Creí que lejos de casa no encontraría bondad y cariño en mi adversidad

Si estás pasando por momentos de dificultad, aunque estés lejos de casa, no pierdas la fuerza y la fe, la bondad y la caridad están donde menos lo esperas.

Erika Otero Romero

Viajar a un país desconocido es siempre una gran aventura e implica llevar a cabo un sin número de sacrificios. El más difícil de todos es dejar a tu familia, por no decir que además te esperan muchas experiencias, algunas de las cuales no serán agradables.

Mi aventura lejos de casa

Llegué a Ecuador a casa de un conocido en la ciudad de Quevedo. Él y su madre amablemente me dieron un lugar para vivir, pero fue por poco tiempo. Días después viajé a Guayaquil en miras de otra perspectiva de vida. Así que pasé de ir de un lugar a otro a conseguir casa y trabajo en un solo día. La familia con la que viví estaba conformada por una madre y sus cuatro hijas, de modo que yo pasé a ser la quinta. Al principio, ellas se mostraron algo reacias con mi llegada a su casa, como era de esperarse, pues nadie abre la puerta de su hogar a una completa desconocida. Pero bastaron sólo dos días para aceptarme y tratarme como una más de la familia; pagaba una renta muy económica y a cambio de esto tuve amigas que me consolaron en momentos de dolor, enfermedad, soledad, incertidumbre y hambre por quince meses.

Mi aprendizaje

Debo decirlo: jamás esperé que en un país por completo desconocido y diferente al mío, con personas de una idiosincrasia diferente a la mía; llegara a encontrar tanta amabilidad de parte de desconocidos que pasaron a ser un sustituto de mi familia. Eso es algo que no tengo cómo pagar.

El regreso

Sin embargo, extrañaba a mis seres queridos y siempre tuve en la mira regresar a mi casa. Hablaba con mis padres día de por medio, también procuraba enviarles cartas y obsequios en físico, eso me llenaba de fuerzas para seguir adelante, pues no olvidaba que la razón por la cual me había propuesto viajar al extranjero: apoyar en lo económico a mi familia, que estaba pasando por grandes desafíos monetarios en esos momentos.

Al parecer, algo fuera de mis manos obró para que regresara a mi país: mi permiso para permanecer en Ecuador expiró y no aceptaron mi solicitud de visa. Me dolió, no lo voy a negar, ya que mi propósito era quedarme allá y así garantizar la seguridad económica de los míos sin importar mucho el esfuerzo que tuviera que hacer para apoyarlos.

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Pero en definitiva, no debo pasar por alto lo que aprendí de esa experiencia y que, desde luego, me ha ayudado en estos tiempos y sé que a ti también te van a servir:

1) La bondad la encontrarás incluso en personas que no conoces

Por un tiempo creí que solo podías recibir cariño de tu familia, pero cuando la gente es honesta y buena, está dispuesta a regalarte mucho más que un plato de comida o un lugar en su hogar.

2) Eres más fuerte de lo que crees

Claro que sí, porque estás dispuesto a hacer sacrificios que no imaginabas por tus seres amados.

3) Tu familia siempre estará ahí para ti

Sin importar si estas al otro lado del mundo, las únicas personas que te amarán a pesar de tus defectos son tus seres amados. Procura corresponderles de igual manera.

4) Que tu propósito no se haya concretado no significa que has decepcionado a los tuyos

Aunque te sientas avergonzado de regresar a casa, seguro tu familia jamás te dará la espalda. Siempre querrán apoyarte para alcanzar tus metas.

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Como dije antes, regresé a casa junto a los míos; pude haber retornado al poco tiempo a Ecuador, pero hubiera sido un gran error, pues no hay aventura que valga la pena si lo único que procura es alejarte de lo que para ti tiene más valor en el mundo: tu familia.

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.