A pesar de lo que sea, siempre necesitaremos a nuestros padres

Los padres dejan huellas imborrables en la vida de sus hijos y en las generaciones venideras.

Erika Patricia Otero

Han pasado muchos años desde que mi madre perdió a mis abuelos. Ella aún los recuerda como si hubiera sido ayer cuando los vio por última vez.

Mi abuelo murió cuando mi madre tenía 14 años. Él falleció debido a una epilepsia causada por un golpe en su cabeza cuando él hacía su servicio militar. Mi mamá con tristeza siempre cuenta los últimos días de vida de él.

Mi abuela murió muchos años después de cáncer en el hígado. Yo estaba presente, así que recuerdo con nitidez los 6 últimos meses de vida de mi abuela. Mi madre sufrió mucho la perdida de mis abuelos. Su vida ya no volvió a ser la misma. No importa cuántos años hayan pasado, ella cada día los extrañaba mucho.

Yo tengo la fortuna de tener a mis padres aún con vida. Ya son adultos de más de 60 años, pero se ven mucho más jóvenes que esa edad; por fortuna, gozan de buena salud. Soy completamente consciente de que sin importar cuántos años tenga una persona, puede morir en cualquier momento. Mi abuelo murió muy joven, a los 44 años. Mi abuela murió a los 69 años.

Es inevitable no extrañar a las personas que te dieron la vida y con la que viviste situaciones únicas.

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De igual manera, también he escuchado a mis padres preocupados. La razón de su angustia es el futuro de mi hermana y el mío cuando ellos ya no estén. Esa es una preocupación de cada padre o madre: Qué será de sus hijos cuando ellos ya no puedan cuidarlos.

Nada duele más que verlos envejecer

Todos podemos recordar a nuestros padres cuando eran jóvenes y vitales.

Yo recuerdo cuando mi madre nos llevaba al colegio. Era una madre joven de dos niñas en edad escolar que dependíamos y necesitábamos de ella para todo. Recuerdo a mi padre, jugar con nosotras y llevarnos a paseos los fines de semana. También puedo recordar cuando nos ayudaban a hacer tareas y nos regañaban por hacer travesuras.

Ambos eran adultos jóvenes que a la vez que criaban a dos hijas; mientras tanto cometieron errores que hoy les pasan factura. Ellos hace mucho dejaron de estar juntos como pareja.

Me duele, me duele verlos envejecer ante mis ojos. Mientras yo me hago adulta y me esfuerzo por ser alguien de quienes ellos se sientan orgullosos, los veo encanecer. Me es inevitable no preocuparme por mis padres y siento que debo cuidarlos y protegerlos.

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A veces me pregunto ¿Cuándo dejé de ser protegida por ellos, a querer evitar que algo malo les pase?

Indudablemente, creo que esto es algo que nos ocurre a todos nosotros en algún momento de nuestras vidas.

La crianza puede no ser perfecta, pero es lo mejor nos dieron desde sus recursos emocionales

Estoy completamente segura que todos los que me lean no tuvieron el tipo de crianza que les hubiera gustado tener. Yo no tuve la crianza que me hubiera gustado recibir; por esto, por años los critique por ser tan estrictos e intransigentes. Pese a eso, ahora que soy adulta me doy cuenta que ellos me criaron como ellos mismos fueron criados; ni más ni menos.

También me ofrecieron las herramientas emocionales que ellos recibieron. No justifico muchas de sus acciones, pero las entiendo y ya no las juzgo. Hice un proceso de perdón hace años. Eso ahora me permite verlos como seres humanos que un día fueron niños. Que ellos también fueron receptores de una crianza estricta y quizás aún más cruel de la que yo recibí.

Ahora, como padre tu puedes cambiar la manera en la que crias a tus hijos. Implementar ayudas y herramientas que a ti por desconocimiento tus padres no te ofrecieron. Esta es la oportunidad de cambiar las cosas. Sea como sea, siempre será una elección personal la manera en que vives y crías a tus hijos.

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Tus padres hicieron su parte, tu haces la tuya y así será hasta el fin de los días de la humanidad.

Si porque la crianza es un acto de fe que todo el mundo desconoce. Un acto donde se hace lo mejor que se puede con las herramientas que se tienen.

Por último solo me queda decir que todos necesitamos a nuestros padres. Hayamos tenido o no una buena relación con ellos, la huella que ellos dejan en nosotros es indeleble. De nosotros depende lo que hagamos con sus enseñanzas y acciones. Esto sucederá siempre aunque haya sido padres ausentes.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.