Dime qué parte del cuerpo te duele y te diré qué problema emocional estás sufriendo

Tu cuerpo habla. En las dolencias podrás encontrar muchos mensajes ocultos. Descúbrelos.

Emma E. Sánchez

María es una persona a la que llamaríamos sana; casi no se enferma y cuando llega a padecer de algún problema de salud, es de las que rápido se recuperan. Inclusive sin medicamentos; sin embargo, de un tiempo a la fecha, ha notado dolores intensos de garganta, a tal grado de perder la voz en dos ocasiones y que no ceden con nada.

Tras conversar un poco más con ella, descubrimos que sus primeras molestias iniciaron tras la llegada de su nuevo jefe, con quien por cierto, no tuvo muy “buena química”, y con quien pronto comenzaron las discusiones y los malos entendidos.

María, pensando en su necesidad del trabajo, en ser prudente y en no querer dar mayor importancia a “situaciones normales del trabajo”, decidió mejor guardar silencio, no contradecir al jefe, y ahí fue cuando empezaron los dolores.

El cuerpo grita lo que la boca calla

Seguramente has escuchado esa frase por ahí y, si lo piensas bien, está llena de razón. Los dolores crónicos como de espalda en un área determinada, de cuello, las úlceras estomacales, apretar los dientes, dolores en las manos, las rodillas o en los pies, pueden ser expresiones físicas de dolores emocionales profundos.

Identificando y distinguiendo dolores

Una cosa es tener un accidente, lastimarse y sentir dolor por algún tiempo mientras esas heridas sanan y tras un tiempo pasan y no más; pero otra muy diferente es comenzar a tener un dolor constante, sordo, que no termina de pasar, va y viene, no te deja tranquilo y por más medicamentos, antinflamatorios, analgésicos,  relajantes musculares, masajes, imanes, agujas o compresas calientes que te pongas, el malestar y el dolor no ceden.

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Se trata entonces, de manifestaciones emocionales no resueltas.

Y a ti, ¿qué te duele?

Dentro dela medicina holística, la descodificación, algunas otras terapias alternativas y hasta la psicología, es muy importante poder analizar y reflexionar sobre el dolor y en qué parte del cuerpo se manifiesta, porque eso nos permite conocer un poco sobre su origen o la interpretación del problema no resuelto y muchas veces, callado o secreto.

Los dolores más comunes

Tu lado izquierdo representa la familia y las cuestiones maternas, mientras que el derecho, está relacionado con nuestro desempeño profesional o nuestro lado paterno.  Ahora ya van tomando forma las cosas, ¿cierto?

Entonces vamos a continuar con algunos de los dolores más recurrentes entre todos nosotros.

Espalda:

Este es el dolor más común ¡a todos nos duele la espalda!  Y es fácil de entender, nuestra espalda literalmente carga con todo ¡hasta con la familia! Revísate con sinceridad y verás que de seguro estás cargando con demasiadas responsabilidades, tareas, compromisos, culpas y hasta algunas lealtades heredadas.

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¿Cómo eliminar ese dolor? Puedes comenzar con entender y aceptar que tú sola no puedes ni debes llevar todas esas responsabilidades, ¿sabes por qué?  Porque cada vez que tomas o absorbes una carga más, es una que quitas a alguien y le privas de desarrollarse, aprender mediante el error y la experiencia.

En resumen: le incapacitas y lo privas de que tome lo que le corresponde. Luego, tú puedes comenzar a decir “no” a aquellas cosas por las que otros no quieren responsabilizarse. Es bueno ayudar pero no ser el que carga a todos. Una más: quita de tu vocabulario la frase “tengo que”. Es mucho mejor decir “quiero que”.  Verás que en breve, esa espalda se sentirá más ligera, más fuerte y presta para hacer las cosas que más amas.

Dolor de cabeza:

Es el segundo dolor más frecuente entre los adultos. La cabeza duele cuando se saturan las ideas y no encuentran salida, cuando estás pensando demasiado algo y no actúas. El dolor aparece cuando tus ideas chocan con la realidad, chocan con nuevas ideas sin diálogo y a partir del ego, el orgullo o la soberbia.

También puedes sentir dolor cuando entre tus creencias está la idea de ser perfecto y por lo tanto, te esfuerzas mucho por aparentar, tener todo bajo tu control y jamás dar un paso en falso, y por lo tanto, tus metas parecen inalcanzables. 

Qué puedes hacer: aceptar y disfrutar ser quien eres, dejar de preocuparte por el qué dirán. Concédete tiempo para ver nuevas opciones, cambiar, pero sobre todo para comenzar a actuar en lugar de solo planear y pensar.

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Dolor en el estómago:

Tu estómago cuando duele, te está diciendo en su propio lenguaje:  “No puedo digerir eso”. Las diarreas constantes, el nudo en el estómago y hasta el estreñimiento o constipación pueden ser consecuencias de lo mismo.

Tómate un momento para reflexionar y piensa en “cómo digieres” cuando la vida te cambia las cosas, cuando tras planear algo, alguien te dice que hagas otra cosa diferente a lo que a ti te hubiera gustado. ¿Cómo “digieres” cuando alguien no te cae bien, ¿cuándo alguien piensa, cree o tiene hábitos diferentes a los tuyos? ¿Qué pasa en tu interior cuando debes ceder en algo?

Sugerencias: Acéptate y acepta a los demás. Recuerda que tu punto de vista no es el único ni el mejor, las ideas, las personas y la realidad no son solo blanco y negro, hay una gran tonalidad. Cuando pienses que alguien debe cambiar, repite: Yo voy a mejorar en esto.

Dolor de cuello y cervicales:

¡Qué levante la mano todos los que tienen dolor de cuello! Se escucha por doquier y efectivamente, el cuello a todos nosotros nos grita: “¡no puedo sostener el futuro porque no puedo soltar el pasado!” 

Y bueno, ¿a quién no le preocupa el futuro? ¿Quién no tiene situaciones en su pasado que le cuesta soltar, olvidar o dejar atrás?  

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El dolor de cuello también se relaciona con la incapacidad de hablar o expresar nuestros sentimientos o por el duro juicio que tenemos hacia nosotros mismos por errores cometidos en el pasado y, por lo tanto, por sentirnos indignos de un buen futuro.

Este dolor nos invita mucho al perdón y a la humildad. El cuello, como las rodillas, tienen la capacidad de flexionarse: el cuello permite que la cabeza se incline las rodillas se doblan para arrodillarnos. Ambas acciones y posturas las relacionamos justamente con la humildad, la oración, el ego o el orgullo vencidos.

Querer sanar ya te pone en el camino

Si sientes que solo no puedes hacer frente con estos cambios, te invito de todo corazón a buscar ayuda con alguien de tu confianza, un ministro religioso, un amigo, un psicólogo o algún terapeuta, alguien con quien puedas hablar y escuchar tus pensamientos.

Por cierto, tan solo con hablar, ya te irás sintiendo mejor. ¡Ánimo!

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Emma E. Sánchez

Pedagoga y Terapista familiar y de pareja. Casada y madre de tres hijas adultas. Enamorada de la Educación y la Literatura. Escribir sobre los temas familiares para ayudar a otros es mi mejor experiencia de vida.