A veces no somos conscientes del sufrimiento que causamos cuando herimos con nuestras palabras

La herida que más duele no es la que sangra, es la que se queda marcada en el alma y jamás cicatriza.

Erika Patricia Otero

En mi juventud solía decir lo primero que se me cruzaba por la cabeza. Era como si “no conectara la lengua al cerebro” antes de decir cualquier cosa. Solo hasta que fui víctima de alguien como yo, fue que me hice consciente de lo “mala persona” que estaba siendo.

Honestamente, me ufanaba de ser sincera. Me gustaba argumentar que no había nada más valioso que ser sincero. Francamente, es un argumento que mantengo; sin embargo, una cosa es la sinceridad y otra es ser mordaz. Y lo segundo es quien yo era.

Aprendí de la peor manera que era malvada con mis palabras. Fue solo hasta entonces que me di cuenta que debía hacer un gran cambio en mí.

Herimos a las personas de muchas maneras; pese a eso, las peores heridas son la que vienen enmascaradas de “buenas intenciones”. Muchas veces, las palabras ofensivas duelen más que un golpe. Las heridas físicas sanan mucho más rápido que las que se van directo al alma.

Hay muchas maneras en las que herimos con las palabras. A continuación verás las más frecuentes.

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1 Acusar sin argumentos

Imagina que un día de la nada eres acusada de algo que no hiciste. Estás tan confundida que no puedes defenderte. Las acusaciones no tiene base, pero para esa persona tú eres directa responsable de lo que te acusan. Lo peor es que esa persona no admite argumentos; es dueña de la verdad y no tienes manera de defenderte.

Lo que hace peor la situación es que las acusaciones vienen de especulaciones o comentarios mal intencionados de terceros.

Ese tipo de acciones genera en las relaciones muchos quiebres. Una persona que acusa a otra hace un daño inimaginable al acusado. La realidad es que la confianza se quiebra y la relación jamás vuelve ser la misma.

2 Críticas

Hay críticas de críticas. Tenemos la crítica constructiva y la dañina. En la primera, aportas tu sugerencia para mejorar algo. En la segunda, lo único que haces es recriminar algo que te desagrada.

Es justo que te enojes cuando la otra persona no escucha lo que tienes para decir, pero todo tiene límites. Cuando caes en la crítica dañina lo que haces es ridiculizar y trata de menospreciar las habilidades del otro. ¿Con qué sentido?, hacerlo sentir mal.

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Lo que no piensas que es que eso resquebraja la moral y amor propio de la otra persona. ¿Con qué sentido? ¿Para sentir que eres capaz de decir lo que piensas sin miramientos? Mala cosa.

3 Declaraciones generalizadoras

Empezaré con algunos ejemplos de este tipo de declaraciones para ponerte en contexto:

“Es que no eres capaz”

“Contigo siempre es lo mismo”

“Todo lo haces mal”

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“¿De nuevo lo mismo?”

Este tipo de expresiones lo que hacen es “mostrar” a la persona que jamás puedes esperar algo bueno de ella.

Hay maneras de decir lo mismo sin herir los sentimientos del otro. Es cuestión de ponerse en el lugar del otro y preguntarse cómo estaría mejor decir lo que te incomoda sin dañarlo.

4 Desmeritar

Restarle importancia a las acciones o logros de otra persona es desmoralizante. Es como decirle que jamás son suficientes sus esfuerzos.

Cuando se desmerita el esfuerzo del otro, lo que haces es mellar su amor propio haciéndolo sentir incapaz y tonto.

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Imagina que le dices siempre a tu hijo que su 4.5 (nota excelente 5.0) está bien, pero que “podría haber sido mejor”. Supón que llegas a casa y aunque todo está listo y limpio, ella no tuvo tiempo de ponerse guapa y le recriminas su apariencia. Eso acaba con la paciencia y el amor del ser más amable.

Cuando eres consiente de que no eres perfecto, valoras lo que los demás hacen para hacerte feliz.

5 Atención negativa

Centrarte en lo que una persona no hizo o hizo mal, enfoca la situación de manera equivocada.

No es lo mismo decirle a tu hijo: “¡Que mal estudiante eres!. Siempre sacas un 3 en lugar de un 5, no te falta nada en casa ¿Cuál es tu problema?”, a decirle: “Vamos a ver qué pasa. ¿Por qué te va tan mal en el colegio?

¿Ves la diferencia? Nada se gana con atacar a la persona e ignorar el problema base; el problema es el que debe ser enfocado. De esa manera, se evita caer más de golpe en la autoestima de esa persona; ya tiene suficiente con lo que está lidiando.

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Desarrollando asertividad

El mundo sería un mejor lugar para vivir si las personas supiéramos como expresar nuestro sentir.

Justo de eso se trata la asertividad, de saber expresarnos sin dañar a nadie. Una persona asertiva es capaz de expresar de manera amable y franca lo que siente o piensa.

No se trata de “no” ser sinceros. La sinceridad no es ir por el mundo dañando con tus palabras haciendo alarde de que eres muy sincero; eso es un gran error.

Una persona asertiva sabe decir lo que piensa, negarse, ser flexible y negociar. Lo hace siempre desde el respeto a los demás y a sí mismo.

En un principio puede ser difícil volverse alguien asertivo, pero no es imposible. Es cuestión de ponerse del otro lado y pensar; ¿Cómo me sentiría si me dijeran algo hiriente bajo la premisa de que es verdad? Cuando nos hacemos consientes de esto, de verdad que aprendemos a valorar el respeto por los demás.

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Es cuestión de aprender a ser prudentes, de querer aprender a expresarnos de manera adecuada. Es cuestión de voluntad, de pensar dos veces lo que vas a decir.

Te invito a poner en práctica ese ejercicio; te aseguro que tus relaciones mejorarán mucho y vas a atraer más amabilidad a tu vida.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.