“Es mejor ser ateo que vivir como un hipócrita”, dice el Papa

La doble moral y el doble discurso parecen ser moneda corriente en nuestra sociedad actual.

Fernanda Gonzalez Casafús

“Cuídense de la levadura de los fariseos, es decir, de su hipocresía.

Porque no hay ningún secreto que no llegue a descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse.

Por tanto, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, se oirá a la luz del día; y lo que han dicho en secreto y a puerta cerrada, será gritado desde las azoteas de las casas”.

(Lucas, 12:12)

La hipocresía es el acto de afirmar algo con total convicción, para luego hacer algo completamente diferente. Todos conocemos a alguien así. Y ciertamente hay personas que llevan la hipocresía como estandarte.

La palabra misma, en su origen etimológico refiere al verbo “actuar” o “fingir”. Es decir, pretender ser alguien quien en verdad no es. Una persona hipócrita, según la concepción actual, es alguien que no dice la verdad, que miente o que aparenta ser quien no es, para lograr algún tipo de beneficio.

“Es mejor ser ateo”

El Papa Francisco dijo en una de sus audiencias generales en el Vaticano que “es mejor ser ateo que ser hipócrita”. Lo que el sumo pontífice de la iglesia católica quiso decir, es que hay muchas personas que rasgan sus vestiduras por los necesitados, implorando a Dios, pero puertas adentro tienen el corazón impuro.

¿Con qué frecuencia vemos los escándalos de estas personas que van a la iglesia y están allí todos los días, y luego llevan una vida en la que odian a los demás o hablan mal de otras personas?“, dijo el Papa, polémico.

La hipocresía como moneda corriente

Lo que dice Francisco es lo que muchos pensamos. Cientos de personas van a la Iglesia, hablan bien de Dios, ayudan sólo cuando esa ayuda es vista por los demás, y siempre buscan un beneficio a cambio; sea éste el reconocimiento, la fama o algo más.

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La hipocresía es moneda corriente. Muchas personas, sean de la religión que sean, usan también la hipocresía como arma ante sentimientos como miedo o vergüenza. También es una forma de cobardía, pues supone no saber decir las cosas de frente o no poder enfrentarse a sus propios sentimientos.

Los políticos corruptos son también otro gran ejemplo de hipocresía, pues prometen poner empeño en salvar a la sociedad, ayudar a los necesitados, y mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, pero sólo se llenan los bolsillos a costa de la miseria de otros.

El ardid de las personas hipócritas

“Los maestros de la ley y los fariseos han sido los encargados de interpretar la ley de Moisés. Obedecedlos, pues, y cumplid cuanto os digan; pero no imitéis su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan”, dice Jesús (Mateo, 23:2,3)

Para una persona que se maneja con total falsedad y desatino entre lo que se dice y lo que se hace, tal vez el camino de la verdad sea áspero y difícil de atravesar, pero no imposible. No quiero sonar utópica pero creo en la humanidad y en origen noble del corazón de las personas. Por lo tanto, pienso que un hipócrita puede dejar de serlo, si limpia su corazón de engaños y mentiras a sí mismos.

De acuerdo a los expertos, las personas que mienten lo hacen por tener una baja autoestima, por inseguridad, falta de confianza en uno mismo, por temor al rechazo,  vergüenza, miedo al castigo y a la crítica. En muchos casos, una persona miente para manipular al otro.

Un hipócrita es alguien que se miente a sí mismo y a los demás. Van a la Iglesia, dan limosna a la salida, pero le cierran la puerta de su casa a una madre que pide comida para su hijo. Dicen amar a sus hijos y a su familia, pero el maltrato puertas adentro es insoslayable.

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Amar a Dios es amar a nuestros hermanos

Cuando decimos que amamos a Dios, amamos a quienes nos rodean. Cuando decimos que Dios es el más grande y que es Él quien encauza nuestra vida, estamos diciendo que amamos la humanidad y luchamos por el bien de ella.

La verdadera transformación de una persona hipócrita es reconocer que sus dichos están lejos de la verdad que existe en su mente y en su corazón. Por lo tanto, esa transformación debe consistir en limpiar el corazón y los pensamientos y darle paso a la sinceridad con uno mismo y con los demás.

Señales de hipocresía

Puedes estar siendo hipócrita si tienes a menudo actitudes como éstas:

Te gusta hablar de los demás

Criticas siempre a los otros, o a quienes consideras que son mejor que tú

Ayudas sólo si puedes obtener algo a cambio

Ayudas sólo si alguien puede verlo

Dices una cosa, pero haces la otra

No reconoces la hipocresía en tí

 

La sinceridad con uno mismo

No somos perfectos, y en nuestro intento de repudiar actos insanos o penosos, pecamos de hipócritas. Muchas veces nos damos cuenta de ello, y buscamos remediarlo. En ello consiste la verdadera decostrucción del ser humano; es decir, en evidenciar las fallas y contradicciones de nuestro propio discurso.

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Volver al eje, sincerarnos, seguir nuestro corazón. Dejar de andar con falsedades y mentiras. Cuando logramos ésto, la vida parece más liviana y fácil de llevar. Alivianar la carga de la pesada mochila de hipocresías que llevamos a diario, puede darnos grandes satisfacciones.

Recibe el amor de Dios en tu corazón. Perdónate y acepta tus errores. Sólo así podrás comenzar un nuevo camino, donde las falsedades y el doble discurso queden atrás.

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Fernanda Gonzalez Casafús

Fernanda es Licenciada en Periodismo, especialista en Redacción Digital y Community Managment. Editora de contenidos y redactora en Familias.com. Nacida en Argentina y mamá de dos, ama los animales, la danza, la lectura y la vida en familia. Escribir sobre la familia y la maternidad se ha convertido en su pasión.