Bullying: cuando los hijos son los agresores en la escuela

Tu hijo puede ser el agresor y tú tienes el deber de identificar qué puede estar sucediendo detrás de su enojo y frustración.

Emma E. Sánchez

Hoy en día se habla abierta y claramente sobre el acoso escolar o el también conocido “bulling”. Se habla sobre el cómo identificarlo, los participantes, la prevención y el seguimiento y apoyo a las víctimas que lo han padecido, pero muy pocas veces se habla del victimario o aquel que molesta y agrede a sus compañeros y de la ayuda y seguimiento que también requiere.

Cuando a un padre se le dice que su hijo es un abusivo en el grupo o que agrede a sus compañeros, normalmente reacciona de manera impulsiva y hasta agresiva, dejando ver justamente de dónde proviene la agresión y violencia que el niño manifiesta.

Recuerdo con tristeza dos casos, donde tras citar a los padres de alumnos que violentaban a sus compañeros, ambos reaccionaron de maneras terribles. El primero, terminó muy bien nuestra cita y se comprometió al seguimiento que se indicaba de parte del departamento de psicopedagogía, pero no bien había llegado al estacionamiento con su hijo cuando comenzó a golpear al niño con su cinturón. Personal de seguridad del colegio de inmediato intervino para detener los  golpes del padre. El segundo caso fue similar: el padre salió de la oficina y al ver a su hijo que le esperaba afuera, lo abofeteó de inmediato.

Desafortunadamente en ambos casos se tuvo que dar de baja a los alumnos y notificar a las autoridades correspondientes.

Las manifestaciones de violencia de un niño tienen un origen, y la gran mayoría de las veces surge en el hogar

De ahí que una vez que se identifica a un “bully” o acosador se le debe dar la misma atención y el seguimiento como se hace con quien ha sido el agredido.

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El primer paso es comunicar a padre de familia la situación sin emitir juicios o condenar, pues también es cierto que hay padres dedicados y amorosos cuyos hijos toman decisiones equivocadas.

Entonces, si es tu caso el saber que tu hijo es un agresor considera estas recomendaciones:

1 Identifica tus emociones y piensa antes de actuar

Al recibir la noticia puedes sentirte apenado, muy avergonzado, herido y hasta humillado.  Podrás sentir miedo o mucha furia; pero respira, respira profundo. Si sientes mucha ira puedes pedir un momento a solas o con tu cónyuge y en privado hablar, y hasta que los sentimientos pasen, seguir con la plática o regresar a casa.

Los golpes no son la respuesta, ni ningún acto violento, eso solo complica y empeora las cosas.

2 La violencia se aprende

Revisa dónde la está aprendiendo tu hijo: un juego, un amigo mayor, ¿alguien está molestándolo? ¿Has visto algún cambio en él? Y la más importante de todas ¿tú estás agrediéndolo de alguna manera a él o algún otro integrante de la familia?

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Si no encuentras la fuente, hay mucho trabajo que hacer con calma y tranquilidad.

Nunca es bueno ir a reclamar a la otra familia o hablar con los padres de los ofendidos si se está enojado. Hay que tomarse un tiempo y mucha prudencia.

Tu nivel de respuesta hará la diferencia

A partir del momento en que sabes que tu hijo está agrediendo a otros, la manera en la que reacciones y des seguimiento hará la diferencia en el cambio de actitud o conducta del menor para bien, o para mal.

Si hay que comenzar terapia, ir al psicólogo, hacer cambios importantes en casa o como familia y ser constantes en el esfuerzo, el niño modificará la conducta y todo irá para mejora. El niño pasará este episodio como una gran experiencia de aprendizaje, pero si no hay seguimiento y no se actúa con seriedad, lo que es hoy un problema sencillo y con solución, mañana puede ser un problema tan grave que pueda llegar a convertirse en delito.

Está en tus manos inclinar la balanza para el bien de todos. Piensa muy bien, traza y sigue un plan de acción. Los maestros o autoridades educativas podrán asesorarte.

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Hay ocasiones en las que el problema ha avanzado de tal forma, que es necesario notificar o informar a las autoridades educativas; siempre mantén la calma y has del diálogo la herramienta para resolver el asunto.

3 Hablar con el niño, escucharlo

En algún momento tienes que hablar y sobre todo escuchar a tu hijo, conocer su versión y poco a poco conocer su sentir y pensar. Es muy raro que en una sola plática, los niños se abran a profundidad; normalmente toma su propio tiempo, pero sobre todo, ellos buscan que podamos escucharlos sin regaños y condenas.

Si te enojas y vas a comenzar a gritar, mejor detén la plática y al día siguiente lo puedes retomar, sin presiones y con amor de por medio, estas pláticas te ayudarán a conocer a tu hijo verdaderamente y saber qué es lo que él está viviendo para entonces hacer cambios y mejoras.

4 Identificar qué está viviendo tu hijo

Cuando el niño comienza a expresarse, tal vez pueda dejar ver problemas más serios de los que no estabas enterado: que alguien esté abusando de él, lo esté agrediendo, amenazando o intimidando.  Quizá hable de resentimientos hacia algún miembro de la familia o conocido, sea lo que sea, no pierdas el control, respira y reacciona como el adulto que tu hijo más necesita, él te está abriendo su corazón y tú debes estar a la altura del momento.

Manos a la obra

Si tu hijo se va a atendiendo en todo sentido y tú mejoras el entorno familiar, pronto todo pasará, pero esto requiere acciones claras y contundentes que le dejen saber a tu hijo tu interés por él, sobre todo el gran amor que le tienes.

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Todos nos hemos equivocado alguna vez en la vida, aún de adultos cometemos errores con demasiada frecuencia, entonces un niño o un jovencito también lo hará y  ellos nos necesitan ahí a su lado para indicarles el camino correcto. Todo esfuerzo vale la pena.

“El tiempo que hoy no inviertas en su niñez será el tiempo que la  adolescencia  te reclamará por medio de problemas”.

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.