¿Cómo sobrevivir al mal genio? (tuyo y de otros)

El enojo tiene la capacidad de sacar lo peor de nosotros, pero es una emoción poderosa que debemos aprender a controlar.

Marilú Ochoa Méndez

El enojo tiene la capacidad de sacar lo peor de nosotros, pero es una emoción poderosa. La fuerza que implica esa revolución interna nos hace sobreponernos a alguna situación y exigir lo que en otras ocasiones no hacemos con la misma fuerza.

Además, un grito saca de contexto a las personas, y las mueve (querámoslo o no), aunque solo sea para que nos presten atención. El problema es que es tan básico, que, al ser sufrido constantemente, aprendemos a ignorarlo.

Pero ha sido siempre común a través del tiempo, que las reacciones bruscas y/o que apelan a los sentimientos más básicos, sean las más utilizadas. Es mucho más potente y sencillo conseguir lo que anhelamos de otros cuando somos amables, amorosos y considerador, pero estas tres actitudes requieren de nuestra serenidad, paz interior y autocontrol, que no siempre podemos vivir.

¿El mal genio es efectivo?

La expresión “mal genio” se refiere a aquellos que reaccionan impulsiva y agresivamente ante una situación que los descoloca. Esto implica exabruptos en general: golpes, gritos, manotazos, expresiones de molestia, mal humor y hasta agresión.

La emoción puede ser válida: desesperación, estar abrumado, furia, enojo, lo que no está bien, es pretender descargar esa efervescencia en los otros. Conseguir atención y/o apoyo desde el reclamo, el rompimiento y la impulsividad, ¿será eficaz?

Advertisement

Diane Nelsen, experta autora de varios libros sobre Disciplina Positiva, afirma que entre las desventajas de la imposición de un modelo autoritario (cerrado, centrado en el adulto, centrado en conseguir la obediencia ciega del menor) está que los niños experimentan rechazo, una actitud de revanchismo, resentimiento y rencor.

Qué hacer con tu mal genio

Nuestra reflexión podría centrarse justamente en la pregunta anterior. ¿Para qué el grito, el golpe, el ruido intenso, la reacción agresiva para llamar la atención, para obligar por incomodidad o por nuestro reclamo al otro a atendernos? Pretender que otras personas (nuestros hijos u otros adultos) reaccionen por estos sentimientos primarios a nuestros estímulos es básico y pocas veces funciona.

En cambio, explicar serenamente los motivos de lo que pedimos, ayudar al otro a mirarnos y a mirarse, reflexionando sobre las consecuencias de sus actos, es mucho más valioso y efectivo.

Pero no siempre podemos, porque -volvemos a lo mismo- el grito y el sombrerazo, nos garantizan una atención inmediata, aunque perdamos autoridad, cariño y cercanía en el proceso.

Ante nuestro mal genio, primero conciencia

En primer lugar, si eres tú quien comienza con mala actitud ante un problema, lo que habría que hacer es hacer conciencia de lo poco efectiva de la práctica y considerar la empatía. Si la otra persona se sintiera como yo, ¿cómo me gustaría que actuara?, ¿a mí me gusta que me hablen siempre desde el reclamo?, ¿estoy construyendo mis relaciones o destruyéndolas poco a poco?

Advertisement

Una conciencia clara del futuro de nuestras acciones puede ayudarnos a detener estas conductas poco sanas, que solamente enturbian nuestra conexión con nuestros semejantes.

Ante tu mal genio: escúchate

El estrés, la tristeza y el agobio, te impiden tener paz. Hacen que tus interacciones sean poco asertivas y poco amables. ¿Qué te falta hacer en tu organización personal, en tu agenda diaria que te brinde la paz que tanto anhelas? Tal vez oración, tal vez ejercicio, tal vez una alimentación más sana, tal vez consejo de algún experto.

Empieza a darte momentos de calma luego de un exabrupto. Reflexiona por qué y con quién estás molesto o molesta, y dirige tu emoción hacia un fin positivo: que el enojo, la adrenalina y el fuego que corre por tu vientre, se convierta en energía para acometer tus tareas de manera que construyas, sanes, resuelvas y avances, y no te atores lastimando cada vez más a los tuyos.

No siempre eres tú, ¿qué hacer con el mal genio de otros?

Cuando controlar el temperamento depende de ti es una cosa, pero sufrir la convivencia cotidiana con una persona ácida, hiriente o explosiva es complicado.

Podemos descubrirnos realizando cosas por “miedo” a las reacciones y no por automotivación o convencimiento personal. ¿Qué hacer?

Advertisement

El centro Kidpower International, que genera estrategias para prevenir la violencia en niños de manera activa y autogestiva, sugiere una estrategia maravillosa para evitar este tipo de agresión a veces escondida: proteger nuestros sentimientos.

Te explico: no recibas el “ataque” como el otro lo “ofrece”. Aprender a tomar lo que es saludable para ti, y lo demás, déjalo. ¿Qué pasa si el otro se enoja? ¡Pues que se enoje! Esa no es tu tarea, tu tarea es recibir la necesidad, la petición de manera activa, y trabajar en una comunicación sana, no violenta que pueda unir a las personas, y no dañarlas.

El autocontrol y la amabilidad como soluciones

Cada día es una oportunidad de manejarnos y manejar nuestras relaciones con otros. El autocontrol es la primer herramienta de bloqueo hacia la micro-violencia que representan las reacciones airadas de quien no controla su carácter.

No es una herramienta sencilla, pero su trabajo puede aprenderse con relativa tranquilidad: se inicia con poner distancia entre el estímulo (tu enojo, o el enojo del otro) para recomponer la situación. Posteriormente es preciso distinguir si el enojo es por una situación externa (hambre, cansancio, desatención, resentimiento) y tratar de atender la necesidad de fondo.

Y entonces entramos con la segunda herramienta: la amabilidad. Hacernos amables para otros: tratarlos con dulzura, gentileza, atención plena. Buscar la conexión y evitar el confrontamiento sin sentido.

Advertisement

Es necesario ser protagonistas de nuestras acciones. Ningún estímulo debería llevarnos, como un huracán a una zona de conflicto, desconexión o acción que lastime a quienes amamos tanto. Es una situación posible, tratar de estar conscientes de las consecuencias de nuestros actos, recomenzar siempre tras cada error, y disculparnos, será un excelente inicio.

¿Iniciamos?

 

Toma un momento para compartir ...

Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.