Aprender a ayudar

Ayudar es un acto de amor y de compasión sin igual, donde ambas personas salen enriquecidas. Sin embargo, ayudar tiene sus pros y sus contras si no sabes cómo hacerlo.

Marta Martínez Aguirre

Lucrecia salió llorando y corrió tres calles abajo. En cuanto tomó aire, sacó el Smartphone y llamó a su esposo. Sus lágrimas comenzaron a mojar el césped mientras del otro lado del teléfono, Fidel intentaba calmarla. Ella había dado de comer al perro, limpiado los platos acumulados de la cocina, fregado el piso del baño y puesto a lavar la ropa de cama, sin embargo, Juana parecía estar molesta.

Como ella, muchos hemos intentado alguna vez ayudar a alguien enfermo de depresión, sin embargo, también hemos salido con esa sensación de no haber realizado un buen acto de amor y servicio hacia alguien que está necesitado. Ayudar a otros no es fácil, sobre todo porque cada uno de nosotros tiene su propio modo de juzgar sus prioridades y necesidades.

Juana estaba muy agradecida, pero con franqueza le dijo a Lucrecia que se hubiera sentido más ayudada si tan solo se hubiera quedado a su lado mientras recordaba los viejos tiempos con su amado Joaquín, recientemente fallecido. Ayudar a otros tiene sus encantos, pero también sus decepciones. ¿Qué implica ayudar?

1. Ayudar sin sentir lástima o pena

Muchas veces es la pena o la lástima lo que te puede motivar a querer ayudar a otras personas, pero ambas nos impiden conectarnos con la persona a quien queremos servir. Sin embargo, cuando dejamos que nuestro corazón sea movido por el deseo de acompañar al otro en su sufrir, es la compasión la que nos impulsa a compartir en ese momento su propio dolor. Este dolor puede ser para unos estar sin empleo, para otros atravesar una separación o quizás una enfermedad repentina.

La compasión es un fuerte sentimiento que te motiva a ayudar, pero ante todo te lleva a ser humilde y acompañar al otro en su sufrimiento, reconociéndolo como igual a ti y no alguien débil o inferior. La compasión te permite salir reconfortada de la experiencia y haber hecho de ella un espacio de aprendizaje de humildad.

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2. Ayudar no es entrometerse, ni presionar

La mayoría de las veces, salimos decepcionados luego de dar ayuda cuando nos hemos olvidado de dejarnos guiar por la espera. La prisa por el deseo de servir, puede llevarnos a ayudar cuando la persona no está lista para ser sostenida. Por eso es necesario esperar a que la otra persona nos haga un pedido concreto de ayuda. Puede pasar que tu amiga no sea de las personas que busquen apoyo, si es así, tienes la oportunidad de dejarle bien claro que tú estarás dispuesta a darle una mano cuando ella esté lista.

Cuando insistes en que quieres ayudar, no haces otra cosa que presionar. En tiempo de crisis, las personas suelen estar más susceptibles y tu insistencia puede ser vivida como algo perturbador. Incluso si tu ayuda consiste en aconsejar, trata de no imponer tus modos de resolver los problemas o presionar para que haga ciertas cosas tal como tú las harías. Cada uno tiene su modo de actuar en tiempo de pruebas y sin querer puedes estar estropeando la relación.

3. Ayudar aleja el Yo egocéntrico y protagonista

El amor y la compasión nos invitan a transitar el camino de la humildad. Este camino se peregrina cuando eres capaz de despojarte de todo deseo de ser protagonista, cuando llegas al reconocimiento pleno de tus propios límites y con el reconocimiento de la otra persona como un ser humano igual a ti, herido, vulnerable, dolido. Ayudar nada tiene que ver con aplausos y redobles, todo lo contrario, se asocia más íntimamente con los papeles secundarios.

4. Ayudar nada tiene qué ver con los prejuicios

Recuerda tu propia vulnerabilidad y siente que la fragilidad también atraviesa tu propia piel, porque cuando ayudas con un corazón compasivo, construyes puentes aún en medio de grandes diferencias.

Ayuda con empatía, metiéndote en los zapatos de la otra persona, con una escucha sincera y abierta que adapte el ritmo del latir de tu corazón al de la otra persona. Pregúntate si tú hubieras vivido esa experiencia, cómo habrías reaccionado.

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Cuando intentes ayudar a alguien, recuerda estos breves consejos y deja que tu corazón esté despierto ante quien te necesita, entonces siente la alegría de haberte dado.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: