“El encuentro con Dios”: un cuento espiritual que te dejará una gran enseñanza

El amor al prójimo empieza por casa y es desde nuestro hogar que se aprende. Logrando esto, estás más cerca de Dios.

Erika Patricia Otero

Todos los que creemos en una fuerza superior poderosa deseamos estar en un contacto cercano con esta.

Si crees que es fácil, la verdad es que para muchos de nosotros no lo es. Esto radica básicamente en que no tenemos fe. Estar en comunicación con Dios implica tener fe, de lo contrario será muy complicado poder creer en él.

Pese a eso, Dios se manifiesta en tu vida de diferentes maneras. Lo que tienes que saber es que debes estar abierto a esa manifestación; la razón es que esta será la que logre un cambio fuerte y real en tu vida.

Un cuento espiritual y una gran enseñanza

Dice la historia que había un niño que deseaba con todas sus fuerzas conocer a Dios.

El pequeño no sabía cómo o qué hacer para encontrarlo; así que, en su inocencia, un día decidió que iría a buscar a Dios. En su lonchera escolar guardó algunos bocadillos de chocolate y empezó una larga caminata.

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Cuando el pequeño llegó a un parque, vio en una silla de este a un anciano hombre. El viejo se hallaba alimentando a unas palomas y disfrutando de los rayos del sol.

Curioso, el niño se sentó junto al hombre, abrió su lonchera y comenzó a disfrutar de sus bocadillos de chocolate. Luego de un rato, el niño se dio cuenta que el anciano lo miraba fijamente; por esto, decidió compartir sus bocadillos con él. El anciano a manera de agradecimiento le devolvió una sonrisa. Así pasaron la tarde juntos, disfrutando y sonriendo, sin decir una palabra.

Cuando ya se hacía tarde, el niño se levantó para irse. El chiquillo comenzó a caminar, pero como si hubiera olvidado algo, regresó de inmediato para darle un abrazo al anciano. El anciano también lo abrazó y le sonrió.

Cuando el pequeño llegó a su casa, su mamá preocupada le preguntó:

-“¿Dónde estabas?, te busqué desesperada, pero ahora veo que vienes muy feliz, ¿Qué pasó?”

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El niño le respondió:

– “Mamá, hoy tuve un encuentro con Dios y comimos pastelitos de chocolate juntos”.

Por otro lado, el anciano también regresó a su casa y su hijo lo notó muy feliz; entonces él le preguntó:

– “¿Papá, por qué tan feliz hoy?”

– “Hijo, hoy sucedió algo muy especial, comí pastelitos de chocolate con Dios en el parque”; y antes de que el hijo le respondiera le dijo -“Aunque es mucho más joven de lo que pensaba…”

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Moraleja:

Nuestro concepto de Dios en ocasiones nos lleva a buscarlo en lugares lejanos. Lo interesante es que sin darnos cuenta podemos encontrarlo a través de los otros.

Ver a los demás a través de nuestros ojos infantiles

¿Recuerdas cuando eras niño? ¿Cuando no había ápice de prejuicios o de preocupaciones adultas? Honestamente, creo que todos podemos dar un paseo por nuestra mente y recordar años mejores.

Si nos damos la oportunidad de recordar nuestra infancia, podemos recordar que entonces era más fácil confiar en las personas. Sí, también la infancia puede estar tintada de matices oscuros; pese a eso, solíamos ver la vida de muchos colores, no solo blanco y negro. No solo tristeza y melancolía.

Si ahora te das el chance de ver a las personas con tus ojos infantiles, seguramente descubrirás que detrás de ellas también hay niños lastimados. Te verás reflejado en ellos y será mucho más complejo tener juicios y pensamiento equivocados de los demás.

Dios vive en cada uno de nosotros

Se supone que estamos creados a imagen y semejanza de Dios. Somos sumamente imperfectos, pero somos una pequeña manifestación del poder divino. Con esto presente, somos capaces de hacernos mejores cada día; sin embargo, somos mejores cuando vemos a Dios en los otros.

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Pero ¿Cómo podemos ver a Dios en los demás? Si miramos a los demás con ojos infantiles, es más fácil no tener prejuicios. Amar al prójimo de manera genuina requiere un poco de esfuerzo, aun así, vale la pena.

Es mucho más fácil ver a Dios en los demás cuando no tenemos prejuicios. También cuando escuchamos y comprendemos los problemas de los demás.

A veces, las personas no necesitan más que ser escuchadas sin que los prejuicios hagan de las suyas. Si puedes dar algún tipo de consuelo o alivio a sus cargas, será mucho mejor.

Muchas veces no se trata de ser generoso y dar de lo que se tiene; sino de dar justo lo que tanto te cuesta, como por ejemplo servir desinteresadamente.

Otra manera de ver a Dios en el prójimo es cuando nos damos la oportunidad de perdonar. Sé de cuenta propia que cuesta mucho, pero no es imposible. Tampoco requieres volver a retomar la amistad; solo es cuestión de no recordar la ofensa y no buscar hacer daño, solo dejar ir y seguir adelante.

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Encontrar a Dios no se limita a la búsqueda religiosa limitada a la biblia. El amor al prójimo empieza por casa y es desde nuestro hogar que se aprende. Logrando esto, estás más cerca de Dios, solo recuerda las enseñanzas de Jesucristo.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.