Algunos sueños nos dejan grandes enseñanzas. Te invito a leer este.

No es sólo ser una mejor persona. Es también saber dónde encontrar a Dios en medio de tus tristezas. Si estás en tiempo de crisis, este es un artículo para ti.

Marta Martínez Aguirre

La misericordia reclama una labor restauradora. Hace unos días, en medio de un sueño, tuve la oportunidad de hallar la presencia de Dios en las palabras de unos niños:

Ellos iban en el ómnibus delante de mí, mirando un libro con imágenes religiosas. En determinado momento uno le dijo al otro: “Dame la goma de borrar”, y con suma ansiedad le exigía a su compañera de viaje que se la entregara pronto. De modo que la niña, un poco más pequeña que su amigo, hurgó en su mochila y se la entregó como si fuera su máximo tesoro. “Me la regaló la hermana Dionisia”, agregó como sello indiscutible del valor personal que para ella tenía. Era evidente que estaba hablando de una maestra o hermana de fe.

El niño, que no tenía más de cinco años, comenzó a borrar de forma frenética la imagen. La niña lo detuvo: “Esperá, la vas a romper”. Pero el niño insistía: “¿No ves que todavía le duelen?” Fue ahí que mi curiosidad no pudo más y me incliné hacia adelante, tratando de fisgonear de qué trataba aquello. El dulce niño, con inmensa ternura, trataba de borrar los clavos de las manos y los pies de Jesucristo. Entonces me acerqué para decirles que eso era una locura, pero cuando vi el rostro de la niña me detuve: ella era yo cuando tenía tres años. De repente la trama del sueño dio un giro impresionante: la niña (que era yo en mis propios recuerdos) le decía: “Dame, yo creo que puedo”, y de un salto bajaba del asiento y empezaba a besar y a acariciar los rostros de los demás pasajeros. Pero no dirigía sus acciones a todo el mundo, ni era al azar, tenía el don de mirar sus dolores más internos. Fue entonces que uno de mis gatos subió a la cama y me despertó al lamerme la nariz.

Como psicóloga, bien pude detenerme a mirar en los pasillos de mi inconsciente y remover quién sabe cuántas cosas en aquellas escenas. Todos los días Cristo pasa por tu vecindario, cargando la cruz, con sus manos sangrando por los fuertes clavos, pero pocas veces lo reconoces en el rostro de un vecino.

La pregunta que te haces tal vez sea “¿Para qué servir? ¿Acaso no tienes bastante con la casa revuelta, la caldera que silba vehemente su labor cumplida, los gatos corriendo por toda la casa demandando mimos y el camión del basurero que no sabe esperar? Sin agregar que el recibo de la luz ya está en el buzón y el cartero trajo otra factura; para recordarte que eres mujer, ‘madre’ de seis gatos, tienes un tumor acercándose al cerebelo, un deterioro auditivo y visual progresivos, con casi nada de trabajo y estás profundamente desesperada?”. Sin embargo, por sobre todas las circunstancias, eres una mujer de fe.

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Esa no es la historia de uno de mis pacientes, es mi vida en estos días y quiero contarte cómo hago para seguir adelante:

  • Baja a Dios de las nubes (Luis Alfredo Díaz). Uno de los cantantes uruguayos que más admiro hizo una canción que lleva ese nombre, que me inspira a hacer de Dios una realidad. Mira a tu alrededor y pregúntate quién en tu zona necesita de tus talentos: una asociación civil, un colegio, una casa de ancianos, etcétera. Tal vez puedas tocar algún instrumento musical o leer libros que inspiren, ayudar a arreglar los jardines, sacar a pasear el perro de una vecina enferma, ayudar a pintar un mural infantil, servir a través de tu profesión u oficio.
  • Escribe un blog y comparte artículos que edifiquen. Es realmente una experiencia que me sorprende cada día saber que tú y yo no nos conocemos pero que, de algún modo, nuestras vidas se unen y puedo fortalecerte o inspirarte a través de las palabras. John Quincy Adams expresó: “Si sus acciones inspiran a soñar más, aprender más, lograr más y crecer más, entonces es usted un líder”. Haz de esas palabras tu lema cotidiano.
  • Elimina lo no esencial. Esa es la frase que me digo a mí misma para motivarme a darle prioridad a las cosas que no perecen. Es muy bueno querer ayudar a otros, pero lo fundamental es tener la convicción de que vas a darles cosas que no mueren con el tiempo y perduran en la memoria. Te preguntarás: “¿Qué es lo esencial para mi vecino?” Deja que tu corazón encuentre el camino, y tendrás la respuesta adecuada.
  • No a facilísimo.com. A menudo podemos caer presa del “facilísimo.com” (es mi modo de decir al apuro de recurrir a comprar en vez de crear), y darles alimentos u objetos materiales a quienes servimos. Tienes deseos de servir y, a la vez, el reloj te marca la realidad. Es preferible que postergues tu deseo hasta asegurarte de que no vas a decirte, “Hoy voy a llevar un surtido a los niños huérfanos de la esquina”, porque si te lo dices ya has caído presa de facilísimo.com. Aunque no lo creas, tal vez los niños del orfanato tienen hambre de cuentos infantiles, una función de títeres caseros o simplemente alguien que los escuche.

¡Hay que sacarle a Cristo el peso de la cruz y los clavos! Servir es empezar por algo. Da el primer paso, toma el riesgo de sentir su mirada tierna en la tuya, sal de tu zona de confort para darte. Te aseguro que las circunstancias no podrán ver tu espíritu vencido.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: