Esto es lo que Dios te quiere recordar cuando la vida se pone difícil

Aun sin planearlo, los hombres dirigimos la mirada a Dios cuando enfrentamos un conflicto serio. ¿Es un castigo lo malo que nos sucede?

Marilú Ochoa Méndez

Todos hemos pasado por buenas y malas rachas: la muerte de un ser querido o una penosa enfermedad de alguien a quien amamos, desempleo, soledad, o incluso un pariente descarriado. Estas pruebas nos arrancan de la cotidianeidad y nos cimbran por dentro de una manera tal, que volvemos a plantearnos el sentido de nuestra vida y de nuestras relaciones.

Lamentablemente, en muchos casos pareciera que nuestra relación con Dios está condicionada a las pruebas de la vida porque por lo general cuando nos va bien, en el mejor de los casos agradecemos un poco, pero después de la fiesta se nos olvida. Si tú has sentido en carne viva el dolor de una experiencia difícil, estoy segura que Dios ha captado tu atención y, seguramente, has iniciado el diálogo con un sentido, preguntando: ¿Por qué? ¿Por qué a mí?

Relee: ¿Por qué a mí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué de esta manera?

¿Es un castigo lo malo que nos sucede?

Me cuesta mucho curar a mi hijo cuando se lastima. Es imposible lavarle la herida, pues lo que él quiere es solamente que deje de doler para seguir jugando. Sin embargo, como madre suya, es mi deber tomarlo en mis brazos y curarlo con detalle, para evitar una infección o algún otro daño.

Me gusta pensar en Dios como Padre. Me lo imagino grandioso, benigno y paternal. Lo percibo mirándome a través del sol cuando me iluminan y calientan sus rayos. Y este Dios poderoso no creo que se toque el corazón para tomarme a mí y a ti entre Sus manos y curar nuestras heridas. No se trata de ser masoquista, es cierto que duele y a menudo hasta le reclamamos Su firmeza al tallar las heridas que, seguramente, nos hemos provocado al tomar caminos equivocados. Pero debemos creer en Él, y confiar. Debemos dejarnos “curar”. Aquí te doy unos consejos para lograrlo.

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1. Evita “humanizar” a Dios

Dios no actúa con criterios humanos, Él tiene la dimensión que le da Su poder y Su sabiduría, y sabe lo que hace. Abandónate en Sus enormes y amorosos brazos, confía que no te hará pasar por experiencias más fuertes que tu capacidad de soportarlas.

Relee: Déjate acariciar por Dios.

2. Ten fe

Vive la adversidad desde lo aprendido y las enseñanzas que Dios te ha dado en tu vida. Sobre todo, vívelo desde la fe y la esperanza. La fe es creer en lo que no se ve: el cielo está negro y no se ve el sol, pero sabemos que saldrá; es entonces donde viene la esperanza. Esperemos con la seguridad de que vendrá, porque confiamos en Él, que no nos falla.

3. Aprende de los grandes

No eres el único que pasa por alguna situación penosa o complicada: busca aprendizaje y consuelo en la experiencia de aquellos que han logrado superar circunstancias muy penosas, aceptando la voluntad de Dios.

A mí me consuela mucho ver, por ejemplo, testimonios de vida como el que encontramos en el libro de Job, en la Biblia, en el Antiguo Testamento. Job -quien fue descrito por Jehová como “hombre perfecto y recto” (Job 1:8)- pasó todo tipo de tribulaciones y sufrimientos: económicos, físicos, anímicos, familiares. Podríamos preguntarnos: ¿dónde estaba Dios cuando Job fue herido con un dolor físico espantoso, cuando fue rechazado y perseguido por sus amigos, cuando su esposa le sugirió negar su fe para dar fin a su tormento y morir? Job siempre confío en su Dios, y da prueba de ello cuando afirma: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha esta mi piel, aún he de ver en mi carne a Dios, a quien yo veré por mí mismo; y mis ojos lo verán, y no otro, aunque mi corazón se consume dentro de mí” (Job 19:25-27). ¿Qué puedes hacer tú, entonces? Creer en ti mismo y creer en Él. No te dejará defraudado.

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4. No te pide más de lo que puedas hacer

Dios es padre pero también es amor y es justo; conoce tus límites. Aun cuando a veces tú mismo desconozcas de lo que eres capaz, Él te conoce desde antes de formarte en el vientre de tu madre, así que -de nuevo- confía.

5. Valora lo que tienes y ayuda al que menos tiene

Cuando falta el dinero en casa, la salud en la familia o el trabajo digno, valoramos lo que teníamos y ya no. En esos momentos Dios te da un espacio para reflexionar en dos cosas: ¿Qué has hecho con lo que te ha dado?, ¿por qué no has volteado a ver al que necesita de ti? ¡Aprovecha! Que tu vida sea un antes y después de una prueba superada de la mano de Dios. Nunca más de vuelta al camino de egoísmo y confort.

6. Aprovecha la “limpieza” que llega con la crisis

Seguro varios amigos se han alejado ya de ti. Ya te has dado cuenta que “cuenta conmigo” también es algo que se dice por compromiso. Cuando todos se van, te queda el camino libre para valorar a los que se quedan. Nunca más les quites su lugar cuando las cosas van bien, por un buen trabajo, muchos viajes, salud o dinero suficiente. Que tu familia sea tu prioridad.

Cuando las cosas no van bien, Dios te quiere decir que algo mejor viene para ti, ¡de ti despende descubrirlo!

También te invito a releer: ¡Qué gran bendición es tener dificultades!

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.