Madre de nuevo, a mi edad, ¡No!

Si esperas un bebé que no fue planeado, seguramente te asaltan muchas dudas, te comparto mi historia, léela con el corazón y con la mano en tu vientre y espero tus comentarios, ¡Gracias!

Rita Ibars

El dolor en mis senos era mala señal. Revisé mis mamas, pero no encontré ningún bulto, el dolor era muy fuerte y no podía dejar de darle importancia al asunto. Pensé: “Tengo treinta y cinco años y cuatro hijos chicos. Necesito saber si es cáncer a tiempo”.

El médico revisó mis senos, me dijo que no detectaba bultos, que necesitaba hacerme estudios y en cuanto tuviera los resultados, volviera con él.

Me realicé los análisis y, mientras esperaba los resultados me hice toda clase de preguntas y repasé todas mis preocupaciones: qué haría frente a un cáncer; el hecho de que mis hijos tenían 15, 8, 6 y 5 años de edad y me necesitaban mucho; el que tenía que luchar por ellos, por mi esposo y, obviamente, por mí. Me sentía abrumada, preocupada, sí, pero también muy joven y llena de vida.

Llegó el día. El doctor miró los resultados y con una gran sonrisa me dijo: “No hay enfermedad”. Sentí un alivio enorme, pero inmediatamente pregunté: “¿Entonces por qué el dolor? Él respondió: “Bueno, se trata de un bebé. ¡La felicito: Ud. está embarazada!”

¡No! ¡Un bebé! Ya teníamos muchos hijos, nuestra economía no era buena, nuestra casa era muy pequeña, y yo a mi edad, empezar de nuevo, pañales, llanto, noches en vela y el parto… Esto no podía estar pasando ¿Y si nace enfermo?, ¿y si muero en el parto? ¡No puede ser! Mi buen esposo me miraba mientras escuchaba todos mis argumentos y yo lloraba. Entonces me dijo: “Bueno, gracias a Dios no es una enfermedad, es un hijo y así como tuvimos los demás podemos tener a este.” Yo le dije: “Para vos es fácil, yo soy la que voy a pasar el embarazo: mis últimos embarazos han sido terribles. He tenido problemas de salud y además tenemos una hijita con una cardiopatía congénita. ¿Qué tal si este bebé también lo trae? Y además a mi edad: ya no soy una chica. ¿Y si muero en el parto? Todos van a quedar sin madre…” En fin: hice mi catarsis y mi esposo y yo comenzamos una plática. Me dijo que primero que nada, por nuestros principios religiosos, la posibilidad de un aborto no existe. Además, me dijo, debíamos confiar que Dios va a suplir todo lo que necesitemos para el bebé, nos va a acompañar en el embarazo y en el parto para que nada nos pase. Cuando lo escuché, inmediatamente me arrepentí de todo lo que había pensado y dicho. ¡Qué horror! —Pensé— ¡Mi bebé se debe sentir rechazado! Fui a mi habitación, y llorando puse la mano sobre mi vientre, el primer paso a aceptar que estaba embarazada y asumirlo para poder continuar.

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Después empecé a hablar con mi bebé, le pedí perdón, le dije que era bienvenido, le explique que soy un ser humano lleno de errores y temores, pero que confiaba en Dios e iba a disfrutar mi embarazo, a pesar de todas mis incertidumbres, que estuviera allí confiado y tranquilo que del resto me ocuparía yo, y que sobre todas las cosas iba a ser muy amado, aunque tal vez no tuviera todo lo material, porque había que compartir con sus hermanos, pero seguro amor no le iba a faltar.

Ya me sentía mejor, mi bebé seguro me había perdonado y ya estaría tranquilo, solo había que afrontar el embarazo y el parto con fe.

Transcurrieron los meses con altos y bajos, con problemitas de salud, pero con la dicha de que los estudios decían que el bebé era sano, era una niña, y con la bendición de recibir el apoyo de familiares y amigos que nos ayudaran a agrandar nuestra casa y a tener todo lo necesario para recibir a Belén, ya que así habíamos decidido llamarla.

Un día en que tuvimos mucha actividad con los niños, la casa y la iglesia, empecé a sentirme mal. Apenas estaba en el sexto mes, pero tenía contracciones. Me asusté. Pensé: “No tiene los pulmones ni los riñones maduros; ni siquiera el peso necesario”. Comencé a hablar con Dios. Noté que tenía fiebre. Mi esposo me quería llevar al hospital, pero yo le pedí que orara conmigo y esperara . Me dormí orando. De repente sentí que alguien entraba en mi habitación, abrí los ojos y vi en los pies de mi cama un hombre vestido de blanco, con hermoso rostro, que me daba un vaso lleno de agua y me decía: “Sábado 20 de junio”.

Sentí el sol en la cara. Desperté y me di cuenta que había amanecido. Desperté a mi esposo, quien me dijo: “Vamos al hospital.” “No”, le dije, “solo necesito un calendario”. “¿Para qué?” Le conté mi experiencia y agregué: “Me siento muy bien. Solo que estamos en marzo y quiero saber si el 20 de junio es sábado.” No salíamos de nuestro asombro cuando vimos que el 20 de junio era sábado, eso me dio paz, Dios me avisó que mi niña nacerá a término.

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Pasaron los meses, y el 19 de junio fui a control. Me dijeron que todo estaba bien, que todavía faltaban unos días. Esa noche me sentí mal. Mi esposo me quería llevar nuevamente al hospital, yo había tenido 4 partos y sabía que no podía ir a cada rato como primeriza. Vinieron las contracciones, cada vez más fuertes pero no se juntaban. Le dije a mi esposo: “Quiero vomitar”. Corrió a asistirme y en ese momento rompí bolsa, perdí tapón, vomité, le pedí que llamara a la emergencia, a mi amiga de junto que era enfermera, y a mi amiga y pastora que vivía en la esquina. Llegaron y una me quería vestir, mientras oraba con desesperación y la otra me dijo cuando venga el puje yo te ayudo. Ya viene, no podemos movernos. Miré a mi alrededor y recordé que era 20 de junio y que mi Dios estaba ahí. Vino la contracción, pujé, y Belén cayó en mi cama. En ese instante entró la doctora y corrió a auxiliarme, mi bebé estaba perfecta y yo también. Fue el mejor parto de mi vida, y Belén es una hermosa muchachita que me llena de alegría.

Si conoces una mujer, que pasa por un embarazo no deseado, por su edad, por su economía, por el motivo que sea, compártele este artículo. Quizá no la visite un ángel, pero seguro encontrará miles de formas de hallar paz y esperar su bebé, confiar en Dios, apoyarse en familiares y amigos, entender y aceptar que es parte del milagro de dar vida, la fe, la fuerza y el amor superan todos los miedos, ser muy joven o muy adulta, no contar con todo lo material, o con un compañero y todos los obstáculos que haya que sortear, fui mamá con diferentes edades y en diferentes circunstancias y jamás me arrepentiré de eso.

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Rita Ibars

Rita es originaria de Uruguay y actualmente vive en la Ciudad de México. Está casada y tiene 5 hijos.