La voz del televisor y el concepto de felicidad que te vende

Frecuentemente la publicidad trata de convencerte que la felicidad está afuera. Si haces eco de este mensaje, empiezas a sentir frustración, dolor y muchísima amargura.

Marta Martínez Aguirre

Vivimos en un mundo cada vez más cosificado. A lo largo y ancho de mundo miles de personas apenas sobreviven con un mendrugo de pan o un tazón de arroz por familia, mientras a unas cuadras de allí quizás algunos otros atiborren el carro del supermercado con alimentos que caducarán antes de ser probados. Se destinan multimillonarios presupuestos a comprar armas y armarse hasta los dientes, y paupérrimas partidas para comprar libros en las escuelas y pagar a los maestros.

La voz en el televisor

Enciendes el televisor, miras la publicidad y alguien maquiavélico trata de convencerte que la felicidad está afuera. Si haces eco de este mensaje, empiezas a sentir frustración, dolor y muchísima amargura. Parece ser que si fallas en alcanzar “eso” que supuestamente te hará feliz, el barco se irá y otros serán los que celebren desde la borda, mientras el tiburón te mira con ojos de codicia.

Haz un alto y piensa

¿Vamos a seguir educando a nuestros hijos en la obsesión de la búsqueda de la riqueza? Alguien tiene que hacer un alto en medio de tanta necedad. ¿A nadie le importa ser feliz? “Marta ―dirás―, si apenas tengo un sueldito, ¿cómo voy a ser responsable de tanto capitalismo salvaje?” Y aquí aparece una parte que es nuestra: responsabilidad en cada instante. Somos responsables de nuestras elecciones y nuestras decisiones.

Viktor Fränkl decía que ser responsables es responder. ¿Y ante quién respondemos? A otros, a ti mismo y a Dios. No existe la culpa colectiva. La responsabilidad es individual. No podemos excusarnos en “Yo no fui, fueron ellos”. Este tipo de frases deja la puerta abierta para la huída y que nadie se haga cargo de su parte.

Cuando se impone la idea de que regalar es sinónimo de gastar, amar es sinónimo de cantidad, felicidad es sinónimo de tener, vivir es sinónimo de velocidad, estamos volviéndonos locos o, peor, perdiendo nuestro sentido de la moral.

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Mensajes que eliges dar:

  • Un alimento más en la heladera, una pulgada más en la sala, una prenda de vestir más en el guardarropa, un juguete más para tirar en unos días, unas cuantas horas más para trabajar (“Hay que pagar la tarjeta de crédito”, te recuerda la voz del televisor). Horas menos para abrazar, celebrar, amar y jugar. “Veo a los niños el fin de semana” ―te dices para calmar la conciencia, y agregas sin pestañear―: “Los llevo a Don Hamburguesa”, para convencerte que eres una madre genial.

  • Pero si para el día de la abuela, tu hijo de tres años te ve desesperada pensando en qué objeto novedoso comprar, ya has dejado que sus ojos miren en dólares los momentos que debería ver en términos de felicidad. Es cierto, los tiempos han cambiado, ahora la moda es comprar, no te lo discuto. Pero nadie te dice que esa moda te lleva a cosificar a los demás, y olvidas que estar, abrazar, reír y charlar son regalos que no caducan, no necesitan código de barras ni generan impuestos.

  • Si tu hija adolescente te escucha dialogar de tu nueva pareja: “Juan es maravilloso, no sabes el auto que tiene” y agregas emocionada: “tiene además una casa en la playa”, te aseguro que le estás reafirmando el mensaje del televisor. Si le enseñas que para descubrir un buen hombre debe sacar la máquina de calcular, ten por seguro que al morir ella no tendrá ni idea si alguna vez en su vida fue amada.

  • Cuando le dices a tu hijo de once años antes de entrar al liceo: “yo no pude estudiar, espero que tú me saques adelante con tu profesión”, le estás dando el mismo mensaje que la publicidad. Dejas de ver a tu hijo como una persona para verlo como un bien, lo conviertes en medio y dejas de lado su esencia singular.

El hombre del televisor puede llenarte la mente de mensajes, es un tipo sin sentido de la moral, no dejes que entren en tu alma.

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Marta Martínez Aguirre

Marta Martínez es de Uruguay. Posee una licenciatura en Psicología, y un posgrado en Logoterapia. Ama todo lo que hace y adora servir. Es especialista en atención psicológica domiciliaria. Contacto: