3 principios para no juzgar a quienes menos tienen

Ayudar es una acción que te hace feliz.

Erika Patricia Otero

Hace unos años, vivió en nuestro vecindario una mujer mayor junto a 2 de sus hijas. La señora tenía un carácter algo especial, por así decirlo, que la hacía más bien desagradable.

Ella era bastante reacia a que los vecinos ayudáramos a las personas que pasaban pidiendo ayuda (limosna). Alegaba que eso, solo hacía que más menesterosos llegaran a la localidad, y que además, eso poco a poco atraería a delincuentes disfrazados de necesitados.

Se oponía de tal manera, que llegó al punto de que cada vez que pasaba alguien pidiendo que le ayudaran con comida, ropa o algo de dinero, ellas activaban la sonora alarma comunitaria con el fin de ahuyentarlos. Esa actitud le ganó muchos enemigos.

A nosotros los vecinos nos incomodaba mucho su actitud prepotente hacía las personas necesitadas. Por eso muchos optamos por ignorarlas, y seguimos ayudando todo lo que podíamos, cuándo podíamos, y ellas aún más enojada seguía procediendo de igual manera.

Siempre he sido de la creencia de que no tenemos derecho a juzgar a las personas menesterosas. No tenemos derecho a suponer lo que van a hacer con lo que les damos. Ppienso que nuestro único y justo proceder es ayudarles así sin más, y ya.

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“Haz el bien sin mirar a quien”

Éste es un refrán o frase que se cree tiene su nacimiento de alguna escritura bíblica. Lo cierto es que no hay ninguna razón para negarle ayuda a alguien que la necesita; y menos dársela a cambio de algo, ya que esto anularía por completo el valor de la ayuda y te hace alguien interesado.

Cuando ayudas a una persona en estado de necesidad, lo haces porque nace en ti ese sentimiento de hacerlo, porque de una forma u otra recibes una recompensa emocional al saber y sentir que haz hecho lo correcto; y además, porque te gustaría que alguien lo hiciera por ti si en algún momento llegaras a necesitar ayuda.

Ser bueno es necesario para ser feliz

Ser bondadoso abarca mucho en la forma de ser de una persona. No solo se trata de ser amable y agradable con conocidos, también debes ser los con quienes no conoces. Ser bueno es hacer lo correcto, ayudar a quien lo necesite y pensar antes de actuar y dañar a alguien en busca de un objetivo.

Cuando Jesús vino a la tierra a hacer su obra, jamás miró si aquel que necesitaba ayuda era “bueno” o “malo”. Él lo hacía sin discriminar, sin juzgar, sin atribuir si el receptor era merecedor o no de su tiempo y atención. Lo hacía porque era a lo que había venido: a enseñar que el amor de Dios no discrimina, simplemente se da.

Yo te pregunto ahora: ¿Haz hecho obras de caridad, servicio o voluntariado? Si la respuesta es sí, entonces ¿Qué has sentido al llevarlas a cabo?. Estoy segura que si te tuviera frente a mí me dirías que la sensación de satisfacción por haber podido ayudar a quien lo necesitaba no te cabía en el pecho.

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A mí me ocurre muy frecuentemente que cuando se sale de mis manos dar ayuda a quien lo necesita, me siento muy mal y triste a lo largo del día. En cambio, cuando ayudo de alguna manera a un ser en necesidad me siento plena, feliz por haber podido hacer algo para disminuir aunque fuera un poco el sufrimiento de esa criatura.

Ayuda porque es lo correcto, no para que los demás te vean

Si hay algo que me molesta y mucho, son esos vídeos que recorren las redes sociales, donde las personas insisten en mostrar al mundo que hacen esto o aquello por los que se encuentran en estado de necesidad.

¿Qué persiguen con eso? ¿Acaso alabanzas o aplausos por ayudar? Pues déjame decirte que eso no es ayudar, eso para muchos podría ser visto como querer hacerte fama de generoso.

Cuando decides servir a alguien, lo haces en el anonimato, sin buscar ser vitoreado. Ayudas no en busca de reconocimiento o de ser ejemplo para determinado público; lo haces porque es lo correcto y eso debería ser suficiente.

Principios que te harán comprender a las personas en estado de necesidad

1  “Hoy por ti, mañana por mí”

Aunque nuestro deber es ayudar sin la intención de recibir algo a cambio;, lo cierto es que en algún momento de nuestra vida podemos estar en una situación de necesitar ayuda de alguien, y de hecho seremos receptores de ésta y seguro va a llegar a manos de quien menos lo imaginemos.

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Podemos decir que fue efecto del karma o de la justicia divina, lo real es que siempre recibimos de lo que damos, aunque nos sea difícil de aceptar.

2  “No mires la paja en el ojo ajeno, sino la viga en el propio”

Mateo 7 :3  es el versículo de la Biblia que habla acerca de este principio. Es muy fácil ver los errores y las fallas de los demás, pero cuando se trata de  hacer una auto-observación de nuestras fallas, por lo general callamos y bajamos la cabeza en señal de vergüenza, porque nos sabemos pecadores.

En época de Jesús se pensaba que la lepra o la ceguera eran causadas por los pecados de quien lo padecía, por lo cual eran rechazados y caían en desgracia. Sin embargo, Jesucristo les hizo saber a sus discípulos que estaban equivocados, y que aquellos en estado de necesidad merecían ayuda por ser hijos de Dios y merecer su amor como cualquier otro ser humano en la tierra.

3  No supongas, mejor actúa

Suponer siempre es un error ya que nos lleva a imaginar cosas que muchas veces no son ciertas. Cuando suponemos que alguien está en la calle porque es adicto o un ex convicto (por ejemplo) y que tal vez merece su situación, estamos juzgando sin tener el poder para hacerlo.

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En lugar de eso, mejor es buscar la manera de ayudar a esa persona, quizás calmando su hambre, su frío, su necesidad de abrigo o a veces solo escuchando su historia, verás que al hacerlo sabrás de primera mano por qué está pasando por esa dificultad y asombrosamente te darás cuenta lo equivocado que estabas.

Ayudar a quien lo necesita no te quita mucho de tiempo ni te dejará en la pobreza; al contrario, te darás cuenta que hace mucho por tí cuando lo que buscas es hacer algo por alguien más.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.