La era tecnológica e hiperconectada exige padres valientes
Esta madre de familia limita al máximo la exposición de sus hijos de 6 y 8 años a las pantallas. Tiene una excelente razón que te inspirará.
Marilú Ochoa Méndez
Sole Domínguez y su esposo tienen dos hijos de 6 y 8 años, y esperan en unos meses el nacimiento del quinto miembro de su familia. Los dos pequeños van a la escuela, pero su acceso a las pantallas, smartphones, tabletas, cine, televisión, es bastante controlado. Ninguno de los pequeños miró televisión hasta antes de los dos años, esto es lo que recomiendan los expertos y tú y yo hemos oído y tal vez considerado muy radical.
El diario El País, entrevistó a Sole, para preguntarle sus razones. Ella, con sencillez y claridad, comparte algo de sus vivencias, dinámica y aprendizajes. Te las compartimos.
¡Nos lo han pedido ya!
Los expertos recomiendan evitar la adicción a los dispositivos. Psicólogos, psiquiatras, médicos y pedagogos nos alertan de lo adictivos, perjudiciales y peligrosos que pueden ser si se usan en exceso. El abuso de los mismos implica riesgos físicos, intelectuales, emocionales y morales.
Sin embargo, según un estudio comparativo realizado en India, Egipto, Indonesia, Japón y Chile: “12 años es la edad más común en la que los niños obtienen su primer teléfono móvil propio. Sin embargo, existen variaciones significativas por país. Por ejemplo, en India y Japón es más común que los niños obtengan su primer teléfono cuando tienen 15 años, mientras que en Chile la edad más común es de 10 años“.
Marian Rojas, psiquiatra española, alerta con sencillez y una claridad abrumadora a los padres que, añorando un momento de descanso de la exigencia de los pequeños, les prestamos un dispositivo para distraerlos. Las pantallas les brindan luz, sonido y movimiento, tres cosas que atrapan su atención. El problema, en sus palabras es que: “Si solo consigues que el niño se esté quieto cuando tiene una tableta al lado, ese niño no sabrá gestionarse a sí mismo si se la quitas”. Y continúa: “a medida que crecen, esto tendrá otro efecto aún más grave: esos vídeos acabarán por modificar su sistema de recompensa, el que nos permite sacar fuerza de voluntad para lograr algo o para recuperarnos de un golpe grande“.
Sole tomó cartas en el asunto
Desde que sus hijos eran pequeños, esta madre tomó la decisión de seguir al pie de la letra las indicaciones de los expertos. Sus hijos no se expusieron a televisión ni pantallas sino hasta después de los dos años. Ni ella ni su esposo miran sus teléfonos frente a sus hijos, y prenden la televisión, solamente en fines de semana, eligiendo los contenidos con antelación, y de videojuegos, nada de nada.
“Mi esposo no tiene un smartphone, no tengo WhatsApp“, afirma desenfadada. Sole se dio cuenta de cómo el recibir mensajes constantes la distraían, y decidió separarse lo más posible de ese riesgo, generando esta particular dinámica familiar.
Sus hijos juegan, leen, estudian, salen al parque, platican con amigos, aprenden varios idiomas. Están integrados con sus compañeros de colegio, pero son prevenidos desde ya por sus padres que los invitan a ser críticos con el mundo hiperconectado en el que vivimos.
No le gustó porque no tenía “likes”
Sole relata al periodista una situación vivida con su hijo mayor en el colegio: un profesor les puso una canción en el aula, y sus compañeros comentaron que no les gustaba porque “no tenía likes”. La madre dice al respecto: “Le he tenido que explicar que las cosas te gustan o no, en función de una serie de parámetros más sutiles, distintos del criterio numérico, y sobre todo que las cosas no son me gusta o no, sino me gusta por esto o lo otro“.
Vale la pena preguntarnos qué tanto estamos influenciados tú y yo primero, y después, qué tanto de ese influjo es recibido por nuestros hijos en el mundo de hoy. ¿Tenemos gustos propios?, ¿nos dejamos llevar por lo “visto”, por los ‘likes’ para definir gustos, intereses, acciones?
No son los únicos
Ha sido noticia de primera plana en más de una ocasión que los altos ejecutivos de empresas de Silicon Valley, buscan para sus hijos educación más tradicional y menos tecnológica.
Uno de ellos, exingeniero informático de Intel y Microsoft, Pierre Laurent, afirma que “si le pones una pantalla a un niño pequeño limitas sus habilidades motoras, su tendencia a expandirse, su capacidad de concentración”.
Su convencimiento de esta realidad es tan profundo, que se volvió presidente del patronato de un centro Waldorf. La pedagogía Waldorf se caracteriza por volver a lo sencillo, a lo básico en la enseñanza a través del contacto de tú a tú, la observación de periodos sensitivos y un involucramiento muy intenso de los padres en el proceso de aprendizaje.
¿Estamos entre la espada y la pared?
Algunos padres, ante las exigencias de la vida laboral y familiar, y por considerase “personas de carne y hueso”, escuchan, profundizan en estas alertas, pero se sienten tan sometidos, impactados e inmersos en el mundo digital, que ante esta manera tan radical de vivir, se desaniman.
La solución, ante los retos de la crianza, nunca debería ser tirar la toalla, abrumarse. Cada familia, cada padre, con sabiduría sabe cómo guiar a sus hijos, cómo protegerlos y cómo prepararlos para la vida, pero sí es indudable, que nos corresponde brindarles herramientas para llevar una vida sana y plena.
La periodista española Laura Cano, reflexionando sobre los miembros de Silicon Valley que son ya “anti tecnología” afirma que lo que se requiere es un equilibrio entre tecnología, contacto humano, y formación para saber enfrentarse a los retos de la era digital.
Destruye el celular de tu hijo
¡¿Qué?! Apenas arriba estábamos hablando del criterio de los padres, de la autonomía que tienen al educar, de lograr un equilibrio en el uso de la tecnología, pero no podemos terminar esta reflexión sin compartirte una invitación que hace el escritor español Diego Blanco Albarova en una conferencia con niños y familias.
Una madre le pregunta cómo hacer para que su hijo lea, para que sea más crítico, para que coopere más, ella no logra sacarlo del smartphone, y pide con urgencia al autor, padre de nueve hijos, un consejo efectivo.
Diego es claro y contundente: “dale un martillazo a su móvil“, le sugiere a la madre.
El equilibrio está bien, pero no tengamos miedo de, como Sole, ser radicales a veces, si los niños y nuestra familia lo necesitan. Luego pasa que estamos hiperconectados tecnológicamente y radicalmente solos y abandonando a los que decimos amar tanto.
La familia de Sole la pasa bien, han sido valientes y han procurado lo mejor para los suyos. Podemos procurar lo mismo tú y yo a partir de hoy.