Con tus acciones, enseña a tus hijos a amar al que va por el mal camino

Cuando Jesús caminó por esta tierra no dejó una sola persona fuera del alcance de su compasión y misericordia. Él dignificó al pecador, al marginado, al ignorado y al necesitado. Enseña con acciones a tus h

Marta Martínez Aguirre

Me emociona el que la gracia todavía provoca estallidos de amor. A propósito de eso, hace unos días recibí un correo electrónico con un hermoso mensaje acerca de la experiencia de sentir el amor de Dios en nuestras vidas.

Déjame que te transcriba parte de ese correo: “En el libro Kisses from Katie (Besos de Katie), Katie Davis relata el gozo de mudarse a Uganda y adoptar a varias niñas de aquel país. Un día, una de sus hijas le preguntó: «Mamá, si dejo que Jesús entre en mi corazón, ¿voy a explotar?». Al principio, Katie le dijo que no. Que Jesús entre en nuestro corazón es un acontecimiento espiritual”.

En este contexto, he leído numerosos mensajes y sé que estás preocupada porque no sabes bien cómo infundir en tus hijos el amor hacia el prójimo. Quizás esta idea te permita lograrlo:

Demuestra que tu corazón explota de amor y gratitud

Tus hijos necesitan algo más que palabras, requieren ver hechos reales y concretos.

Si algo he aprendido en esta vida es que el amor de Dios se demuestra sobre todo cuando extiendes tus manos hacia el hijo pródigo. Infortunadamente, hemos desarrollado una cultura de amor hacia el prójimo perfecto. No te enojes, pero las iglesias están llenas de personas que dicen amar al prójimo, pero apenas se acerca al coche un joven de aspecto desprolijo y con aliento alcohólico, cierran la ventanilla y le piden a Dios que los libre de ese trago amargo.

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El amor consistente en un mundo de contradicciones cristianas

Todos hemos sido rescatados de algún pozo

El asunto es que lo hemos olvidado. No importa si tu pozo fue la droga, la depresión, un divorcio por infidelidad, el abuso, la soledad… Dios nos vio allí adentro y extendió, a través de su amado Hijo, su mano de misericordia y gracia para darnos dignidad. Demuéstrales a tus hijos que tu explotas de amor y gratitud por el amor de Dios acercándote a los que no son triunfadores en este sistema que excluye y deja afuera a todo aquel que no encaje en su “programa de conquistadores”. Esa es la lógica de los fariseos, tan vigente como en los tiempos de Jesús: dejar afuera a los que no lucen camisa blanca y corbata, o no lleva un bolso lleno de Biblias bajo su brazo.

La religiosidad clavó al Hijo de Dios en la cruz. Deja de ser el fiscal de turno y no juzgues al otro según tus normas, porque quién sabe que lo llevó a ese lugar y a esa situación.

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Deja que recobren su dignidad tal como Cristo lo haría

Hazte esta pregunta: ¿cuántos amigos pecadores tengo? Si no los tienes empieza hoy a tenerlos. Hornea galletas y ve hacia esa esquina donde los adictos se reúnen. Prepara sopa caliente en invierno y camina hacia esa anciana que está sola empujando su carrito de feria, con su único amigo peludo de cuatro patas. Extiende tu amor de madre y ve hacia esa jovencita que se para en la esquina para vender su vida y dale tiempo a que te cuente su dolor. Tus hijos verán a Dios en sus rostros.

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Afuera hay hombres, mujeres y niños que han perdido su dignidad

Arrastran el dolor de un padre que los abandonó en la calle, cargan en sus espaldas una empresa que quebró, una esposa que huyó con otro más joven y sexy; algunos no pudieron ser el hijo que sus padres soñaron y otras no han dejado un solo día de sentirse nada.

Cuando Jesús caminó por esta tierra no dejó una sola persona fuera del alcance de su compasión y misericordia. Él dignificó al pecador, al marginado, al ignorado y al necesitado. La prostituta, el cobrador de impuestos, el ladrón y los niños callejeros llenaron su agenda.

No olvides que has sido redimida. Enseña a tus hijos, mediante pequeños gestos, que tu corazón explota porque a ti también te ha sido devuelta tu dignidad. Enséñales a descubrir las marcas de los clavos en el rostro sonriente de las personas que reciben tus estallidos de amor.

Eso es gracia que explota. Una gracia que provoca estallidos de amor.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: