Aunque sabemos que muchos lo critican, con mi esposo hacemos esto (y nos encanta)

Como padres a veces nos planteamos qué cosas repercutirán en el futuro de nuestros hijos. Y esta es una de ellas. ¿Para bien o para mal?

Fernanda Gonzalez Casafús

Que sí, que no. Que “está mal”, pero nos gusta. Que se van a acostumbrar, pero bueno, el tiempo es tirano y van a crecer. Que nos da culpa, pero es algo que nos llena de amor. Que los médicos lo desaconsejan, pero con cuidado, lo hacemos igual. 

Miles de veces lo hemos hablado. Cientos de veces hemos dicho “ya basta”. Y decenas de veces hemos dado sermones a nuestros hijos diciéndoles que ya están grandes y que ya es tiempo de hacer un cambio rotundo. Sin embargo…

Nos encanta dormir junto a nuestros hijos

Mis hijos tienen su habitación con sus preciosos acolchados infantiles. Sus camas están repletas de muñecos de peluche que prometen acompañarlos toda la noche en un sueño delicioso. Pero no hay nada como dormir junto al calor de mamá y papá, ¿no?

Y lo sabemos. Por eso, cuando se pasan de puntillas en medio de la noche, nadie se levanta, nadie protesta y seguimos sumidos en el sueño. Sí, sabemos que no es lo ideal, pero en un abrir y cerrar de ojos serán adolescentes y lo que menos querrán será estar en la cama de mamá y papá.

Dormir con los hijos ¿sí o no?

De acuerdo a la investigación “Trastornos del sueño en niños sanos”, del Hospital Nacional “Profesor Alejandro Posada”, en Buenos Aires, Argentina, entre el 20 y 30 por ciento de los niños tienen dificultades para conciliar el sueño de noche.

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En este estudio se arrojó que, de 25 niños que dormían en la cama con sus padres,  un 64 por ciento de ellos presentaban dificultades para dormir, mientras que, en los que dormían solos o con sus hermanos, ese porcentaje disminuía a casi un 38 por ciento.

Para los expertos, el hecho de que un niño pueda dormir solo -sin sus progenitores- se enmarca dentro del proceso de desarrollo madurativo del pequeño y de su capacidad de poder desprenderse paulatinamente de sus padres y lograr su autonomía.

Entonces ¿somos malos padres?

El que esté libre de pecado, que arroje la primera almohada. ¿Quién no recuerda lo bonito que era sumirse en la cama de mamá y papá y quedarnos dormidos escuchando un cuento? Nos sentíamos amados, protegidos y a salvo.

Tal vez, luego papá nos llevaba a nuestro cuarto. Y tal vez esto era cuestión de todas las noches. Pero luego crecimos y ese recuerdo quedó grabado en el corazón.

No creo que seamos “malos padres” por permitir que nuestros hijos compartan un rato o parte de la noche nuestro lecho matrimonial. El punto es saber poner un límite, saber explicar a nuestros hijos la importancia de que mamá y papá duerman solos o que ellos tengan su cuarto.

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En la teoría, lo que dicen los expertos es más que válido. Pero puertas adentro, los padres sabemos lo difícil que es decirle “no” a un niño que muere de miedo porque “hay monstruos” en su cuarto. Por otra parte, no conozco ningún hijo de 16 años que se plante en la puerta de la habitación de sus padres, osito de felpa en mano, con cara de “¿puedo pasar? Tengo miedo”.

Muchas veces, el miedo es nuestro

Nos parece tremendo que los niños quieran dormir con nosotros, pero no sabemos ni queremos enfrentarnos a ese miedo adulto que tenemos de criar hijos “dependientes”. Pensamos que meter en la cama a nuestros hijos va a hacer que sean dependientes emocionales o que no logren autonomía.

Sin embargo, mientras más rechazamos sus pedidos de atención, mientras más desoímos sus miedos y más los empujamos a comportarse de una manera para la cual se necesita un proceso emocional paulatino, más necesidad por parte de ellos a sentirse comprendidos, escuchados, amados.

Una vez, hablando con una mamá, me dijo “Llora de noche, me busca, me llama, pero lo mando a mi marido a que lo acueste en su camita, porque si voy yo, se me parte el corazón y lo traigo a la cama con nosotros, y eso no puede suceder”. Hoy, el niño aborrece los besos y abrazos y no soporta demasiado tiempo el contacto físico. Y su mamá, quisiera volver el tiempo atrás y haber escuchado su corazón.

No tengas miedo de dar amor, sigue tu corazón

Cada noche, cuando nuestros hijos se pasan a nuestro cuarto, sabemos que hay una pequeña “culpa social” dando vueltas por allí. Es como si escuchásemos voces de todos los expertos, psicólogos y médicos diciéndonos al oído “¡saca ya mismo a tus hijos de tu cama!”.

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Sin embargo, nos arropamos, y seguimos sumidos en el dulce sueño. Muchas veces, cuando mamá y papá necesitamos tiempo a solas, ya sea porque queremos intimidad, mirar una película en la cama, leer o conversar, ellos saben muy bien que “hoy no”, y aunque protestan, lo comprenden.

Es necesario también saber poner ese límite tan sano para la pareja. Así como mamá y papá necesitan tener un espacio y un tiempo a solas, ellos deben comprender que tienen su cuarto, su cama, sus juguetes, sus cosas. Por lo tanto, si decidimos dormir con nuestros hijos, no debería ser cosa de todos los días ni de toda la noche, pues puede afectar paulatinamente la dinámica familiar y el vínculo en la pareja.

El tiempo que pasamos junto a nuestros hijos se va como agua entre las manos. Procuremos que se sientan amados, escuchados y comprendidos, pero que también sepan que todo lo que hacemos (aún sea pasarlos a su cama) es por su bien.

Y a ti ¿te gusta dormir junto a tus hijos?

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.