Una vida espiritual te permite descubrir tu sentido de la vida

La espiritualidad posee una llave secreta que abre la puerta del balcón de Dios.

Marta Martínez Aguirre

La espiritualidad tiene poco que ver con el papel celofán.

Esta gran enseñanza se la debo a mi madre. Una mañana, cuando era muy pequeña, como era habitual entré corriendo a la cocina tratando de identificar el aroma del día.

Allí estaba mamá, con una gran sonrisa “tengo una gran sorpresa”, mientras señalaba la mesada. Sobre la misma había varias hileras de objetos totalmente desconocidos para mí hasta ese entonces. No eran bizcochos, ni galletitas, se trataban de unos cubos que en uno de sus lados tenían forma de pancita, eran semitransparentes y con un aroma agradable.

—¡Son caramelos de miel y guaco caseros!— afirmó mi madre satisfecha con su labor.

—Pero no son como los del kiosco de Don Vizcaíno, ni siquiera tienen envoltorio— dije yo, apenada.

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—Lo importante no es la forma, Martita, sino el contenido.

Fue allí que mi madre me dio una de las mejores lecciones de mi vida. Cuando me dio a probarlos, inmediatamente me hice la promesa que no volvería a gastar dinero en otros caramelos que no fueran los de mi querida madre. Lo mismo pasa con nuestra espiritualidad. No se trata tanto de cumplir una maratón de preceptos y normas a raja tabla, sino de vivir en coherencia con lo que sentimos dentro; en cómo nos vinculamos a nuestro prójimo y el modo que elegimos vivir y estar en el mundo.

Desde la logoterapia de Víctor Frankl, el hombre es uno pero tiene varias dimensiones: una biológica, una psicológica, una sociocultural, y una espiritual que coexisten en la unidad de lo humano. Frente a los condicionamientos psicofísicos, lo espiritual se abre como lo facultativo en el ser humano, puedes tener un cáncer y tal vez no puedes hacer nada para sanar, pero puedes elegir cómo vivir tus días.

Para Frankl el hombre es un gerundio permanente, es un ser siendo. En ese sentido, lo espiritual es ese espacio desde el cual elijes aquellas opciones que irán construyendo tu existencia personal. La espiritualidad se relaciona con los valores, los ideales, y con ese vínculo que se teje en íntima comunión con lo Trascendente, llámalo Dios, Jehová, Alá, Buda. Y claro: no hay que confundir religión con espiritualidad. He visto personas muy religiosas que han perdido su espiritualidad en algún rito.

Cuando comprendes que estás llamada a un camino trascendente, el cómo vas a vivir esa espiritualidad llega sin previo aviso y podrás vincularte con lo eterno, asumirlo como una forma de vivir plena y placentera. En caso que no tengas ni idea cómo desarrollarla, escucha la voz de tu conciencia, ella es el órgano del sentido. Pero déjame compartirte algunas formas en las que yo le he ido desarrollando:

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  1. Disfruta estar a solas, busca momentos para estar a solas, en contacto con la naturaleza, o escuchando música que te permita meditar. Mira a tu alrededor, si estás al aire libre, respira hondo y disfruta ese instante, mírate como parte de la creación.
  2. Entrégate, busca en tu entorno, la forma de servir en actos, a alguien que necesite de ti. Juega con los niños de la plaza, pregunta en la biblioteca barrial si hay espacio para que armes un taller de cuentos para niños pequeños, prepara algunos alimentos para una anciana que está en cama, pregunta si no hay algún vecino que necesite una mano en la huerta, crea un taller de manualidades.
  3. Medita cinco minutos cada día antes de iniciar tu jornada, siéntate en postura alerta pero relajada, con la cabeza erguida, y observa tu respiración sin controlarla, atento/a a la elevación y descenso del pecho cuando entra y sale el aire. Deja de lado tu prisa, olvida las cosas por hacer. Está atenta a tus sensaciones corporales, los pensamientos que surjan y los sonidos que percibas a tu alrededor. Luego prepárate como de costumbre e inicia el día tratando de recordar ese instante de paz y calma. De ser necesario tómate tiempo para meditar cada vez que vas a tomar una decisión o estás nerviosa.
  4. Ora y busca dirección de Dios, dile tus cosas más secretas, tus necesidades y expresa todo tu temor; también tómate tiempo para darle gracias por las riquezas que posees (la familia, los hijos sanos, el trabajo, un hogar, los amigos y una lista de sueños e ilusiones), pero en especial no abandones la oración sin antes haber dejado espacio para escuchar dentro de ti. Recuerda las respuestas pueden llegar a través de un pasaje de las Escrituras, la palabra de un amigo, un sentimiento de paz, una idea que se impone con fuerza y te deja tranquila, un tiempo de espera. Dios cada día se instala en el balcón de los cielos y te busca.
  5. Comparte tus experiencias espirituales con tu pareja, cuéntale de tus logros, de las vivencias que has tenido, escucha las suyas y busquen la forma de hacer actividades juntos cuyo propósito sea enriquecer el espíritu.
  6. Resiste las tentaciones del consumismo cotidiano, elabora una lista de cosas que te sientes tentada a comprar y no son esenciales, ni necesarias, pero te tientas cada vez que las ves, luego cada día evita caer presa de la tentación, ese paquete de galletitas que viste en la tele, esa gaseosa de tres litros.

La espiritualidad es una suerte de llamado único, personal, no se hereda, no se contagia por el simple hecho de pertenecer a un determinado grupo, no se alcanza por méritos acumulados. Sin embargo, resonará muy fuerte y no podrás rechazarlo, sino que desearás unirte a lo sagrado. Busca desarrollarla y descubre que una vida espiritual es lo que te permite encontrar un sentido a la vida; tener plena satisfacción interior, aumentar la fe, y arraigarte en lo sagrado.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: