5 pautas para acompañar a tu adolescente

Ese pequeño que ha crecido parece autónomo y distante, pero te necesita muchísimo. ¡Acompáñalo de la mejor manera!

Marilú Ochoa Méndez

No me hace sentir orgullosa, pero creo que en la crianza de mis hijos he cometido todos los errores.  En mis dieciséis años de mamá de siete pequeños, me he equivocado mucho más de lo que me hubiera gustado, pero ¡Dios es tan bueno!, ¡los hijos son tan generosos y tan nobles!.  Y en cada etapa, cada uno de ellos me ha brindado aprendizajes y enseñanzas que me vuelven al camino, y me obligan a recomponerme y recomenzar.

Con los adolescentes ha sido caso aparte, pues mirarlos irguiéndose como personas distintas y distantes, me ha evidenciado la gran necesidad que tenía de cambiar, corregir y mejorar varias actitudes y creencias a nivel personal y familiar.

Este proceso inquietante, perturbador a veces, desconcertante pero inmensamente bello, es una oportunidad de oro para reconectar, recomenzar, sanar y potenciar una relación sana y amorosa con nuestros hijos si prestamos atención a estos puntos.

1 Papá, mamá: no todo se trata de ti

¿Cómo sale una mariposa de la crisálida? Luego de haberse quedado dentro durante tantos días, el insecto que ha entrado sale con trabajos, un poco por la fuerza, debe romper su capullo, y exponerse a ser una criatura distinta, dejando el polvoso suelo para poder emprender el vuelo.

Es natural, es saludable, es necesario que esto suceda.  La adolescencia de nuestros hijos se parece mucho a esta situación.  Ellos no pueden evitar que surjan dudas, que surjan rompimientos, que surjan roces.  Tú y yo podemos sufrir al verlos marcando sus distancias, mirándolos cambiar de gustos o aficiones de la noche a la mañana, o mas inmóviles que un oso hibernando, mientras nos hierve la sangre por dentro ante su aparente impasibilidad, pero es un proceso natural, que podemos acompañar generosamente, o sufrir egoístamente.

2 Cuando comience lo difícil, recuerda por qué lo amas

Recuerda que el regalo de la familia que, en palabras del filósofo español Tomás Melendo, es el único lugar donde el hombre es amado por sí mismo, independientemente de su reciprocidad.  Un bebé, durante sus primeros años, no nos “da” nada más que su necesidad y su pequeñez, y nos obliga a salir de nosotros mismos, para donarnos.  Eso saca de nosotros un amor monumental, pero sus gorjeos, sus sonrisas y sus manitas preciosas nos encienden el alma.

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Sin embargo, no los amamos por lo que “nos den”, en las noches en vela, en el cuidado necesario ante una enfermedad, en las manitas llenas de dulce y tierra que manchan el sillón y la ropa, hay pequeñas y grandes renuncias de los padres que nos van enseñando a amar.

En la adolescencia comienza la prueba más grande de amor. Es el momento para mostrar que en verdad el amor de padres es incondicional.  No vas a comprender a tus hijos, tal vez ni siquiera puedas mirarlos sin que se sientan intimidados, pero es cuando más amorosa y dispuestamente debemos acompañarlos, independientemente de sus rechazos, distancias o palabras, pues es cuando nos necesitan más. 

3 La medida del amor es amar sin medida

El gran monje medieval del Medioevo, San Bernardo de Claraval, afirma que “la medida del amor, es amar sin medida”.  Justamente cuando tu pequeño, que antes buscaba y reverenciaba tu calidez, presencia y opiniones, realiza un rompimiento para redescubrirse, es el momento de buscar sin pausa y sin prisa, nuevos espacios de amor, de confianza, de conexión, de espacios de crecimiento, de diálogo, de re-unión.

Implica una búsqueda constante de nuevas vías de libre recomposición de nuestra relación con ellos.  Exige generosidad y nobleza en los padres, para que no “tomemos a mal” esas dudas, redescubrimientos y distancia que se impone para que se autoafirmen.

4 Hacer un poco oídos sordos

La adolescencia es el momento para aprender a vivir la escucha selectiva.  Mira a tu pequeño que deja la niñez, y deja de escuchar tanto lo que dice, prestando atención a lo que manifiesta.  Hay muchos estudios que nos habla de lo inquietante que es para ellos ver ese mundo nuevo frente a ellos, con la autoconciencia, con el tema de los amigos, de la presión social, de sus decisiones sobre el futuro.  

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Ellos “patalean” y “manotean” pero, ojo, el pleito ¡no es contigo! Es una mezcla de frustración, temor, inquietud, ansiedad y redescubrimiento.  Atraviesan una cueva obscura y necesitan que les mostremos el camino, y que los acompañemos amorosamente, aunque sea a la distancia.

Esta habilidad de hacer oídos sordos nos exige de nuevo, amar a pesar de ellos mismos. Mostrarles que pueden confiar en ti, porque les amas incondicionalmente, y solo deseas su bien.  Sentir que hay un cordón que sirve de barandal (que es tu autoridad firme y amorosa) les brindará esa seguridad necesaria.

5 Recomenzar y recomenzar

Ellos valen todos nuestros esfuerzos.  Tal vez fallemos muchas veces, tratemos de ser amorosos y ellos se empalaguen, ¡no importa!, ellos valen todos nuestros esfuerzos.  Animémonos también nosotros a salir de la crisálida, a recomponernos, a recomenzar.

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Ser firmes en lo importante: su seguridad, los valores que los harán hombres y mujeres de bien y su salud física, emocional y espiritual es indispensable, pero hay muchos otros temas en donde ellos nos exigirán coherencia, nos pondrán a prueba, nos criticarán, nos exigirán autenticidad.

Asumamos el reto. Ellos crecen, y nos regalan la oportunidad para crecer también, nuestros maestros del amor nos arrancan un poco la piel, pero ellos están en carne viva.

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Con Dios, de la mano de tu pareja y con un fin claro en mente, esta etapa puede convertirse en una relación de ti a tú con tus hijos, incluso más bella y rica que su infancia. No le tengamos miedo, somos los mejores padres que ellos pueden tener, estamos listos, somos capaces.  

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.