La vida no acaba cuando empieza la vejez, es un segundo respiro

La vida no termina cuando empieza la vejez, se podría decir que apenas comienza. Demos la oportunidad a nuestros adultos mayores de GOZAR la vida hasta el final.

Erika Otero Romero

Cada uno de los periodos de la vida (prenatal, primera infancia, niñez temprana, niñez intermedia, adolescencia, juventud, madurez y adultez) tiene sus retos, oportunidades, inquietudes, bendiciones, y sus propios males. Y no debemos menospreciar ni saltarnos ninguna de esas etapas; lo que sí podemos hacer es aprovecharlas todas y gozar a plenitud la existencia; y es que esa es, en realidad, la SAL DE LA VIDA.

En algunas culturas aun se practica lo que en antropología cultural se conoce como GERONTOCRACIA: sistema en que las personas adultas mayores son líderes de alguna comunidad y, por ende, su opinión es de suma valía para asumir las decisiones que, en su concepto, benefician a dicho grupo. Es una lástima, en contraparte, que en sociedades como la nuestra la situación sea la contraria, al no tomar en cuenta a nuestros abuelos y abuelas, ni siquiera para decisiones que les atañen a ellos de manera directa, aunque todavía sean competentes para valerse por sí mismos y puedan disfrutar de una vida plena y feliz.

Es el caso de una mujer norteamericana de 98 años, llamada Evelyn, residente en una comunidad de retirados. Es una persona saludable, amable y feliz, que está siempre dispuesta a ayudar a sus amigos de barrio. En una ocasión, al querer renovar su pase de conducción (licencia de conducir), este le fue retenido porque uno de los funcionarios la consideró “muy mayor” para poseer un permiso, a pesar de que jamás había tenido una sola multa. ¿Cuál fue la actitud que asumió Evelyn? No se dio por vencida y, pese a la decisión de la oficina de licencias, regresó a presentar su prueba de nuevo y, contra todo pronóstico, pudo actualizar su permiso y volver a estar “al volante”, y al servicio de sus amigos de comunidad.

Situaciones como esta me llevaron a recordar a mi abuela, que hace ya más de dieciséis años que no está conmigo. Ella era capaz de salir y hacer sus propias diligencias y compras sin depender de nadie. Salía acompañada si, y solo si, alguien quería ir con ella. En ocasiones hacía vestidos o tejidos en crochet para darse algunos gustos, como viajes a casa de una de sus hermanas, o de nosotros, solo para ayudarnos a solucionar algún problema o por cambiar de ambiente. ¡Cuántas cosas aprendí de ella!

Por todo ello me atrevo a postular algunas pautas que tú, como persona en la mitad del maravilloso ciclo de la vida, puedes emplear y permitir a tus amados adultos mayores que aún pueden vérselas por sí mismos, gozar de la misma plenitud de vida como en “sus años mozos”:

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  • Si tus abuelos o padres que ya son adultos mayores tienen su propia casa, permite que permanezcan ahí; recuerda que no es solo una casa, es un HOGAR, un lugar lleno de sus pertenencias, de recuerdos y que se trata de su propio espacio. Esto les permitirá no sentirse como “estorbos” en tu vida; es cuestión de que los llames y los visites.

  • Si alguno de tus parientes se ha quedado solo por viudez, y el amor llega de nuevo a su vida, ¡no seas egoísta! y déjalo que vuelva a SENTIRSE joven a través de la magia del afecto.

  • Tu adulto mayor no por ser viejo tiene la muerte de “compañera de cuarto”; o dicho de otra manera, la muerte no es asunto solo de los ancianos, así que no lo entierres en vida y deja que se divierta, que salga de compras o de viaje; que viva todo lo que tenga aun por vivir.

  • Si tu pariente se enferma, cuídalo y protégelo, pero no lo hagas sentir incapacitado, porque ya tiene suficiente con estar mal de salud como para sentir que, además, se le tiene lástima o se le sobreprotege.

Hay infinidad de momentos que tu amado “anciano” puede disfrutar y aprovechar sintiéndose vivo. Recuerda que la vida es solo un respiro, que un día podemos estar en la parte alta de la montaña rusa y al otro, abajo o tal vez hemos llegado a la parada. No tenemos garantizada la vida material eterna, pero sí postergar los recuerdos de nosotros y de nuestros seres queridos a través de la gran oportunidad de dejar como herencia algo más importante que el dinero: EL AMOR QUE BRINDAMOS, EL EJEMPLO Y LAS ENSEÑANZAS.

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Erika Otero Romero

Psicóloga con experiencia en trabajo con comunidades, niños y adolescentes en riesgo.