Mal esposo no es sinónimo de mal padre

Es muy importante hacer esa diferencia, sobre todo después de un divorcio. Son cosas distintas esposo y padre: Cuando hablas con tus hijos, tú crees que hablas mal de tu ex pareja, pero a los ojos de tus hijos les estás hablando mal de su padre.

Yordy Giraldo

En múltiples ocasiones he escuchado a madres referirse a sus ex parejas y sus nuevas relaciones de manera despectiva. Es muy molesto cuando no disimulan dicho desprecio ni siquiera en presencia de los pequeños, y que hacen extensivo a los nuevos hijos de sus ex parejas, sin querer aceptar que —nos guste o no— esa nueva pareja, ese nuevo pequeño o pequeña son parte ya de la vida y familia de nuestros hijos.

Rechazar esta realidad y enseñarles a que ellos también la rechacen, como nosotras, es traer a la vida de nuestros niños sentimientos negativos como el resentimiento, el desprecio, la resistencia a los cambios, perdida de la capacidad de ver lo positivo, y en general que repudien su entorno.

Nadie dijo que sea cosa fácil aceptar que la persona que una vez amamos, rehaga su vida lejos de nosotros. No solo no es fácil: es desagradable, y es todavía más complicado cuando, al ser el padre de nuestros hijos, no podemos simplemente sacarlos de nuestra vida.

Pero por nuestra salud mental y la de los peques, es importante aceptar que si alguien ya no es feliz a nuestro lado lo más sano es que sigamos nuestro camino. No es justo que le demos nuestro amor y nuestro tiempo a quien ya no tiene la capacidad para valorarlo y disfrutarlo, ni forzar a otra persona a que se resigne con una situación que ya no es lo que desea en su vida.

Pero es igualmente importante no perder de vista que nuestros pequeños necesitan de papá y mamá para tener una vida plena, es por ello que el que los padres se separen no debe implicar nunca que los hijos también lo hagan. Son cosas distintas esposo y padre. Tú crees que hablas mal de tu ex pareja pero, a los ojos de tus hijos, les estás hablando mal de su papá.

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Y hacerlo nos convierte en seres egoístas y crueles para con las personas que más debemos amar y a la cual es nuestra obligación proveerles un ambiente sano física y mentalmente, donde la armonía, seguridad y amor sean las constantes, y donde el resentimiento y el abandono no estén presentes.

Si creemos que es demasiado el manejar nuestros sentimientos sin el calor del orgullo herido, el abandono y el desconcierto, hay dos pasos que tenemos que tomar. El primero es aceptar que necesitamos ayuda. El segundo inmediato es buscarla, pues de ello depende que sanemos el dolor, para no caer en la salida fácil de envenenar los sentimientos de nuestros pequeños.

No hacerlo culminará en traumas innecesarios, rencores ajenos que se harán propios y la ruptura de lazos filiales que van más allá de las relaciones de pareja y que por consiguiente no deben mezclarse. Si alguna vez les toca juzgar a sus padres que sea por el papel que estos desempeñaron en sus vidas y no por opiniones vertidas por otros al calor del dolor y la frustración de terceros.

Y es que independientemente de lo que sintamos, enseñarles a nuestros hijos a ver el lado positivo de las cosas les hará más fácil aceptar los cambios. Es claro que tanto para ellos como para nosotros es una situación dolorosa, pero sumar a su dolor el dolor nuestro, sólo les hace más difícil lidiar con sus propios sentimientos.

Algunas cosas que podemos aplicar son:

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  • Dejarles claro que ellos no tienen culpa de la separación.

  • Papá y mamá los amarán siempre.

  • Nuevos integrantes en la familia sólo significa más personas para amar y que te amen.

  • No referirnos a los otros hijos como medios hermanos, ello sólo hará que sientan que no es un verdadero hermano o una verdadera familia.

  • No interrogar a los pequeños sobre la vida privada de tu ex pareja.

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  • No pelear en presencia de los hijos.

  • Ser flexibles y negociar.

  • No hablar mal de tu ex y/o de su nueva familia.

  • Dedicarles tiempo individualmente.

  • Permitir que los pequeños expresen sus sentimientos sin juzgarlos o limitarlos, pero no permitir que sientan lastima de su vida.

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  • No hacerlos sentir culpables cuando estén con el otro progenitor.

Estos consejos son solo eso, y no significan que resolverán todos los problemas, pero definitivamente no los harán más grandes, y aunque solo somos un lado de la moneda, al menos podremos tener la tranquilidad de que como madres estamos haciendo lo necesario por el bienestar de nuestros hijos.

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Yordy Giraldo

Yordanka Pérez Giraldo, Cubana de nacimiento, mexicana por elección.