La lectio divina, una forma muy bella de orar

Estos cuatro pasos nos muestran cómo atesorar y hacer vida la Palabra de Dios, ¿ya rezas así?

Marilú Ochoa Méndez

El otro día, que fuimos en familia a misa, coincidió que celebraban las exequias de un difunto. En esta ocasión, se trataba del fallecimiento de una mujer mayor.  Había muchas más personas de lo normal en la ceremonia.  Sabemos que en estos duros momentos en los que se le da el último adiós a un ser querido, hay emociones fuertes, especialmente llanto, pero fue desconcertante ver tantos sentimientos a flor de piel.

Es que los parientes de la persona fallecida, sorprendieron a propios extraños al reproducir en los altavoces, un audio que la señora había dejado grabado precisamente para esa ocasión. Fue una sorpresa para la mayoría volver a escuchar su voz, y justamente, dando un mensaje a sus seres queridos.

Vi a muchas personas impactadas, atesorando cada palabra de esa mujer a la que habían querido tanto. Era notable que recibían consuelo, y que se bebían con mucha atención cada uno de sus consejos y agradecimientos.

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Me quedé pensando en todas las palabras que no atesoramos, en las palabras que dejamos ir, pensando que recibiremos otras en un momento, o mañana.

Las palabras más importantes

Las últimas palabras de aquellos que amamos nos cimbran.  Si pudimos disculparnos, si “le quedamos a deber” a aquella persona que impactó nuestra vida.  Son situaciones que nos remueven bastante.  Pensaba al mismo tiempo, en las palabras de Jesús, y cómo nos falta atesorarlas.  Creo que nos sucede lo mismo que con nuestros seres queridos, frecuentemente nos damos cuenta de Su valor.

Jesús, ha dejado Su palabra, palabra viva, en los Evangelios. Sus palabras, en la Biblia, son leídas alrededor de todo el mundo, pero la cifra exorbitante de suicidios, asesinatos, divorcios, adulterio, maltrato, egoísmo, delitos y personas que sufren, nos muestra cuánta falta hace leer más y mejor todo aquello que Él nos ha dejado para conocerle, amarle y extender Su amor por el mundo.

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Una bella herramienta para hacer vida la Palabra de Dios, enhilándola con nuestro día a día, es la Lectio Divina, que quisiera explicarte en este texto. Creo de corazón, que practicar la lectura orante de las Sagradas Escrituras, puede reconfortarnos, convertirnos y sanarnos.

¿Qué es, y de dónde surge?

Ya desde antes del nacimiento de Jesús, nuestros hermanos mayores en la fe, los judíos, la practicaban. Leían (y leen) fragmentos de la Torá, meditando y orando en las sinagogas sobre su significado profundo y cotidiano.

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Fue un monje cartujo, conocido como Guigo, quien, aprendiendo de esta tradición hebrea y enriqueciéndola con la cristiana, articuló en más de mil puntos, una guía conocida como “la escalera de los monjes”, con la que, de manera práctica, guiaba a los religiosos en esta forma tan bella de orar a partir de la Biblia. 

Lo más interesante de este método, es que lleva de la mano a la(s) persona(s) que deseen emplearlo, para profundizar  en este camino y abrir el corazón para escuchar a Dios.

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Un tesoro escondido en cuatro pasos

Lectio divina viene del latín, y significa “lectura divina”. Se compone por cuatro pasos que detallaremos a continuación, pero algo que destaca también su valor y belleza, es que puede realizarse tanto individual como comunitariamente.

Lectio, meditatio, oratio, contemplatio, son los cuatro pasos que pueden cimbrar nuestra vida. El beato Guigo, monje que sugiere un método para su aprendizaje, afirma lo siguiente:

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«La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide, la contemplación la saborea. La lectura es como un manjar sólido que uno se lleva a la boca, la meditación lo mastica y tritura, la oración le coge gusto, la contemplación es la misma dulzura que alegra y restablece. La lectura toca la corteza, la meditación penetra en la médula, la oración consiste en la expresión del deseo, y la contemplación radica en la delectación de la dulzura obtenida» (Beato Guigo el cartujo – Fragmento Sobre la vida contemplativa).

¿No te parece preciosa esta frase? Muestra la efectividad de este método que nos llevará de la mano a atesorar la Palabra de Dios.

Lectio o lectura, buscando la dulzura

Este paso requiere la búsqueda de la cita que se desea meditar. Una vez seleccionada, se sugiere “ir a lo secreto” como Jesús sugiere en la Escritura cuando nos invitaba a orar.  Después de orar para pedir la gracia del Encuentro con Jesús vivo, lo recomendable es leer el pasaje elegido.

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Como queremos leer bien, conviene investigar alguna palabra que no nos quede clara, y/o leer  las notas al pie de la Biblia que nos cuenten algo sobre el momento histórico que desconozcamos, o que nos pongan en contexto.  Se trata de asegurarnos de conocer a fondo lo que el texto dice en sentido literal. 

Meditatio o meditación, la búsqueda del mensaje

Una vez que nos aseguramos de haber realizado una lectura de comprensión, lo que se sugiere es buscar la frase que resuene en nuestro corazón.  Leyendo despacio, seguro encontraremos la línea, párrafo o incluso palabra que salta, que nos llama, y a partir de la cual, Dios desea que oremos.

Oratio u oración, pedir el diálogo con el Señor

Ahora nos toca “rumiar”. Démosle vueltas a esa Palabra viva de Dios que desea interpelarnos.  ¿Por qué deseas, Jesús, que hoy reflexione sobre esto en particular? ¿qué quieres decirme?, ¿con qué inquietud que vivo se relaciona?, ¿qué, que no estoy viendo, deseas que distinga?

Deja volar un diálogo con Jesús, imagínatelo sentado contigo, mirándote con esos ojos de Amor, alegre por tenerte cerca y disponible para vaciar Su ser en ti. 

Contemplatio o contemplación, saborear la dulzura

Contemplar a Dios con Su gloria nos es lejano, porque nuestra humanidad no alcanza a contener la grandeza de ese Dios que tanto nos da, tanto nos perdona, tanto nos espera, pero, una vez iniciado el diálogo, es momento de pedir a Jesús que Él sea el que dirija mensajes directos a nuestro corazón, que encienda en nuestra mente Su presencia, Sus mandatos, Sus mensajes. Aquí toca guardar silencio, y recibir la Voz silenciosa y dulce de Dios en nuestra alma.

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Si te fijas, no es algo muy complejo, la lectio divina es una forma de orar de menos a más.  Es ir sumerigéndonos en el mar insondable del Dios bueno, santo, bello y verdadero que nos espera desde la otra orilla lleno de alegría y emoción para colmarnos hasta el borde de felicidad, inspiración y mucha paz.

Anímate a orar así, y comparte con otros esta bella experiencia.

 

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.