Cómo proteger a tus hijas de la violencia de género

Vivimos en una sociedad cada vez más peligrosa para las mujeres. Si quieres saber cómo proteger a tus hijas, sigue leyendo.

Mariana Robles

Según estudios recientes, se estima que en México ocurre una violación sexual cada 4.6 minutos, lo que nos da una cifra anual de 112 000 violaciones. Esto significa que estadísticamente las mujeres mexicanas tienen más probabilidades de sufrir una violación sexual que de padecer cáncer de mama. De esas 112 mil mujeres que son víctimas de violación sexual cada año, el 78.7% tiene menos de 20 años de edad y la mayoría de ellas está entre los 10 y los 20 años. Quizá lo más doloroso de esto es que se considera que el 70% de ellas fueron agredidas por personas que pertenecen a su entorno social y familiar: son sus padres, maestros, familiares, amigos, compañeros, y conocidos de la familia.

Déjame darte algunas cifras más. En un reciente reporte de la ONU, dicho organismo señaló que en México se presentan niveles muy altos de violencia de género. Cuatro de cada diez mujeres mexicanas encuestadas en 2015 para este estudio, reportaron haber sido víctimas de violencia sexual al menos una vez en su vida; dos de cada diez dijo haber padecido ese tipo de agresión durante ese mismo año (2015).

Los mecanismos de la violencia de género

Llamamos violencia de género a la violencia de cualquier tipo (física, sexual, doméstica, laboral, psicológica, etcétera) dirigida a mujeres, debido a su condición de mujeres. Ésta se basa en la idea socialmente construida de que las mujeres valen menos que los hombres, para plantearlo en pocas palabras. Según algunos estudiosos en el tema, la violencia de género opera gracias a un mecanismo eficaz en donde se articulan tres elementos: la naturalización, la invisibilización y la impunidad.

Naturalización de la violencia

La creencia de que las mujeres valen menos se apoya en parte en la atribución de que las características físicas y fisiológicas de las mujeres las hacen ser -por naturaleza- débiles, poco racionales, física y emocionalmente frágiles. Por ejemplo, cada vez que decimos que una mujer es intratable porque “está en sus días”, o que es vulnerable por no estar acompañada de un hombre, reproducimos la naturalización de la violencia. Hacemos que parezca natural lo que es social: creemos que es natural que las mujeres sean violentadas si van solas, que un hombre acose sexualmente a una mujer que considera atractiva y que las mujeres deban subordinarse a la fuerza física y a la racionalidad masculina.

Violencia invisible

Cuando nos parece que todo esto es natural, no podemos verlo como algo inaceptable. Vemos de lo más normal que un hombre acose en el transporte público a una mujer y que otro golpee a su esposa al llegar a casa. Nos acostumbramos, tanto a que las mujeres sean despedidas de sus empleos o expulsadas de las escuelas cuando están embarazadas, como al hecho de que son ellas las culpables de un embarazo adolescente o no deseado, y la responsabilidad de asumir lo que ello implica (y de no hacerlo así, pensamos en ellas como madres “desnaturalizadas”, por cierto).

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Impunidad

El elemento que cierra este círculo es la impunidad. Evidentemente, si la violencia nos resulta tan natural que ni la vemos, entonces cualquiera puede violentar a una mujer impunemente. No me refiero solo a que, por ejemplo, de las 112 mil violaciones que mencionaba al inicio, solo 2 795 derivaron en una sentencia condenatoria, sino al hecho de que no hay un costo social para quien agrede a una mujer. En términos generales, como sociedad no sancionamos moralmente la violencia de género. A lo sumo, nos parece un problema entre particulares: un marido irascible, una chica demasiado guapa que provoca “reacciones” a su paso, una madre admirable que tiene que aguantar golpes para darle un hogar a sus hijos. Al no haber ninguna consecuencia legal o moral, la violencia crece y se extiende.

¿Cómo proteger a tus hijas?

Después de conocer un desolador panorama como éste, no podemos pensar que no hay nada qué hacer. Por ello, a continuación te comparto solo tres ideas que puedes reflexionar con tus hijas para ayudarles a combatir la violencia.

1. Rompe estereotipos de género

Rompe con la idea de que hay cosas que le toca hacer a las mujeres por naturaleza, y otras a los hombres. Asegúrate que tu hija comprenda que no hay algo en su naturaleza biológica que la haga débil, tierna, pasiva. Ella es tan fuerte e independiente como desee ser, sin importar las características de su cuerpo. También ayúdale a entender, cuando llegue el momento, que la menstruación y los cambios hormonales no la hacen irracional, loca, intratable o histérica.

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2. Ella no vale menos, ni tampoco más

Un error en el que se cae frecuentemente, es exacerbar las cualidades femeninas, llevándolas al nivel de los mismísimos ángeles. Esto no es equidad y, con demasiada frecuencia, deriva nuevamente en creer que por sus cualidades “divinas”, deben ser inmaculadas y siempre protegidas; pero tus hijas no son ángeles o princesitas que debas poner en un altar o en la torre de un castillo. Educar con equidad implica reconocer que deben tener las mismas oportunidades que los hombres para desarrollar sus capacidades y alcanzar sus sueños.

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3. Nunca es su culpa, ni hay algo malo en ella

Fomenta en tu hija la certeza de que no hay nada malo en ella y en su cuerpo; de lo contrario, fortalecerás la visión de que es normal que la violenten si alguien la juzga atractiva y, por tanto, la culpable de la violencia será ella y su belleza. Puedes, en cambio, reflexionar junto a ella que vivimos en una sociedad de violencia injustificable, y que ésta nunca se debe a algo que haya en ella o que esté haciendo mal.

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Finalmente, enseña a tu hija a levantar la voz siempre que sienta que está siendo violentada. Ayúdale a aprenderlo poniendo el ejemplo. En la medida en que llamamos a las cosas por su nombre, colaboramos a romper el ciclo de la violencia que está destruyendo la vida de tantas mujeres en el mundo.

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Mariana Robles

Mariana Robles es maestra en psicología social. Actualmente vive en México y se dedica a la docencia y la investigación.