Si Dios los unió, ¡que no los separen los hijos!

Pensar que un hijo obligatoriamente consolida, fortalece o salvará un matrimonio es un error. Los hijos sólo magnifican lo que la pareja ya tiene, lo bueno y lo malo. Entérate cómo en este artículo.

Emma E. Sánchez

El deseo de una persona por unir su vida a otra para siempre es una de las maravillas humanas más sorprendentes. El amor que sentimos por alguien nos mueve a comprometernos y a dejar toda una vida atrás para embarcarnos en una nueva y totalmente desconocida aventura de la mano del ser amado. Sin embargo, mantenerse casado no es una tarea sencilla y sostener el amor que unió a la pareja constituye un reto diario. Pero es un reto posible.

Cuando una pareja es estable trabaja en su relación, se esfuerzan por cuidarse el uno al otro, por hacerse felices y resolver juntos sus necesidades y conflictos. Y la llegada de un hijo es gozo puro para ellos y quienes les rodean; es sólo la continuidad de su amor y una razón más para seguir adelante con más entusiasmo y alegría.

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Para otras parejas la historia es diferente: cuando un matrimonio decide tener un bebé para “fortalecer la relación”, retener a la pareja y evitar un divorcio, está trayendo al mundo a un ser humano sólo con fines egoístas que, tarde o temprano, les cobrará factura.

Ahora, la vida es tan maravillosa que una vez que tenemos en nuestros brazos a un pequeñito es como iniciar la escritura de un libro nuevo, limpio y perfecto, donde podemos corregir, retomar y hacer las cosas bien y para beneficio del niño mismo y, principalmente, del matrimonio.

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¿Cómo lo puedo hacer?

Nunca pierdas de vista tus prioridades

Tú eres la piedra angular de tu matrimonio, tú debes de cuidar de ti y estar bien primeramente, luego, tu pareja, pues con ella inició toda la historia de amor y será la persona que al final de la vida se quedará contigo; por lo tanto, dedícate a cuidar al ser amado y que ¡no se pierda el encanto! Y en tercer lugar vienen los niños que, curiosamente, cuando la pareja se ama, se convierten en el proyecto de ambos, un proyecto que los une y fortalece.

Tu pareja es más importante, inclusive que tus hijos

Lo repito porque con frecuencia la madre es quien pierde con mayor facilidad la visión y el equilibrio, pues se aboca cien por ciento a los hijos olvidándose de todo, principalmente de sí misma. Incluir al padre en la crianza de los hijos, su educación y deberes, no sólo le hace mucho bien a los niños y al esposo mismo, sino que la madre descansa y el matrimonio retoma fuerzas. El truco no es interponer hijos al esposo o esposo a los hijos, más bien armonizar a todos los integrantes de la familia en un proyecto en común: la felicidad de todos.

Los hijos deben respetar a sus padres

El padre que permite o fomenta que los hijos no respeten a su madre va a cosechar problemas. Si un niño en casa no aprende a respetar, no respetará a nadie en este mundo. Los padres son los primeros en educar y poner límites a los hijos, en enseñarles a respetar respetando.

El mejor regalo para ellos es amar a su padre o a su madre

Cuando los hijos ven que su padre ama y procura a su madre, ellos aprenden a hacer lo mismo, se saben amados, miembros de una familia y protegidos, pueden sentir paz y confianza en su hogar. Que los hijos vean que sus padres se aman, se demuestran afecto y atenciones forma en su mente y en su corazón modelos correctos de conducta y los animará e inspirará a tener una pareja que los trate de igual manera y un día formar su propia familia feliz.

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No permitas que los hijos tomen partido

El viejo juego del papá malo y la mamá buena no funciona, únicamente crea resentimiento y separa familias. Los hijos deben ver a la pareja como un solo ente cuando se trata de normas, límites, disciplina, reglas, mandatos familiares, amor y valores. Buscar ser el papá o la mama favoritos te pone en el riesgo de convertirte en padre o madre alcahuete o permisivo, y no es justo para ti ni para tu pareja.

Mi esposo y yo llevamos 25 años casados y 30 de tratarnos, tenemos tres hijas adultas y podemos decirte que, efectivamente, hay días muy duros, pero son muchos más los apacibles y felices. ¡Inténtalo, vale la pena el trabajo!

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.