La culpa siempre es de la esposa

Si te comentan que un matrimonio se terminó a causa de la infidelidad, ¿qué es lo primero que piensas? ¿Quién es el verdadero culpable de esa situación?

Diana Brante Morales

Cada vez que escuchamos hablar de infidelidad, pasan por nuestra mente dos situaciones: un hombre empujado a los brazos de otra mujer por la falta de cuidados de su esposa, o una mujer seductora que necesita de la atención de otros hombres para seguir en su matrimonio. Pero, ¿qué pasa con las mujeres que son descuidadas por su esposo y terminan encontrando el amor en alguien más? O, ¿qué pasa con aquellos hombres cuya libido los ha impulsado a buscar un tercero en la relación?

¿De quién es la culpa?

Conozco el caso de una mujer estupenda: curvas pronunciadas, excelente madre, preocupada por su esposo y de aquellas mujeres que buscan complacer a su pareja en todo sentido. Pero, aun así, él buscó a otra mujer y la abandonó con sus hijos. Este caso no coincide con ninguna de las explicaciones que se plantearon al principio: ella nunca dejó de lado a su esposo, siempre priorizó los deseos de él antes que los propios y en el ámbito sexual, nunca le dio un no por respuesta.

Otra situación es la de una mujer que fue capaz de cambiar su relación estable por un hombre que la llenaba de aventura y éxtasis a diario. Siempre fue atendida por su pareja, en lo sentimental, económico y sexual, pero ella también decidió ser infiel. ¿De quién es la culpa? ¿Del novio que le dio estabilidad, de la nueva pareja aventurera o de ella por mirar hacia un lado?

Al vivir en una sociedad machista, es muy frecuente que escuchemos que la culpa es de la esposa, siempre. Ya sea porque se ha descuidado en el aspecto físico y su esposo ha dejado de desearla, o porque no ha complacido los deseos de su él. Otra razón que escuchamos con frecuencia es que se volvió tan frívola que su pobre esposo se vio en la necesidad de buscar a otra mujer, quien le entregara el cariño que ella le negaba. Pero si lo pensamos bien, sin importar cuantos casos diferentes revisemos, siempre habrá una coincidencia: ambos son culpables.

Ahora bien, ¿quieres evitar que tu relación también sea envenenada por la traición y la infidelidad? Sigue leyendo, detecta a tiempo los síntomas y trabaja en la solución, antes que se presente el problema:

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1. La rutina mata

Cuando la relación se vuelve rutinaria, es muy probable que uno de los dos busque una “aventura” para romper con lo cotidiano. Pero no es necesario “tener a alguien más” para evitar la rutina: ten una salida de novios, hagan algo divertido, atrevido, erótico, no permitan que la monotonía sea la culpable de su separación.

2. Mantén el romanticismo

No permitas que estar día a día junto a tu pareja inhiba el romanticismo: los detalles son los que alimentan el amor y permiten mantener una relación a largo plazo.

3. Los celos no son normales

Los celos son sinónimo de inseguridad, tanto propia como en relación a la persona que tenemos a nuestro lado. La falta de seguridad nos hace capaces de ver misterios donde no existen y todo puede ser mal interpretado. Cuida que los celos “cariñosos” no pasen a ser celos “obsesivos”.

4. Si se acabó el amor, siempre es posible recuperarlo

Ahora que, si el riesgo de la infidelidad se vincula al hecho de que ya no hay amor entre ustedes, éste puede volver a florecer. Muchas parejas colocan a los hijos como excusa para no dar su relación por terminada, pero lo único que consiguen es que todos los involucrados salgan perjudicados. No se trata de hacer de la vida un tormento constante. Si ya no hay amor, ambos determinen si vale la pena seguir luchando y cómo hacerlo. El matrimonio nunca será una causa perdida.

La infidelidad en cualquier relación produce un quiebre casi irreparable, pero si somos capaces de detectar los síntomas a tiempo, entonces tenemos todas las herramientas en nuestras manos para evitar que esta nauseabunda enfermedad entre en nuestra relación.

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Diana Brante Morales

Me gusta comenzar cada día como un nuevo día, darme la oportunidad de ser feliz y sonreír por las cosas básicas. Dar sin esperar nada a cambio. Siempre sorprenderme.