo tanto, quien dependía de Dios para sus asuntos era una persona débil de carácter.

A razón de eso, la lección que la vida me puso, hizo que mis fuerzas espirituales, mentales y físicas debido a mi soberbia se vieran reducidas a cero. Solo cuando aprendí que debía abandonar ese orgullo y ser humilde reconociendo mi naturaleza humana, pude volver a sentirme completa. La verdad, después de eso me sentí mejor que nadie, porque aprendí que jamás he estado sola y que mis cargas son más ligeras si confío en un poder superior a mi simple naturaleza humana.

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2. Te harás más fuerte

Vivir un intenso dolor te cubre de experiencias que te servirán de escudo protector ante cualquier situación adversa que se presente. Te aseguro que luego de eso las tormentas serán menos duraderas, y mientras dure la lucha, tendrás en tu vida la certeza de que algo muy bueno viene en camino.

3. Serás un gran ejemplo para los tuyos

Lo digo por mi propia experiencia, ya que la fortaleza con que las penas de la vida me han recubierto, me ha servido para ser apoyo incondicional de mis seres amados. Así mismo, puedes enseñar a tus hijos a través de tu ejemplo y, de paso, permitirles que ellos se caigan y se levanten para que así aprendan su lección.

Nunca olvides que estás en este mundo —singular parque de diversiones— para ser feliz. Eso sí, debes tener en cuenta que a veces para ser feliz es necesario llorar, sino, ¿de qué manera podrías distinguir cuándo eres feliz y cuándo no?

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.