No puedes comprar la solución a tus problemas de pareja

No importa cuán cara y exótica sea la alfombra, no pueden esconder el polvo debajo de ella todo el tiempo

Rafael Vázquez

En cualquier momento puede surgir en el noviazgo o el matrimonio un conflicto de proporciones considerables. Solemos llamarlo: crisis de pareja. Pero, en lugar de trabajar, hablar y hacer algo para resolver el conflicto, muchas parejas lo cubren con la emoción y el gratificante sentimiento que genera hacer una gran compra, como una pantalla de 56 pulgadas, una sala nueva, o irse de vacaciones imprevistas.

Un caso de tantos

Uno de mis mejores amigos y su esposa eran expertos en esto. Se iban de vacaciones que duraban veinte días, hasta cinco veces por año, en lugar de hablar de sus problemas. En Facebook todo era un eterno cuento de hadas: él se veía rico, guapo y triunfador publicando fotos de su viaje a Hawái, Las Vegas, las Bahamas, Acapulco, Cancún, Ibiza, Río de Janeiro; así como de su moto nueva, en la que su linda esposa estaba montada abrazándolo a él por detrás con una sonrisa digna de una reina de belleza.

La presentación de diapositivas de las fotos duró unos siete años, y luego se detuvo abruptamente. Cuando tuve la oportunidad respectiva de hablar con cada uno, ambos me dijeron lo mismo, con diferentes palabras: “No puedes ocultar los problemas todo el tiempo”.

Recuerdo haberle dicho a él que yo completaría esa frase de la siguiente forma: “No puedes ocultar los problemas encubriéndolos con placeres superfluos”. Él, con lágrimas en los ojos, me dijo que su gran crimen había sido creer que el dinero lo podría salvar de cualquier dificultad.

El polvo bajo la alfombra

Echar el polvo debajo del tapete puede no parecer muy grave la primera vez. Pero si uno o los dos miembros de la pareja comienzan a hacerlo de modo cotidiano, frecuente, sistemático, llegará pronto el día en que nadie se sentirá cómodo pisando esa área del piso. Pronto la incomodidad dará paso a la sensación (muy bien fundamentada, por supuesto) de que pisar en ese lugar no solo es incómodo, sino inseguro, peligroso, y si ocultar el polvo bajo la alfombra continúa siendo una práctica sistemática, pronto toda la casa será inhabitable. Cualquiera tendría razón para querer salir de ahí.

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El patrón conductual de un golpeador

Por si aún estás pensando que no tiene nada de malo el conceder u obtener lujos cuando hay problemas, te diré que hacerlo es apenas una variante muy cercana del comportamiento que presentan los novios/esposos golpeadores. Cuando ha ocurrido un evento de violencia en el que el novio/esposo maltrata a su novia/esposa, sobreviene una etapa de sobrecompensación derivada de su sensación de arrepentimiento. Él no se enfrenta racional y conscientemente a este sentimiento de culpabilidad y tampoco elabora el conflicto de modo adecuado para extirpar la conducta violenta, sino que, en un esfuerzo por hacer “callar” a todos los elementos que le reclaman sus malos actos, llega a casa con un enorme ramo de rosas o con un peluche gigante.

Cuando hay un conflicto severo en la pareja y el asunto termina hecho a un lado porque van a ir a comer a in restaurante exclusivo o algo por el estilo, estamos ante el mismo patrón de conducta del golpeador, pero reproducido aquí por ambos en la pareja.

“No puede ser tan malo gozar la vida para evitar el dolor”

Aunque no lo quieran admitir, el hacer a un lado el tema del conflicto genera frustración. La frustración dará paso al resentimiento, y éste se acumulará hasta tener un gran cúmulo de ira esperando salir en cualquier momento. Si alguno de los dos debe responder por el conflicto, estas actitudes le harán creer que tiene permiso de seguir portándose mal, porque nunca llegará el momento de enfrentar su responsabilidad.

¿Qué resulta? Una pareja donde uno de los dos se siente intocable y todopoderoso, y el otro está permanentemente ignorado y lleno de rencor.

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No hay sustituto para la comunicación

En familias.com hemos insistido mucho en esto. Uno debe enfrentar los problemas. Hablar de ellos. Escuchar al que quiere expresar el problema. Escuchar mucho. También hablar mucho. Si alguno cometió una falla que destruyó la confianza del otro, hay que hablar. Hay que hacer un plan de lo que tendrán que hacer ambos para restaurar la confianza perdida. Si uno de los dos se siente ignorado, hay que hablar para saber qué harán a fin de que se sienta querido, amado y necesario.

Comprar cosas finas, o irse de vacaciones, no tiene nada de malo. Eventos así pueden ser proyectos que unifiquen y den solidez a la pareja. Pero no deben ser el sustituto de la comunicación abierta y asertiva. No mentiré: la comunicación franca y plena a veces dolerá, pero ese dolor será pasajero y los hará capaces de ser más felices como pareja. Si ponen el placer sin sentido antes de la resolución de los conflictos, el problema será cada vez mayor. Pueden no hacerme caso, pero ¿de veras quieren arriesgarse?

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