Di sí al matrimonio

Muchos dicen que el matrimonio no es negocio. Sigue leyendo y averiguarás que es peor darle la espalda.

Yordy Giraldo

El matrimonio está en peligro de extinción. Lo que antes era el sueño de toda mujer, y también de los hombres, hoy se ha convertido en una mala palabra: decirlo es sinónimo de mal juicio, de estar anclado en el pasado, de problemas, de no tener aspiraciones en la vida.

Comprometerse, crear una familia, hacerse responsable de un hogar en pareja, desempeñar roles tradicionales, aceptar que fuimos creados en par y que en par es lógico y hasta deseable que llevemos nuestra vida, son todas ideas que se toman como error o muestra de bajas expectativas y poco criterio.

¿Es tan malo el matrimonio?

Permíteme decirte algo: El matrimonio no es solo cosa del vestido largo, ni del pastel, la luna de miel y fotos para la posteridad.

El matrimonio es un contrato, una promesa de la cual dejamos constancia en ceremonia civil y/o religiosa, donde aceptamos los derechos y obligaciones que implican vivir en pareja, y que además ante los ojos de la ley da garantías a dos personas que se aman y que desean vivir juntos. Y no sólo a ellos, sino también a su descendencia.

De acuerdo con el Código Civil del Distrito Federal, en México, “La institución del matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con el propósito de realizar comunidad de vida, con respeto entre ambos, igualdad y ayuda mutua.”

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Menospreciarlo el matrimonio es menospreciar la institución de la familia, origen y base de toda sociedad. Es menospreciar el lugar que ocupas en la vida de tu compañera(o) de vida, y menospreciar lo que de esta relación emerge y que van desde cosas tan efímeras, como bienes materiales, hasta otras especiales y maravillosas como son los hijos.

No se trata de ser anticuados, se trata de amarnos. Pero no amarnos en la irresponsabilidad de irte a su cuarto y quedarte allí hasta que el enamoramiento acabe, sino amar con la cabeza además del corazón y de unir fuerzas como la pareja que son.

Si realmente los títulos no importan y da lo mismo firmar un papel que no hacerlo, ¿por qué entonces nos llamamos esposa o esposo ante todos aun cuando realmente no lo somos?
El matrimonio es una empresa, es una apuesta para nuestra vida y futuro. Uno no abandona a la primera dificultad, sino que invierte alma, corazón y vida para que al final de ésta contemos con algo de certidumbre.

Todos deseamos y necesitamos el sentido de pertenencia, si esto no fuera importante, las personas en el mundo no desearían tanto el reconocimiento de que existen en una sociedad, de que poseen un apellido, de qe forman parte de una comunidad aunque sean minoría.

Un matrimonio es contar con el compromiso de un compañero(a), que no rehuye a dar constancia de estar allí con nosotros y para nosotros. ¿Cómo confiar en alguien que en vez de pensar en un “nosotros”, sólo ve la conveniencia de un “yo”?

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Casarse es legitimar nuestra familia en la certeza legal de que tanto tu como tus seres queridos estarán a buen resguardo de las leyes y la sociedad.

Y es que en ese sentido sólo un matrimonio legalmente instituido puede darte:

  1. Seguridad social. Este es uno de los aspectos convenientes del estar casados, por ejemplo el concubinato sólo se reconoce si llevan mínimo de dos a cinco años juntos, y esto siempre y cuando no exista una esposa legal, y si existen varias concubinas, ninguna tendrá derechos.

  2. La herencia. El concubinato no garantiza que tengas derecho a nada, por más años que lleven juntos, a menos que se haya hecho un testamento especificando lo asignado.

  3. No existe régimen que regule los aspectos económicos, así que lo más seguro es que al término de la relación se deba confiar en la buena voluntad de los involucrados, pues sólo los hijos tienen derechos, si están registrados como tales.

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  4. Pensión alimenticia. Una mujer que no ha sido casada con el padre de sus hijos tampoco tendrá derecho a pensión alimenticia en caso de una separación: sólo los hijos la tendrán.

No se trata de ser interesados, pero es justo y necesario que tengamos la frialdad de juicio suficiente para no permitir que sean las endorfinas las que determinen las bases de esa apuesta, si lo que estamos apostando es nuestro futuro.

Cuando se habla de las ventajas de la unión libre, lo primero que se menciona es el poder desentenderte con facilidad al momento de darla por terminada, el no tener obligaciones legales para con esa persona. Eso es sólo el reflejo de que no se da importancia a las obligaciones morales, pues alguien comprometido no querría deshacerse de ti con facilidad.

Si se aman y están destinados a pasar el resto de sus vidas juntos, lo harán con o sin papel de por medio, pero si de paso puedes adquirir elementos que fortalezcan tu certidumbre respecto a esa relación, que beneficien la calidad de vida tuya y de tu descendencia, ¿por qué no buscarlos?

Pensando en ello te recomiendo, di: “Sí, acepto, pero como legítimo esposo”.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.