El mal de muchas relaciones: el cruel castigo de la indiferencia

Ignorar a quien amas no evita problemas o los disminuye, los hace más grandes, y las heridas son profundas.

Erika Patricia Otero

Hubo un tiempo en el que viví un mal amor. Estaba tan enamorada que no veía los malos tratos que de él recibía. Llegué a un punto de tolerar lo que un día dije que no le soportaría a nadie.

Si yo hacía algo y él se enojaba, solo me ignoraba. Podían pasar varios días castigándome con su indiferencia. Era como si yo no existiera. Su actitud dolía profundamente. Mientras yo me ahogaba en sufrimiento, él seguía su vida como si nada.

A pesar de eso, luego de muchas lecciones aprendidas, un día le dije adiós. Fue entonces cuando la situación cambió. Fue él quien comenzó a buscarme. Él ya estaba en una relación seria y yo ya no sentía nada por ´él.

Fue entonces cuando entendí una frase que mi mamá siempre decía: “Caricias hacen amores”. Y en efecto, no podía darle a él más que lo que recibí de su parte.

El cruel castigo de la indiferencia

Somos víctimas y victimarios. Todos hemos estado en uno de esos dos lugares. Lo triste es que a pesar que sabemos lo que duele ser tratado con indiferencia, muchas veces no evitamos tratar de la misma manera.

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Para nada estoy justificando este comportamiento. Ni darlo ni recibirlo es bueno; justo por eso es que deberíamos evitar ponerlo en práctica.

Lo peor es que no lo consideramos agresivo. La razón es que los daños que causa no se ven a simple vista. Sin embargo, las heridas que deja son profundas y difíciles de sanar, tanto en la relación como en la persona.

No hay golpes, pero es violencia

Imagina que discutes con alguien de tu familia; elige a la persona con la que menos te lleves bien, aunque la ames. Hay un mal entendido pues dijiste algo que fue mal interpretado y tratas de aclarar la situación. Pese a que buscas de varias maneras arreglar el problema, no puedes porque cada vez que te acercas, esa persona te ignora. Literalmente te convertiste en un fantasma.

Sé que te ha pasado. Recuerda ¿Cómo te sentiste? ¿Quizás frustrado? ¿impotente? Sé de cuenta propia que a veces dan ganas de gritarle. Incluso quieres sacudirlo por los hombros para que no pase de ti y te escuche. Sin embargo, no lo haces porque sabes que esto puede empeorar las cosas.

Muchas veces, esa persona vuelve a hablarte como si nada hubiera pasado. Eso te genera más incógnitas, pero optas por callar. El resultado a este actuar es que acumulas malestar. Poco a poco sigues adelante, pero las cosas no son iguales porque no te sientes bien, te pesa lo ocurrido.

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La realidad es que cuando se asume este tipo de actitud, se genera mucho estrés y sufrimiento. Estrés porque es una situación que te resta bienestar; y sufrimiento porque ¿a quién le gusta tener enfrentamientos con alguien que quiere.

Al ignorarte, te anulan

Anular a una persona hace referencia a quitarle autoridad o importancia a quien es. Dicho de otra manera, es hacer de cuenta que esa persona simplemente no existe. Este es un ataque pasivo, pero letal a la identidad de la persona ignorada. Quienes sufren este trato, suelen no defenderse. No lo hacen porque saben que no habrá ningún tipo de respuesta de parte de su agresor, solo el silencio.

¿Por qué las personas no se defienden de un ataque? la razón es que, al ser ignorado, que es un tipo muy común de maltrato, la persona pierde amor propio.

Ignorar adrede los reclamos de un ser querido, es igual a despreciar su presencia. ¿Qué sentido tiene entonces expresar lo que piensas o sientes si no va a haber ningún tipo de respuesta?

¿Qué revela de una persona el que te ignore?

La “ley del hielo” o que “te castiguen con el látigo de la indiferencia” lo que deja ver de alguien es que no sabe comunicar su malestar.

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Puede ser que todo lo que desea es no discutir, pero esa tampoco es la forma de superar un problema. Ignorar a alguien tampoco es una técnica educativa que ayuda al otro a cambiar un comportamiento. Es maltrato, es humillarlo, es hacer de cuenta que no existe.

Este trato además de demostrar que no saben comunicarse, deja ver una profunda inseguridad.

Muchas veces las personas callan para evitar agrandar un problema; esto es sano. Por ejemplo: digamos que discutes con tu pareja. Sientes que las cosas se están saliendo de control y que puedes llegar a decir cosas realmente hirientes; entonces, decides decirle que mejor hablan en otro momento.

Esto es muy diferente a que, desde el mismo inicio de un altercado, se trate a la contraparte con indiferencia. Esto es aplicar la ley del hielo: no escucho, no hablo y por lo tanto no hay problemas.

Solucionando los problemas

La única manera es escuchar de manera activa, sin interrumpir. Lógicamente debes recibir el mismo trato respetuoso de escucha activa. Con esto sabes que tus palabras no están siendo “echadas en saco roto”.

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Cuando las partes se comunican de esta manera, pueden llegar a una solución del problema efectiva. En este tipo de intercambio de ideas no hay heridas ni molestias acumulativas, solo conciliación.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.