Hablar con propiedad a los niños es importante

Son pocos los adultos que se resisten a no hablar con extrema "delicadeza" a los niños, y en muchos casos no articulan bien las palabras y ocasionan que los pequeños no aprendan a hablar bien.

Arturo Leonardo

A menos de que se tenga un corazón de piedra, o ser pariente de algún malvado villano de película, es irresistible hablarles a los niños con extrema ternura. Pero, ¿qué tan bueno o malo es esto?

“Chiquear” a los niños significa ser demasiado condescendientes con ellos, consentirlos o mimarlos en demasía. ¿Quién no les ha hablado a sus hijos con un tono “cursi”? La frase, “a ver, mi niño, abra su boquita”, se transforma en un “a meerrr mi ñiño amna chu boquiteeeaa”, únicamente la entiende quien la dice.

No existe un mes “obligatorio” para que los niños hablen. Su forma de comunicación primaria es el llanto. Algunos pueden empezar a imitar sonidos desde los cuatro meses, otros formularán ciertas palabras al año; quizá alrededor de los dos o tres años se den a entender. Lo básico para aprender a hablar es el oído, los niños imitan lo que escuchan; por ello se les facilita más crear onomatopeyas, esto es, su interpretación de sonidos, por ejemplo, ¿quién puede asegurar que cuando un perro ladra, verdaderamente dice guau-guau? El niño aprende cada segundo, escucha con atención.

“Los conocimientos no deben ser introducidos dentro de la cabeza de los niños. Por el contrario, mediante la información existente los conocimientos deben ser percibidos por ellos como consecuencia de sus razonamientos”, refiere uno de los preceptos de María Montessori. Si el niño percibe que sus padres, tíos o algún miembro de su círculo familiar, le hablan con errores o vicios del lenguaje, él los adoptará como propios. Hay un dicho en México que dice: “El que con lobos anda, a aullar se enseña”; significa que aprendes de tu contexto y entorno.

El filósofo inglés, Paul Grice, estableció una serie de “máximas conversacionales”, su “principio de cooperación”, que resumen, en algunos puntos, consideraciones para sostener una charla coherente:

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Máxima de cantidad

Que su contribución contenga tanta información como se requiere; que su contribución no contenga más información de la que se requiere.

Máxima de calidad

No afirme lo que crea falso; no afirme nada de lo que no tenga pruebas suficientes.

Máxima de relación (relevancia)

Que lo que hable oportunamente sea relevante.

Máximas de modo

Evite expresarse oscuramente, evite ser ambiguo; sea breve, sea ordenado.

Es evidente que estos conceptos no se le explicarán al bebé, pero sí sería importante aplicarlos en el día a día, resaltar de nuevo la importancia de no cambiar sentidos de palabras, hablarle claro, preguntarle ¿qué quieres?, ¿tienes sueño?, ¿estás cansado?; a fin de que vaya definiendo lo que siente.

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En un caso personal puedo decir que los primeros meses con mi hijo fueron un proceso de adaptación. Un punto de acuerdo con su mamá fue llamar “mamila” al biberón, y no “bibi” o “tete” como nuestros familiares le decían; así, a su año y nueve meses el niño dice “mila-mila” cuando pide su leche; hace un esfuerzo por llamarla “mamila”, y tarde o temprano lo logrará.

Mi madre refiere, en otro ejemplo personal, que cuando yo comencé a hablar, estábamos en un parque, acompañados de un tío; yo hice un berrinche porque pedía un “helado alate”, a lo cual mi tío “no entendía” qué quería decir; después de unos minutos de enojo me forzó a abrir la boca y a expresar “Q-ui-ero- u-n he-lad-o-Cho-co-la-te”. La anécdota finaliza con la compra de un helado doble por semejante petición (gracias, tío).

Quiero dejar en claro que los niños son tremendas cajas de aprendizaje, su cerebro es como un librero vacío y conforme usted se dirija a él, es seguro que sus conceptos y entorno mejorarán. Piense en lo terrible que es decir groserías frente a los niños. En particular he modificado esta parte del lenguaje. Hay quienes dicen malas palabras, y es una forma incorrecta de expresarse que debe ser evitada. Un lenguaje educado y culto debe reemplazar la expresiones vulgares o tomar el nombre de Dios en vano.

Usted dirá si entonces es sano “chiquear” con su lenguaje a los pequeños; consiéntalos, sí, pero hábleles bien, piense que, a fin de cuentas, no todo el tiempo será bebé, entonces si le enseña a crear frases inentendibles, al tiempo, ni usted mismo comprenderá lo que quiere decirle.

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Arturo Leonardo

Comunicador fanático de sus hijos a quienes les relata día a día sus aventuras de música y deportes, gusta de leer lo que se cruce en su camino, piensa que el acto más revolucionario que puede existir es el de reír.