Hay personas a las que vivir sin ambiciones les hace felices, y eso está bien

La vida de las personas debe ser equilibrada: busca que tus ambiciones no nublen tus sentidos, pero tampoco busques vivir sin lograr nada.

Erika Patricia Otero

Honestamente, no sé lo que es vivir sin ambición. Para mí no tendría ningún sentido vivir de esa manera; creo que mis sueños son el mayor impulso para levantarme cada día.

Claro que no hay nada de malo vivir conforme con lo que se tiene; es total y completamente válido, y admito, hasta más sano.

Ahora bien, también puede ocurrir que tengamos temporadas donde nos sentimos satisfechos con lo que tenemos. Y por el contrario, también puede haber épocas de la vida donde tenemos sed de lograr muchos sueños. Sea como sea la situación, tenemos el deber de vivir fieles a nosotros mismos.

¿Por qué da más paz vivir sin sueños?

Posiblemente se deba a que no se tiene la presión haciendo de las suyas en la cabeza.

Quienes tenemos metas elevadas sabemos que muchas veces podemos obsesionarnos con la manera de lograrlas. Suele ocurrir que no pasa un día sin que nos torturemos pensando que no vamos a lograr lo que deseamos. Esto se vuelve una constante en la vida, a veces causando problemas hasta para dormir.

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Las personas que viven sin metas tienen una vida relajada y van a su ritmo. No se frustran porque -por ejemplo- “pasó un día y no escribió 3 paginas para su libro”.

Creo que es una forma sencilla de vivir al tener control sobre lo que se espera de uno mismo.

Vivimos en una sociedad competitiva

No es secreto que si deseas llegar lejos tienes que demostrar de qué estás hecho. Una persona que no cumple “los estándares que exige la sociedad”, está condenado a vivir por debajo del “nivel” que se considera el ideal.

Pero, ¿Esto es en realidad malo? Depende de cómo se perciba la situación.

En mi caso soy cero competitiva; no me interesa demostrarle a nadie mis capacidades y mucho menos “ganarle a nadie”. Para mí, la vida no es una competencia. Si de por sí vivo bajo estrés constante, no deseo imaginar lo que es vivir tratando de ganar siempre reconocimiento. Pese a eso, la competencia es conmigo misma. A mí misma es a quien deseo demostrar que soy capaz de ir hacia adelante.

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Ahora, hay personas que no pueden vivir si no le demuestran al mundo de lo que son capaces; y esto tampoco es malo. Quizás esto los haga parecer presumidos y prepotentes, pero no es así. Ellos solo son capaces de lograr propósitos de alto nivel, algo para lo que otros no estamos preparados.

Vivir la vida con “anti ambición”

La anti ambición es vivir una vida libre del estrés que imponen los sueños por lograr. No es lo mismo que ser pasivo o tener miedo a no lograr los propósitos. Es que se prefiere tener una filosofía de vida relajada; libre de competencia y con límites claros.

Una persona que tiene como estilo de vida la anti ambición, trabaja lo justo para vivir cómodamente. Su prioridad es tener metas que le den sentido a su vida; no buscan demostrarle al mundo su potencial. A ellos no les importa la fama, la fortuna o deslumbrar por donde van, solo les interesa ser felices a su modo.

Lo interesante de todo esto es que son muchas las personas en la actualidad eligen vivir de esta manera. Les llama la atención “llevar la contraria” a lo que se esperaría de ellos. Es como una manera de no cumplir las expectativas que otras personas tienen sobre ellos. Digamos que es una manera de oponerse a lo que la sociedad espera de sus ciudadanos

Las personas que viven de esta manera son realmente felices porque no persiguen la excelencia; solo desean una vida cómoda y llena de la paz que da la vida corriente.

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La esclavitud que viene de la mano de la ambición

No nos engañemos, son muchas las personas adictas a su trabajo. Lo triste es que, al perseguir el éxito profesional, muchas personas pierden a sus familias. No hay nada de malo en buscar la autorrealización, lo malo es descuidar las otras áreas de la vida.

La vida es un conjunto de intereses: familia, vida social, necesidades básicas, amor y profesión. Entre estos aspectos debe haber un equilibrio para que nos sintamos plenos; sin embargo, hay quienes descuidan varias áreas de su vida por perseguir la excelencia en una sola. Cuando esto ocurre, el fracaso puede ser inminente.

Un ejemplo real

Alguien a quien admiro, su sueño de juventud era ser famoso y tener mucho dinero; con mucho esfuerzo lo logró. Sin embargo, hace poco le preguntaron en una entrevista qué era la felicidad para él y su respuesta me sorprendió. Él dijo que por años creyó que la felicidad venía de la mano de la fama y el dinero. Pese a eso, admitió que ahora mismo para él la felicidad es despertar temprano y tomarse una bebida caliente.

Desde luego, no tiene las preocupaciones económicas de nosotros, los simples mortales. Aun así, él sabe lo que es pasar hambre y vivir en la pobreza. Fue esa una de las mayores razones para perseguir su mayor ambición, pero admite que no es del todo feliz.

Las letras de sus canciones están colmadas de angustia por perderse en la fama. Teme perder su humildad y volverse alguien que no pueda reconocer al espejo. Sufre el no poder tener una vida sencilla, una familia y no poder ser alguien “normal”.

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Nada en exceso es bueno. Ser completamente entregado a altas ambiciones puede romperte en pedazos.

Al parecer, tener una vida con límites sanos y con la comodidad de la normalidad es lo mejor que como personas podemos hacer para tener una buena salud metal. Pero como siempre, tú eliges, es tu vida y nadie puede obligarte a vivir según sus parámetros.

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Erika Patricia Otero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.