¡Por tu culpa, por tu culpa!

¿Eres de los que vive echándole la culpa a todos de lo que pasa? Entonces, probablemente sufres del síndrome adámico y no lo sabías. Te cuento de qué se trata.

Shaysiu García

Para comenzar hablar del tema, debo mencionarte los siguientes versos bíblicos de donde se origina el nombre de este síndrome. Comienza con la historia de Adán y Eva, cuando habitaban en el huerto del Edén; estando allí habían recibido ciertas instrucciones de Dios sobre lo que debían hacer y lo que no. Ambos las desobedecieron y su justificación fue la siguiente. En Génesis 3:12, dice: “Y el hombre respondió: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Luego, leemos en Génesis 3:13 la respuesta de Eva: “Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí”. Claramente podemos notar cómo el hombre, en pocas palabras, le echa la culpa a la mujer y la mujer a la serpiente. Cada uno de ellos intentó excusarse de sus errores, culpando a otro de sus propios actos.

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En la actualidad, así sigue sucediendo: miles de parejas, familias y personas en toda la sociedad han adoptado esta conducta errónea de echarle la culpa a otros por lo errores propios. Es lo que hoy podemos llamar síndrome adámico. ¿Cuántas veces has escuchado o incluso dicho algo como: por culpa de mi mamá, por culpa de este padre que me tocó, por culpa del marido mío, por tu culpa, por tu culpa? Seguro que muchas veces, ¿verdad?

El síndrome adámico hoy en día

En una ocasión una compañera de trabajo me comentaba de una situación que estaba viviendo a nivel de pareja; ella decía que su infidelidad fue por culpa de su esposo, debido a que él la descuidó. Es posible que sea verdad, pero ella fácilmente justificó su error y le dio validez a sus actos haciéndolo a él culpable. Es así como viven muchas personas en el mundo, tratando de echarle la culpa al destino, al país, a la economía, a la suerte, al vecino, al trabajo, etcétera, sin llegar a determinar ni reconocer cuando el error procede de sí mismos.

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Es cierto que hay cosas que quizás ocurren realmente por culpa de la imprudencia de una persona, por no tomar medidas, por no cumplir reglas, etcétera. Y como todo, cada acción tiene su reacción, es decir, su consecuencia, bien sea positiva o negativa. Pero lo malo está en caer en el error de echarle la culpa a todo el mundo de lo que te sucede en la vida y no reconocer cuando algo ocurre por alguna falta propia o, en algunos casos, por tomar malas decisiones.

Puede que también ocurra el caso en el que eres tú quien se siente culpable de alguna situación en particular. Es muy bueno que lo reconozcas, pero no que te condenes a ti mismo y vivas con sentimientos de culpabilidad.

Cualquiera que sea el caso con el que te identifiques, lo primero que debes hacer es reconocerlo, confesarlo y pedir perdón. De esta manera te sentirás libre de cualquier opresión que te cause la culpa y comenzarás a vivir en paz, consciente de tus actos.

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