El camino sano para evitar las mentiras en tus hijos

¿Los hijos mienten por culpa de los padres? ¿Cómo evitar y corregir estos comportamientos? Nuestras reacciones a la mentira y lo que debemos hacer como padres.

Marilú Ochoa Méndez

“Yo no fui, mamá”, afirma tu pequeño apenado y lloroso junto al jarrón hecho pedazos. “¡Está diciendo mentiras!”, piensas tú.  Y tal vez tu primer reacción es sentir una gran preocupación y una urgencia interior a terminar con el problema de raíz. ¡Pues claro!, afirmas, ¿Quién querría que su hijo fuera mentiroso o deshonesto?

Es entonces que comienza a recorrer nuestra mente un torrente de pensamientos: ¿Qué sucederá si le permito decir mentiras? ¿Se convertirá en un mentiroso compulsivo? ¿Por qué lo hace? ¿Cómo hacerlo entender? ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Será mi culpa?.

Si permitimos que esta carrera mental siga, corremos el riesgo de agobiarnos y abatirnos, ¡gran error! Recuerda que siempre, el comportamiento de tu hijo te dice algo más de lo que ves.

Con base en esto, quisiera reflexionar contigo sobre lo que los expertos recomiendan revisar si nuestros niños mienten. ¿Me acompañas?

Las mentiras son estrategias

La psicóloga española Alicia Banderas nos recomienda en un video distinguir un punto clave: las mentiras son estrategias.  Reconocer esto nos ayudará a descargar la culpa y a reconocer en la mentira un síntoma a revisar en nuestros hijos, y no una carga más para nuestro corazón de padres.

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La siguiente pregunta es, ¿estrategias para qué?.  A este respecto, el doctor Paul Ekman, experto en el tema, afirma que los niños mienten por varios motivos, a saber:

1 Para evitar un castigo porque han hecho algo no permitido

2 Porque han cometido errores (los niños ya saben cuando han cometido un hecho no permitido por nosotros)

3 Por supervivencia (el temor a lo que pueda sucederles si aceptan que han cometido ciertos actos)

4 Porque no quieren sentirse humillados (Por ejemplo, cuando mojan la cama)

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5 Para hacer algo no permitido, que no siempre es malo (por ejemplo, comerse ese dulce extra que le has pedido deje para mañana)

Si observas, el común denominador de estos cinco puntos, es el miedo de los niños a la reacción de los padres.

¿Cómo reaccionas ante su comportamiento?

Es momento entonces de observar, ¿de qué manera reaccionas con tus hijos cuando hacen algo indebido o impropio? ¿Gritas? ¿Armas un escándalo? ¿Respiras y te das tiempo de hablar sobre ello?

Y ahora piensa conmigo, ¿qué sucedió la última vez que cometiste un error en el trabajo?, ¿y cuando dejaste las llaves adentro de casa?.  No creo que hubiera un adulto junto a ti con la cantaleta: “¡Tienes manos de mantequilla, lo que tomas se te cae!”, “¿Es que vas a hacerte responsable de las llaves alguna vez en la vida?”.

La pregunta mas importante es, ¿qué nos hace creer que debemos hablar a los niños de manera despectiva, autoritaria e hiriente cuando cometen un error? ¿Qué tal si les hablas como te gustaría que te hablaran a ti en las mismas circunstancias?

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Serenidad y confianza

Imagina que te encuentras en posición de desventaja, pues no tienes la autoridad sobre ti mismo ni sobre lo que te rodea.  No puedes comportarte como deseas, cuando lo deseas.  Tienes junto a ti un censor que validará lo que “debes hacer”, cuándo, y cómo él o ella te lo permitan, ¡Sería de locos!.

Nuestros hijos a veces viven así.

¿Cómo establecer un equilibrio entre los límites adecuados y la generación de confianza con los hijos? Con la serenidad.

Establecer una línea directa, amorosa y respetuosa con ellos, ayudará mucho a generar la confianza que permita que nos muestren su lado vulnerable, de manera que logremos apuntalarlo con ellos.

¿Cómo vivir la serenidad?

Si te cuesta trabajo dominar tus emociones, y a veces explotas en manera desmedida, tu hijo temerá hablarte de sus yerros, y de sus problemas. ¡Si reaccionas terrible cuando tiran agua en el piso!, ¿quién hablaría contigo si vive un problema mucho mayor?

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El reto entonces para los padres es ser equilibrados.  Corregirlos con amor, por su bien.  No porque “estoy de malas”, sino porque cometió un error, y yo estoy junto a él para acompañarlo en el camino a ser una persona de bien.

Para esto es importante recordar que los niños son iguales a nosotros, con la única diferencia que su cerebro aún no está completamente desarrollado, y esto les impide en gran medida medir las consecuencias de sus actos, y tener autocontrol.

Entonces, el primer paso: saber controlarnos.  El segundo, corregir de manera amorosa, distinguiendo el acto de la intención de nuestro hijo, y considerando las atenuantes: hambre, sueño, soledad, adolescencia, problemas en casa.

En el video que te comentaba arriba de la española Alicia Banderas, nos brinda algunos consejos extra:

¿Tu hijo mintió? Pregúntate la razón, y revisa, ¿es consciente de la maldad o bondad del acto? Pregúntate sus motivaciones, y si el acto fue intencional o accidental; de eso dependerá en mucho la toma de conciencia de tu hijo

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Pregúntate por las consecuencias que tiene el hecho concreto, y la razón por la que pudo ocultar su acción.

Hijo, debes obrar bien

Una vez que desmenuzas el acto, sus motivaciones y efectos, puedes sentarte con tu hijo y mostrarle que cada día, cada momento, tiene la opción de decidir si hace lo que le ayuda, lo bueno, o lo negativo.  Muéstrale que la vida es un camino largo, en el que a veces tropezamos, pero que es importante siempre retomar el rumbo.

Háblale de tus yerros, de tu vulnerabilidad, de tus dudas.  Eso le ayudará a dimensionar el momento en que vive, y mirar con esperanza el futuro.  Además, le dará seguridad para acudir a ti, que no eres perfecta tampoco.

Por último, muéstrale con tu ejemplo lo bella y valiosa que es una vida vivida con sinceridad y honestidad.

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.