No seas el hombre del sofá, sino el que construye su casa junto a Dios

Las tareas del hogar también son responsabilidad de los hombres de Dios.

Marta Martínez Aguirre

La espiritualidad y el liderazgo comienzan lejos del sofá.

El calor era insoportable, con la mochila a cuestas y desesperado por beber agua se dirigió a la casa más cercana que divisó desde la ruta (la carretera). La parra se secaba, el pasto cubría las cerámicas y parecía venirse abajo por el peso de la enredadera. La pintura descascarada de las paredes, los horrorosos enanos del jardín tirados a un costado, una canilla (llave) que goteaba y el aspecto en general de la casa daba a pensar que estaba deshabitada.

Al dirigirse a la puerta vio publicidad en un televisor encendido. Miró por la ventana y descubrió a un hombre joven, tirado en el sofá del living (la sala). Cuando llamó para pedir un poco de agua sintió la voz dulce de una mujer pidiéndole al hombre del sofá que abriera la puerta. Solo escuchó un sonido y una serie de quejas. Esperó un rato, la puerta se abrió con lentitud… y la joven mujer, mientras se secaba las manos húmedas en un delantal, lo miró sonriente…

Cuenta el libro de Proverbios (24:30-34) que el hogar refleja el estado espiritual de quienes la habitan. Convengamos en que no estoy hablando de personas que por diferentes razones viven en condiciones tristes y lamentables, carentes de todo. Hablo de ti, quien, dentro de tu corazón, aspiras a ser un buen líder en tu iglesia local. Un esposo piadoso no únicamente se preocupa de proveer dinero, leer sus escrituras, cumplir con el diezmo y hacer ayunos prolongados. Un esposo que aspira a ser líder y a crecer en su vínculo con Dios comienza por renunciar al sofá cuando ve a su esposa atareada y el hogar parece deshabitado.

Un hombre de Dios tiene que ser diligente en velar por su casa en todos los aspectos. Viktor Frankl solía decir, “Todo lo que se realiza se perpetúa”. Tal vez la pintura de los muros no dure, y cada tanto tiempo tengas que volver a pintar, pero el placer de hacerlo en familia va a quedar inscrito en las paredes del corazón.

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¿Te has fijado cómo llama el escritor de al hombre del sofá? Dice que es “perezoso”, y peor aún, agrega que es un hombre “falto de seso”. Mira que tus logros académicos o laborales no pueden cubrir la fachada despintada, o silenciar a los vecinos que rumorean que tu jardín es una sucursal del Amazonas. El éxito de tu liderazgo en la iglesia o en tu ministerio se gesta en el deseo de impactar a tu esposa y a tus hijos.

Tal vez me digas, “Mira Marta, no puedo trabajar ocho o diez horas fuera de casa y llegar y ocuparme de esos detalles”. ¿Sabes?, un gran porcentaje de esposas que vienen a consulta y luchan con sus deseos de levantarse un día e irse lejos con los niños, comienzan más o menos con estas palabras, “Vive sentado, no es capaz de reparar algo, no le importamos”.

Puedes vivir testimoniando a Dios y tus bendiciones, pero no dejes que tus hijos pierdan la fe en ti. Tal vez no seas experto en reparar aparatos, o te sientas inútil, pero el gozo de empezar a ver tu hogar como un lugar acogedor y bendecido es inimaginable. El mismo Dios que anuncias desde el púlpito es el que te ha dado ese hogar, y el que va a reclamarte por el cantero de las rosas marchitas. Permíteme que te dé una mano en esta lucha interna de apego al sofá:

  • Realiza una lista de los objetos dañados. Programa una fecha para comenzar a repararlos, o si no sabes o no puedes pide consejo, busca a alguien experto entre tus conocidos, calcula gastos y pide a Dios que te provea de los materiales y personas idóneas para empezar con las reparaciones. La lista puede incluir cosas tan simples como la canilla dañada a otras de mayor envergadura. A medida que empieces a vaciar la lista tu familia estará agradecida y te sentirás más a gusto al disfrutar del sofá.
  • Trabaja en el jardín una vez a la semana, junto a tu familia. Proyecta un plan familiar para realizar juntos una actividad en el jardín, corta el césped, averigua en tu zona cuáles son las plantas de estación, repara los canteros, pinta la cerca; dale a tu hogar el aspecto que siempre has soñado, y siente cómo comienza a transformarse en un lugar disfrutable.
  • Conviértete en experto en seguridad. Esa es una tarea por la cual tu esposa va a estar muy agradecida. Si tienes armas de fuego, guárdalas en un lugar seguro; elabora un plan de emergencia en caso de desastres naturales, revisa el botiquín de forma periódica, controla el vencimiento de las vacunas de las mascotas, los cinturones de seguridad del automóvil, la fecha de caducidad del extintor de fuego, las garrafas (cilindros) de gas.
  • Pídele a tu familia una lista de cosas que creen necesarias reparar. Tal vez tu lista difiera de la de ellos. A veces los niños desean tener sus cometas (papalotes) listas en primavera, o tu esposa necesita con más urgencia que arregles la canilla de la cocina antes que la humedad de las paredes del garaje.
  • Regala tiempo a tu familia.Puedes comprarles juguetes a los niños, darle perfumes a tu esposa, pero el tiempo es la joya más valiosa que puedes darles a todos. Tu presencia en casa lejos del sofá es terapéutica y promotora de salud emocional.

En cierta oportunidad un hombre fuerte y valeroso como David tuvo este deseo: “Ojalá alguien me diera a beber agua del pozo que está en la puerta de Belén!” (2 Samuel 23:15). Creo que en medio de sus batallas y persecuciones añoraba el calor y la belleza de su hogar. En ese sentido, tú puedes dejar de ser el “hombre del sofá” y transformarte en “el hombre que construye su casa junto a Dios” (Salmo 127:1).

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: