Defender los valores requiere valor

Tarde o temprano tendremos que defender nuestras convicciones y valores. Fortalece los tuyos y enseña a tus hijos hacer lo mismo.

Rafael Vázquez

Yo nunca copié en un examen. Tampoco copié la tarea de algún compañero. La mayoría de mis compañeros, amigos y conocidos lo han hecho alguna vez en su vida. Yo nunca lo hice. Mis alumnos se burlan de mí porque no lo creen, dicen que todos lo hacen. Como sea, yo jamás lo hice. Otra cosa que nunca he hecho es fumar. Nunca fumé y tampoco tengo contemplado hacerlo en el futuro. Desde niño aprendí los daños que el hábito de fumar puede causar en mi propio cuerpo y en las personas que, sin fumar, aspiran el humo del tabaco. Mis amigos de la secundaria nunca se burlaron de mí por no fumar, debo admitirlo, pero muchos de mis alumnos sí se burlan de quienes no fumamos.

Ahora que soy esposo y padre, también hay cosas que no he hecho y que la mayoría considera aceptable. Y, poco a poco, también ha crecido el rechazo social por mantenerme apegado a mis convicciones morales. Un grupo de compañeros me retiraron su amistad porque no me presté a ayudarlos a engañar al supervisor sobre nuestros salarios. El empleado de los servicios de seguridad social me ha gritado todos los insultos que ha querido porque se da cuenta de que tengo tres hijos: según él, tener hijos, y más de uno, es retrógrada, irresponsable y definitivamente malo para la sociedad.

Defender los valores requiere valor

Precisamente son mis hijos lo que considero mi mayor contribución a la sociedad. Pero soy consciente de que criarlos sin darles una formación en valores, servirá de poco para ayudar a hacer de este un mundo mejor. Al enseñar a nuestros hijos los valores morales y otros aspectos, debemos asegurarnos de que sepan que es posible que no todas las personas tengan los mismos valores, y aunque uno de los valores que debemos enseñar es el respeto, también debemos ayudarlos a que defiendan los suyos con valentía y amabilidad.

“Julia” es una jovencita pre universitaria a la que muchos de sus compañeros han usado como objeto de burla. Han hecho correr rumores falsos sobre ella para que todos la eviten y no le hablen. ¿Por qué? Porque ella se ha negado a iniciar una vida sexual, dado que está decidida a permanecer virgen hasta su matrimonio. Confía en encontrar amigos que sepan comprender esta decisión.

“Luis” es un pequeño de seis años. Un día un compañerito suyo le arrebató su almuerzo y una niña le gritó cosas muy poco corteses. Todo en un solo día. Antes de dormir, pidió la oportunidad de orar y en su oración pidió que sus compañeros no estuvieran tan tristes, ni enojados.

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¿Vale la pena?

Es cierto que a veces tener y defender valores implica nadar contra la corriente. Puede ser un camino muy solitario, por momentos. Pero con toda sinceridad puedo decir tres cosas:

  • Realmente no estás solo. Aunque las tendencias generalizadas y la permisividad moral sea muy popular, en realidad mucha gente está a favor de los valores morales más tradicionales. Algunos sólo cuestionan el origen de algunas tradiciones, pero la mayoría fomenta la formación en valores como la honradez, el servicio caritativo, la fidelidad y la espiritualidad, así como aquellos que combaten los vicios morales como la pornografía, la promiscuidad, la trampa y la corrupción.

  • Definitivamente vale la pena. Vale la pena porque la otra opción es asumir por anticipado que nadie en el mundo tiene tus valores y entonces cada uno viviría en una paranoia perpetua: nunca podríamos desarrollar confianza, cariño, ni amor por nadie y las sociedades enteras se entregarían a un miedo absurdo y destructivo.

  • Es el único legado verdadero. Más allá de fortunas, propiedades, acciones o cualquier tipo de riquezas que puedas forjar para darle seguridad y estabilidad a tu familia, los valores que les enseñes a tus hijos y que pongas en práctica en tu vida familiar serán una herencia aún mayor y con más poder para ayudarlos a ser felices.

Vivir conforme a los que consideres valores elevados, dará a tus hijos la seguridad de estar haciendo siempre lo correcto. Paulatinamente, las demás personas respetarán nuestra forma de proceder y confiarán en nuestro buen juicio. Puede parecer un camino sin mucha flexibilidad en algunos puntos, pero se puede recorrer de manera emocionante y exitosa.

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