El “miedo a perderse algo” o FOMO, el nuevo síndrome que debes conocer

¿Existimos solo cuando nos miran? ¿No podremos, ahora que hemos experimentado el dolor e incomodidad del aislamiento pensar en aquellos que en verdad están aislados?

Marilú Ochoa Méndez

No existe aún un diagnóstico médico que lo considere un trastorno médico, pero el “fear of missing out“(FOMO por sus siglas en inglés) o el “miedo a perderse algo”, afecta a gran parte de la población, especialmente a jóvenes.

El psicólogo madrileño José Martín del Pliego, lo define como “la intensa emoción negativa que aparece en algunas personas cuando sienten que los demás disfrutan de actividades agradables, de contactos sociales, de hacer cosas mejores y más interesantes que la persona que lo sufre”.

Para comprender más este fenómeno creciente, especialmente en los jóvenes conviene leer lo que el Dr. Joaquín Mateu Mollá dice sobre él: “El miedo al rechazo y a la soledad ya no se restringe a los momentos en que nos encontramos físicamente solos, sino que se expresa también ante un teléfono o ante un perfil en redes sociales sin notificaciones ni seguidores, pues se trata de puentes que nos unen a los demás en esta era digital“.

Nos importa conectar y ser vistos

Es importante para las personas sentirnos parte de algo. Cuando el mundo presencial es coartado por la pandemia, por el exceso de actividades que nos alejan de nuestro círculo social, por ejemplo, el virtual lo “suple”, y es cuando tratamos de mantenernos vigentes en nuestros “círculos sociales”.

El problema es que mucho en la vida “social” en redes sociales es difusa. Y conviene preguntarnos, ¿los “likes” en verdad representan que tenemos aceptación? ¿pueden construirse relaciones sanas y enriquecedoras a través de una pantalla?, ¿son estas relaciones confiables?, ¿podemos conocer en verdad a quien está detrás de un dispositivo?, ¿no es verdad que es más fácil fingir o pretender, detrás de la pantalla, ser otros?

Advertisement

Es que vivimos con ansiedad

De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud I(OMS), “En 2019, casi mil millones de personas –entre ellas un 14% de los adolescentes de todo el mundo– estaban afectadas por un trastorno mental” En su informe, comentan el tema de la ansiedad y su inquietante aumento: “la depresión y la ansiedad aumentaron más de un 25% en el primer año de la pandemia solamente”.

Las redes, que se presentan como ese canal de conexión siempre a la mano, nos consuelan un poco, pero también pueden hacernos sufrir.

Urge un equilibrio

¿Será bueno buscar esa conexión humana tan añorada en espejismos? Conviene hoy más que nunca preguntarnos esto, pues nosotros y nuestros jóvenes encontramos cada vez más indispensable contar con nuestros dispositivos para conectarnos con nuestros seres queridos.

¿Se construyen relaciones significativas usando solamente la tecnología?, ¿qué necesitamos para tener paz y estabilidad mental?, ¿estamos consiguiendo de las redes sociales un crecimiento personal o permitimos que nos llenen de inquietud las interacciones que elaboramos?

¿Necesitamos lo que creemos necesitar?

Es muy saludable realizarnos tú, yo y nuestros jóvenes, estas preguntas. Pues en mucho reconocemos que la publicidad se especializa en crearnos necesidades que terminan agotándonos y dejándonos igual de huecos.

Advertisement

¿Cuándo fue la última vez que experimentaste esa sensación de plenitud y alegría?, ¿de qué manera te conectaste verdaderamente con alguien?, y ¿cuándo sucedió esto?

Mucha de esta crisis de salud mental en el mundo se debe a una profunda desconexión con nuestra esencia, con nuestro sentido de vida, con la búsqueda auténtica de la felicidad y la plenitud.

La plenitud sí está en el otro, pero no así

La realidad, registrada por el Dr Martín del Pliego, indica que “aproximadamente, el 40% de los adolescentes y el 11% de las personas mayores de 50 años sienten cierta intranquilidad si no están al tanto de lo que ocurre en las redes sociales, un dato que, parece, va en aumento”. Y esto es así porque “las redes sociales son muy accesibles y porque, además, estamos pasando por un periodo pandémico en el que contamos con más dificultad para relacionarnos físicamente”. 

Hemos tratado de entender el fenómeno, la gran sed que tenemos del otro. Pero también vemos que aquello que nos daña: la ansiedad por sentirnos mirados, al menos en redes sociales, puede ser un espejismo.

Y conviene volver a preguntarnos, ¿en verdad la fama es lo que puede llenar ese hueco en nuestro vientre que nos perturba a veces?.

Advertisement

El verdadero contacto humano puede ser el que nos “salve”

Es un mal de nuestro tiempo considerar que estar “en el escaparate” nos brinda alegría. Lo sabemos los adultos (aunque lo olvidamos mucho también), pero especialmente nuestros jóvenes necesitan que se los recordemos.

¿Existimos solo cuando nos miran? ¿No podremos, ahora que hemos experimentado el dolor e incomodidad del aislamiento pensar en aquellos que en verdad están aislados?

Llenar el “saco roto” de nuestro ego, nos va a hacer tropezar de nuevo, cuando hayamos perdido la atención momentánea que se consigue con la novedad instantánea de una publicación que llama la atención de algunos.

Podemos buscar contactos de corazón a corazón

Vayamos con nuestros hijos a lugares donde toquemos la naturaleza, toquemos la sabiduría humana, y de paso nos toquemos el corazón.

Vayamos nosotros, y llevemos a nuestros pequeños y amigos a encontrar a esas personas que viven en las periferias físicas, sociales, económicas o morales de nuestra sociedad. Ellos que en verdad nos mirarán a los ojos y los llenarán de sentido y plenitud.

Advertisement

Demostremos a nuestros hijos, aturdidos y encandilados por este mundo que tanto aprecia la fama y la vigencia, que la felicidad es ese camino de ascensos, descensos, conflictos y descansos en los que buscamos a otros para darles alegría, consuelo, paz.

Este “miedo a perderse de algo”, no podrá perturbarnos más. Dejaremos de correr en esta rueda, como hámsters, nos saldremos a recorrer admirados el bello mundo que nos rodea, lleno de corazones y personas interesantes esperando que despertáramos los que pensábamos que el consuelo estaba en un “like”.

¿Te animas a despertar, invitando a despertar también a los tuyos?

Toma un momento para compartir ...

Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.