Aprende a Quejarte

Aunque no son muy populares ni cómodas, las quejas sí pueden cambiar las cosas, sólo hay que saber hacerlas del modo correcto y por las razones correctas.

Rafael Vázquez

“No debes quejarte”. “Las quejas no cambiarán las cosas”. ¿Te suenan familiares estas frases? Las quejas son horribles. Escuchar a alguien quejándose es muy incómodo, e incluso puede llegar a ser irritante. No es bonito oír a alguien lamentando algo, murmurando o reclamando, en especial si la queja no va dirigida a quien tenga el poder de ayudarle a cambiar su situación.

A nadie le gusta estar cerca de alguien que está manifestando sus inconformidades, pero hoy quiero platicarte algo sobre las quejas que tal vez no sabías: las quejas sí son útiles y pueden ser muy benéficas tanto para tu salud como para la sociedad.

Mamá quejumbrosa

Mi madre no se queda callada cuando es objeto de alguna injusticia. En México, aunque está prohibido fumar dentro del autobús, muchos choferes lo hacen. Mi madre siempre les pide de buen modo a los que están fumando que dejen de hacerlo. Si el chofer no quiere, entonces, se toma unos minutos para reportarlo por teléfono a la delegación. Hoy, en la ruta de autobuses que usa mi mamá ya casi ningún chofer fuma durante sus trayectos.

Cuando le dan algún trato grosero en una oficina o en un almacén, mi mamá siempre pide hablar con los supervisores. Cuando mi mamá acusa, siempre dice: “No quiero que lo despida, ni que lo humille, quiero que usted lo capacite, porque está bajo su responsabilidad. No quiero que lo deje sin trabajo, sino que le diga todo lo que necesita hacer para desempeñarlo bien.”

Si hay buzón de quejas y sugerencias, ella evita molestar a los empleados y simplemente escribe su inconformidad en los mismos términos. Ha recibido infinidad de cartas de agradecimiento y muchos pequeños detalles han mejorado en esos lugares. Debo decir que mi madre también se toma sus minutos para expresar gratitud y felicitar a los buenos empleados y servidores públicos, y les pide a sus superiores que les reconozcan su buena labor.

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En una ocasión, en la televisión programaron una película con algunas escenas poco adecuadas para el público del horario infantil. Mi mamá se puso a escribir una carta en la que exponía lo que consideraba inadecuado. Nunca recibió una disculpa y la televisora siguió programando contenido inadecuado, de modo que decidió dejar de ver ese canal. Ella hizo lo que estaba a su alcance. Al ver que no obtuvo resultados, cambió la estrategia, pero ella estaba tranquila habiendo hecho que su voz se escuchara.

Es bueno quejarse

Cuando las personas están padeciendo algún tipo de dolor, una de las reacciones más comunes es un ruido gutural que suele identificarse como gemido o quejido. Numerosas investigaciones recientes han sugerido que la capacidad de “quejarse” ante un dolor colabora en cierto porcentaje en el alivio del mismo y el poder de soportarlo por más tiempo.

En lo psicológico ocurre lo mismo. Padecer o sufrir sin poder expresar nuestros “dolores” puede ser más dañino que quejarse. Cuando uno se queja, verbaliza las dificultades por las que se está pasando. Esa verbalización implica un reordenamiento lógico de las cosas en nuestra mente, lo cual nos permite dar nuevas perspectivas a nuestros problemas y tormentos. ¿Te ha pasado que después de ir y llorar junto a tu mejor amiga, mientras le platicaste lo doloroso de tu última ruptura amorosa, te ayuda a sentirte menos pesimista? No creas que todo se lo debes al chocolate que ella te invitó: también la “queja” hizo su trabajo.

Yo me quejo y me quejo

Te lo digo con el corazón en la mano: si no me quejara tanto como lo hago, sería un león enjaulado. Pero además, te diré algo más importante: tengo 12 años como profesor universitario y preuniversitario. Durante los primeros cinco años de mi experiencia docente fui un profesor horrible, inflexible, tortuoso, distante e injusto. Después yo mismo pude sentir el cambio. ¿La razón? Comencé a escuchar a los que se quejaban de mi forma de actuar.

Soy un buen profesor gracias a que siempre hay uno o más alumnos que me dicen qué les incomoda, cómo se sienten ante un desafío, cuándo les molestó algo que dije, cuán frustrante fue tratar de seguir una instrucción confusa, etc. Así que conmigo, las quejas sí funcionan, sea que yo sea el motivo de la queja o que yo tenga que quejarme de algo.

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Quéjate con Dios

Esta parte es para los que creen en Dios. Si eres cristiano, debes saber de sobra que Dios en muchas ocasiones declara en las Escrituras que escucha el lamento y el clamor de sus hijos. Lamento y clamor son sinónimos de queja. Es perfectamente legítimo orar a Dios para quejarse. A veces le pedimos a los demás que dejen de quejarse sólo para no estar cerca de ese incómodo acto, pero no tomamos en cuenta que aun cuando oramos a Dios, recurrimos a la queja, lo cual es bueno, porque Él nos escuchará.

La próxima vez que sientas un dolor, quéjate. Te hará bien y ocasionalmente sí tiene el poder de cambiar las cosas.

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