Las diferencias entre amar y desear a alguien

"Amor y deseo son dos cosas diferentes; que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama". Miguel de Cervantes Saavedra.

Camila Ignacia Gómez González

Hace algunos años, durante una clase de Antropología en la universidad, mi profesor nos preguntó cuál era para nosotros la diferencia entre amar y desear a alguien con todo nuestro corazón. Como es lógico el silencio se adueñó del salón; el profesor miró y dijo: “Bien, entonces levanten la mano quienes se encuentran enamorados de su pareja”. Muchos de nosotros, algo confusos, levantamos nuestra mano. Y para finalizar dijo: “Ahora levanten la mano quienes aman tanto a su pareja que serían capaces de dar, incluso su vida con tal de verle feliz”. En ese momento, muchas personas que habían alzado su mano, la bajaron rápidamente. El profesor miró fijamente a todos quienes seguíamos con la mano en el aire y dijo: “¿Están seguros de lo que están diciendo?”, algo aturdida, contesté que sí.

En ese momento comenzó la clase. Nos explicó que estar enamorado, no es lo mismo que el periodo de enamoramiento, que dura aproximadamente seis meses, según los estudios científicos. Sino que estar enamorado iba más allá de todo lo que pudiésemos dimensionar, y nos explicó lo siguiente:

  • Amar y ser amado es lo que todo ser humano busca. El problema es cuando esa búsqueda de “la otra mitad”, se transforma en lo único que guía nuestras vidas y comenzamos a ignorar el amor que nuestra familia siente por nosotros.
  • Existen varios tipos de amor: el de padres, hermanos, amigos y parejas. El último se caracteriza primeramente por la sensación de deseo hacia el otro, y esto no se reduce exclusivamente al ámbito sexual. Es desear ver, tocar, oler, conversar, acariciar y demostrar lo mejor de uno mismo, como una forma de atraer al otro hacia nosotros. Sin embargo, hay personas que no “evolucionan” y creer amar a alguien, cuando en realidad solo desean tenerlo cerca.
  • No es lo mismo querer y amar totalmente. En este punto la gran mayoría de mis compañeros no estaba de acuerdo. Decían que lógicamente era lo mismo, que todos partíamos queriendo (deseando) a alguien y que con el tiempo ese sentimiento, al hacerse maduro, daba paso al amor. Sin embargo, nuestro sabio profesor, quien se dio el tiempo de escuchar uno a uno los argumentos que todos querían entregar para rebatir su teoría, respondió: “Yo puedo querer que el celular de mayor tecnología sea mío, y cuando aparezca uno de mejor procesador o cámara fotográfica, desecharlo. Pero no puedo pretender lo mismo con la persona que amo, porque si mi corazón siente amor incondicional por alguien, no puedo pretender dejarlo por alguien más joven, de mejor estado físico o que se exprese mejor. Por el contrario, busco las oportunidades para que esa persona pueda crecer, y si tiene mal estado físico pueda mejorarlo; si se ha ido envejeciendo, me alegro, porque lo ha hecho a mi lado. Y si no se expresa bien, le enseño, le regalo libros o recurro a otro tipo de ayuda, pero nunca lo critico, porque yo lo único que deseo es que sea feliz y, lo que es peor, deseo que su felicidad sea conmigo o sin mí“. Evidentemente, todos quedamos atónitos, ¿cómo podíamos desear que alguien fuera feliz sin nosotros? Pero pensándolo más tarde, es totalmente cierto: ¿Podríamos ser felices viendo a nuestra pareja frustrada? Al menos yo, no sería capaz de soportarlo.

Esa clase finalizó con un golpe aún más fuerte a nuestros egos. En su último argumento el profesor señaló lo siguiente:

  • Cuando amas de verdad, el sexo no es primordial. Antes que alguien pudiese interrumpir su argumento, nos hizo una sola pregunta: “¿Ustedes creen que seguirán teniendo sexo frecuente con sus parejas cuando tengan 80 años?” Todos negamos con la cabeza. El sonrió y dijo: “Lógicamente no, pero aún seguirán amando profundamente y no se replantearán buscar a alguien más “tecnológico” que pueda reemplazar los hermosos recuerdos de su historia de amor”.

Esa clase se convirtió en una lección de vida que difícilmente podré olvidar, descubrí que amo a mi esposo más allá de lo que yo pensaba y que el matrimonio no es para mí, ni para ti, sino para hacerse feliz mutuamente.

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Camila Ignacia Gómez González

Camila, es Relacionadora Pública, con orientación en Marketing, actualmente reside en Villa Alemana, Chile. Es esposa y madre, y ama escribir para ayudar a fortalecer los lazos familiares.