Apaga la ansiedad, enciende tu fe

¿Por qué pensamos los padres que cargando la pesada carga de la ansiedad hacemos algo positivo? Apaguemos la ansiedad, encendamos la fe.  Dios desea nuestra serenidad.

Marilú Ochoa Méndez

La paz es un bien escaso hoy día.  La serenidad, la tranquilidad, son cosas que añoramos vivir y continuamente nos son lejanas. Sentimos que constantemente hay que estar alertas, atentos, preparados, ocupados y parece que alterados, para encajar, para avanzar, para sobrevivir, pues la ansiedad gana terreno.

La ansiedad nos carcome el alma a niños, jóvenes y adultos. El temor por el futuro, la aceptación social, el mundo laboral, nuestras relaciones, la economía, la política, la inseguridad, asfixian. Nos abruman los “hubieras”, nos duelen los “tal vez”, “ojalá pasara esto o aquello”, pensamos, con un sentimiento de orfandad que crece constantemente.

En el caso concreto de los padres, nos preocupa que nuestros hijos crezcan siendo personas de bien, que tengamos siempre la posibilidad de guiarlos, de alimentarlos en cuerpo y en espíritu. Nos preocupa la estabilidad de nuestro empleo, el precio del dólar, los pagos de los estudios universitarios de nuestros hijos, y podría seguir.  ¿No sientes que tu espalda se ha encorvado solo de leer tantas variables que podrían afectar drásticamente tu vida familiar?

Conviene que nos preguntemos sinceramente hoy,  juntos: qué conseguimos al vivir con ansiedad?.  Es que, ¿nos toca irremediablemente vivir así? Por ser padres, ¿estamos “destinados” a sufrirla?  Profundicemos: ¿Qué nos aporta? ¿Acaso nos da seguridad? ¿Nos aligera el paso diario? Definitivamente no, pero ya sumergidos en sus agobios, solemos resignarnos.  Sin embargo, podemos hacer algo para cambiar esta situación de angustia.

¿También tú estás dispuesto a cargar y cargar, por ellos?

El Pípila, también llamado Juan José de los Reyes Martínez, es un personaje legendario de la historia mexicana, pues en la guerra de independencia caminó varios cientos de metros con una antorcha en la mano y una pesada losa de piedra para quemar la puerta del refugio de los españoles (la Alhóndiga de Granaditas), con lo que los independentistas vencieron.

Advertisement

No todos los historiadores coinciden en la viabilidad de su acción, ya que se calcula que la losa de piedra pesaba dos toneladas, y que debió haber recorrido al menos un kilómetro. Sin embargo, es un héroe en el imaginario popular para chicos y grandes.

Cuando ves peligrar lo que más amas (en tu mente o en la realidad), estoy segura que podrías convertirte en otro “Pípila”. Te animarías sin dudar a cargar lo que sea, con tal de ayudar, de resolver, de proteger, de garantizar, ¿cierto?

Pero ¿es sensato cargar con tanto?

¡Ay los padres de familia de hoy! Pensamos que de nosotros depende todo. Pensamos que somos indispensables. Creemos que sí, que debemos abrumarnos, casi aplastarnos con pesadas losas de agobio, autoflagelación, estrés, porque nos parece que esto nos acerca a la seguridad que anhelamos tanto. Consideramos que tal vez si evaluamos las opciones, y estamos prevenidos para los riesgos, ¡tal vez!, podamos dejar de preocuparnos. Pero estamos muy equivocados.

¡No seamos insensatos!

La búsqueda de “seguridad” en este mundo es un espejismo. Es insensato pretender garantizarla, asegurar la armonía, mantener el control. Para los que tenemos fe, es incluso un alivio y un gran descanso salir de esa vorágine y depositarnos en los brazos de Dios Padre.

Jesús nos invita a ello cuando narra la historia del rico insensato ¿la recuerdas? Este hombre obtuvo una buena cosecha, y lo primero que pensó, es en agrandar sus graneros. En su plan, tenía ya asegurados su futuro y su descanso. (Lc 12, 13-21)  Pero recibió un duro reclamo:

Advertisement

¡Insensato!, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios“. 

Es una tentación comprensible, acumular, garantizar. Pero es imprudente, pues no tenemos control sobre lo que nos suceda en la vida.  Sin embargo, creemos que ayuda, pues al menos tenemos “un plan”, “una respuesta”. Pero el costo supera con mucho los beneficios, que son siempre de humo. 

Dejemos de cargar

Pero el mismo Jesús nos dice cómo salir de esta trampa: confiando en Dios.  Saldremos cuando renunciamos a la búsqueda de certezas, de seguridades, de garantías.  

Nuestros ojos no miran con claridad, nuestro corazón está muy atado a este mundo, lo que según tú, era “el mejor plan” para tu vida, tu familia, tus hijos, termina siendo una confusión, un error. Desde nuestra altura humana, poco podemos ver. Pero Dios, todopoderoso, fuera del tiempo y el espacio y viviendo siempre en el presente, mira con Verdad, y sabe qué es lo mejor. ¿Y si mejor nos dejamos guiar?

¿Qué nos toca en el interior? Amar la realidad, lo que es hoy nuestra vida.  Deja de agobiarte por lo que mañana harás, disfruta que hoy tienes la luz del sol, el abrazo y mirada de tus hijos, ávidos de tu atención y de tu amor.  Hoy tienes la vida, tienes brazos para acoger, tienes sonrisas que compartir con su cónyuge que aligere sus agobios. Hoy podemos soltar la pesadísima carga, y dedicarnos en cuerpo, mente y alma a atajar los minutos que se nos regalan, de la mano de nuestro más bello regalo: nuestra familia.

Antes de la lluvia de bendiciones

Algunos historiadores no creen que “El Pípila” haya hecho lo que reseña la historia: cargar una pesada losa de más de dos toneladas por un kilómetro.  Sus razones rayan en lo obvio: la sobrecarga física es tan grande, que lo hubiera matado al instante. Nuestro heroísmo como padres no consiste en recargar en nuestra espalda nuestra seguridad, sino en saber mirar y conectar con los corazones de nuestros pequeños.

No caigamos en la tentación de considerar que mientras más agobiados estemos, más demostraremos, o más tranquilidad conseguiremos.  Los corazones sedientos de nuestra familia requieren nuestra completa atención, nuestra conexión y nuestro amor incondicional.

Soltemos tú y yo esa pesada losa, dejémosla en manos de nuestro Creador, que todo lo puede, y que nos ama muchísimo. 

Desde que caí en la cuenta de esto, con los días, me asombro cada vez más de cómo el Señor me muestra que no debo preocuparme nunca. Esto solo me amarga, me agota, me hace más soberbia. Yo (y tú), estoy (estamos) siempre bajo Sus ojos.  

Y cuando menos lo esperemos, Dios, que nos ha quitado cosas, que nos ha probado, nos mostrará el porqué. Nos responderá por qué a veces la hemos pasado mal.  Mientras tanto, sigamos el camino que Él nos indique, desde la vía del amor y la confianza.  

Apaguemos la ansiedad, encendamos la fe.  Estando con Él, no hay nada qué temer. Dios te bendiga.

Advertisement

Toma un momento para compartir ...

Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.