Es ciencia: Mientras más amor le des a tu hijo, más sano y feliz crecerá

La crianza con apego no es una moda, es una forma de vida donde pones todo tu corazón.

Marilú Ochoa Méndez

Hace un par de años, me encontraba en el supermercado, cargando en el fular (tela larga anudada que se utiliza para cargar a los bebés contra el cuerpo) a mi bebé de 18 meses cuando se acercó a nosotras una señora con cara de pocos amigos.  Se veía claro que algo la perturbaba mucho.

Le sonreí mirándola, preguntándome la razón de su gesto adusto y mirada molesta cuando comenzó con su lista de reclamos para mí: “¿Qué haces con esta niña apachurrada en esa tela tan oscura?, ¿No ves que se muere de calor?, ¿Sabes tú lo que te va a doler la espalda cuando llegues a mi edad?, ¿No sabes que también la libertad de movimiento les hace bien a los niños?“.

Lo primero que hice fue desconcertarme. ¿Por qué le generaba a esa señora tanto enojo mirarme portear a mi bebé?, ¿Qué la hacía enfadarse tanto para venir a regañarme con tanta autoridad? No cabía en mi cabeza.

En ese momento, otro de mis hijos que iba en el carrito, llamó mi atención con mucha insistencia. Aliviada por desembarazarme de los reclamos de la mujer, partimos juntos a buscar cualquier zona lo más alejada posible de ella.

No está bien visto embracilar

En mis trece años de maternidad, he vivido varias situaciones parecidas, lo que me da mucha tristeza.  Si alguien sabe que porteas a tu bebé, que aún lo duermes cerquita de ti, que lo llenas de besos, te lanzan el reclamo amenazador: “lo vas a embracilar”. Con esto pretenden prevenirnos: si haces al bebé dependiente de ti, no podrás separarlo de ti nunca más.

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Si has visto o vivido una situación familiar, ten confianza. ¡Nada mas fuera de la realidad!.  Nuestros hijos necesitan muchos mimos, ¡los más posibles!. Esto, además de darles seguridad,  genera efectos positivos en su vida a largo plazo. Aquí te contamos por qué.

Si consiento mucho a mi hijo, ¿se volverá un tirano?

Según comenta en una entrevista la psicóloga española Olga Carmona: “existe una creencia muy arraigada que tiene que ver con que el exceso de amor acaba por pervertir el vínculo y crear niños que tienden a tiranizar“.  Para ella, la razón para afirmar ésto, parte de una concepción autoritaria de la familia, en que los padres mandan y los hijos obedecen sin chistar. El error de esta visión del vínculo familiar está para la psicóloga en confundir el miedo con el respeto.

Algo que agobia frecuentemente a los padres en este sentido, es confundir la sobreprotección con el cariño. ¿Puede establecerse una diferencia entre ellas? ¡Claro! Un padre sobreprotege a su hijo cuando lo invalida, lo hace sentirse incapaz de protegerse, defenderse ni levantarse sin la ayuda de mamá o papá.  No es lo mismo lo anterior a la manifestación constante de un amor incondicional a los hijos.

El amor incondicional, mas que maleducar, da a los hijos la seguridad de que son amados por ellos mismos independientemente de sus acciones. Y precisamente esta seguridad, los impulsa a ser mejores cada día.

El amor al niño pequeño lo hace más seguro

Varios expertos coinciden que esforzarnos por dar amor a nuestros hijos especialmente en la primera infancia, tiene una efectividad abrumadora, pues es cuando es más fácil moldear el corazón de nuestros pequeños.

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Afirmaciones como esta son avaladas por estudios científicos como el realizado por Joanna Maselko de la Universidad de Duke en Durkham, Carolina del Norte.  En él,  se monitorearon aproximadamente 300 bebés desde los meses iniciales de vida hasta los 30 años de edad, catalogando la cercanía afectiva con sus madres, y entre las conclusiones, podemos ver que: “los vínculos saludables entre los niños pequeños y los padres son cruciales para el desarrollo emocional de los niños“.

Como muestra,  al entrevistar a los hijos adultos, los que habían tenido un apego mas cercano con su madre, eran definitivamente menos ansiosos y emocionalmente mas sanos.

Falta de amor: menores capacidades sociales

Otro estudio al respecto, realizado en 2015 en la Universidad de Notredame, afirma que “cuando no proporcionamos a los niños lo que evolucionaron para necesitar, se convierten en adultos con capacidades sociales y morales disminuidas“.

De acuerdo con lo investigado, la doctora Darcia Narváez, afirma que la cercanía afectiva, el  apoyo, y compartir tiempo de juego con los hijos, repercute positivamente en su apertura hacia la felicidad y mejores relaciones sociales.

El contacto físico es fundamental

Si un recién nacido se coloca sobre el pecho de su madre al nacer, sucede algo mágico: la temperatura de la madre sube o baja dependiendo de la necesidad de calor de su pequeño. Esta es solamente una muestra de la riqueza de mantenerlos lo más cercanos posible.

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La doctora Ann Bigelow tiene mucho qué decir al respecto, pues el contacto cercano de los hijos con sus padres los ayuda a sentir seguridad, calidez, y eventualmente a autorreconocerse como “agentes causales”.  Esto sucede cuando sus padres los imitan, reaccionan a sus muecas o gestos.

Con base en lo expuesto por la doctora en una entrevista, los bebés cuyos padres se encuentran deprimidos, pierden la autorreferencia, y no tienen un desarrollo normal.

Tenerlos cercanos al cuerpo y al corazón

El pediatra español Carlos González nos brinda una última pauta para formar hijos emocionalmente seguros: no es suficiente llevarlos cerca físicamente al cuerpo, ni procurar darles el tan famoso “tiempo de calidad”. Lo indispensable es saberlos mirar.

“Es posible llevar a un niño en brazos todo el rato pero ignorarle, o incluso si es mayorcito insistir en llevarlo en brazos cuando el niño lo que quiere es gatear. Es posible tomar en brazos a un niño que llora, pero no aceptarle ni responder a sus necesidades, sino negarlo o ridiculizarlo (“parece mentira, una niña tan grande”, “qué feo te pones cuando lloras” “no te pongas así, que no es nada”)“, mencionó el doctor.

La propuesta es la crianza con apego: mantener a los hijos cerca al cuerpo, y también al corazón. Brindarles seguridad, hacerlos sentir cómodos consigo mismos y con nosotros. Comprender y atender.

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Es un trabajo constante de paciencia, recomenzar y autodominio, es duro, pero se refleja en hijos fuertes, serenos y felices. ¿Te animas?

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.