¿Has hablado con tus hijos sobre el amor?

Incluso los más sublimes sentimientos pueden ser corrompidos porque, como todas las pasiones, a veces nos ciegan. Ayuda a tus hijos a poder ver.

Yordy Giraldo

Es de llamar la atención lo recurrente que se están haciendo las noticias sobre adolescentes que, cegados por la pasión y los celos, deciden aplicar la de “si no es para mí, no será de nadie”; y destruyen sus vidas y todas las vidas a su alrededor cuando se convierten en asesinos, “por amor”.

Es cosa seria el tema. La adolescencia es una etapa que se caracteriza por que las hormonas son las que dominan, pero el control que ejercen siempre va en dependencia del carácter que hayamos forjado. Y es allí donde de nueva cuenta entra la familia, y sobre todo, la influencia de padres y madres.

No es por hacer más grande la de por sí ya pesada carga de las responsabilidades parentales, pero soy de la idea de que mucha de la culpa de este actuar adolescente es nuestra. Me viene a la mente un pasaje de un libro “El llano en llamas” de Juan Rulfo: “Nadie te hará daño nunca, hijo. Estoy aquí para protegerte. Por eso nací antes que tú y mis huesos se endurecieron antes que los tuyos”.

Criamos a nuestros hijos en la idea de que ellos no merecen padecer penuria alguna, que son demasiado buenos para cualquier simple mortal, y terminan creyéndolo. Y cuando la vida se pone ruda, cosa que siempre pasa, no pueden lidiar con ello y actúan bajo la idea que están haciendo lo correcto, que contra quien descargan su ira lo merece, porque ellos son los buenos de la película.

Es cierto que las amistades, las circunstancias y el entorno forman parte de todo lo que somos y seremos, pero antes de salir a las calles, antes de tener amigos, antes de las circunstancias somos lo que nos enseñan nuestras familias. Y empezamos mal si son ellas las que fomentan el egoísmo.

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Lectura recomendada: Los límites del amor

¿Has hablado con tus hijos sobre el amor? Guía de lo que debes decirles

1. El amor no se fuerza

No podemos, ni debemos forzar a una persona a que tenga sentimientos por nosotros. Los seres humanos somos libres de decidir qué queremos o no en nuestras vidas, es nuestro derecho y obligación para con nosotros.

2. Amar no garantiza que nos amen de vuelta

Aunque no es el mejor de los escenarios, a veces pasa que solo nosotros amamos. Y aunque duele, eso solo significa que cada quien tiene diferentes expectativas sobre la persona que quiere en su vida y se vale que no seamos nosotros.

3. Cuando el amor daña, no es amor

Es simple y sencillamente enfermedad. Y las enfermedades deben atenderse para poder curarnos de ellas, de lo contrario pueden terminar incapacitándonos.

4. El amor se conquista, no se impone

Luchar por amor no significa imponer nuestro amor, sino buscar ganarlo. Eso es toda la diferencia entre en quien de verdad ama y quien solo va por sus propios intereses.

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Incluso los más sublimes sentimientos pueden ser corrompidos porque, como todas las pasiones, a veces nos ciegan. Por eso, educa a tus hijos pensando en las palabras de Mario Benedetti: “Que llegue quien tenga que llegar, que se vaya quien se tenga que ir, que duela lo que tenga que doler… que pase lo que tenga que pasar”.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.