Mamá: esta es la clave para no sobrecargarte emocionalmente

Para poder cuidar eficiente y sanamente a los tuyos, es preciso mirarte con amor, compasión y paciencia. Así, lograrás amar más y mejor.

Marilú Ochoa Méndez

En alguna ocasión, una amiga sabia me dijo que si al escuchar el llanto de mi hijo, en lugar de correr a atenderlo, alzaba los ojos hombros y lo ignoraba, era una señal importante de alarma.

Tenía apenas un hijo de dos meses, y (si te soy sincera), me pareció exagerado su consejo. ¿En qué mundo, yo, que amaba profundamente a ese ser diminuto, lo ignoraría deliberadamente?

Pues ahora, casi quince años y seis hijos después, valoro en gran medida sus palabras, y hoy, quiero compartir contigo lo que he aprendido desde entonces.

¿Has caído rendida alguna vez?

Recuerdo que de niña me encantaba hacer reír a los demás, y buscaba aprenderme chistes para conseguirlo. Hace un par de años, recordaba un chiste que conté varias veces sin comprenderlo, pues parecía hacer gracia a mis papás y a sus amigos, te lo comparto:

Había una vez una señora que fue atrapada por unos ladrones, que le inyectaron gasolina. En algún momento, ella logró escaparse y huir, pero a los pocos metros, cayó sin fuerzas al borde del camino. En mi inocencia, sin comprender del todo, yo preguntaba, a modo de adivinanza si mi público sabía por qué la señora se había caído. El “chiste”, era responderles con obviedad: “Porque se le acabó la gasolina”.

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Recordar este chiste me dio mucha tristeza. Desde mis ojos de niña, parecía lógico que si un carro sin gasolina se detiene, el que a una persona “se la inyectaran” hacía obvia la respuesta, pero este chiste (malo, muy malo para mí hoy día), no es chistoso.

Es preciso hablar, cuando algo va mal

No sé qué pasó con mi público con este “chiste” malo, pero a pesar de que lo compartí varias veces, nadie me dijo nunca que en verdad, no era chistoso.

Me hubiera gustado mucho que en aquel momento, alguien se tomara la molestia de decírmelo, pues yo no comprendía muchas cosas aún. Hoy comienzo este texto contándote esta historia, porque creo que con el cansancio de las madres, pasa algo similar.

¿A qué me refiero? Te explico.

El cansancio de las madres no se visibiliza, parece “normal” y (supuestamente) debemos asumirlo “sin quejarnos”.

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El cansancio no se ve

No quiero hacer un reclamo social y procurar que padres, hijos mayores y en general la sociedad dirijan su mirada a las madres cuyo cansancio mental y físico es a veces abrumador. En este momento quiero referirme a nosotras, las madres.

Cuando tú y yo somos conscientes de él, podemos atendernos, pedir ayuda y hacer ver a otros que “no es chistoso”, que no podemos, que estamos quedándonos sin energía o recursos para conectar o realizar eficientemente nuestras labores.

¡Estoy agotada!, pero “es normal”

Claro que es normal estar cansadas, pero no me refiero a ello en este momento. El agotamiento es un estado excesivo de cansancio, que nos desgasta y desensibiliza.

Y no, no es normal sentirnos agotadas. Aún recuerdo aquel día en que llamé por sexta vez a mi pacientísimo pediatra para preguntarle con inquietud la razón por la que mi bebito pudiera llevar llorando casi una hora. No había podido bañarme, usaba chanclas, tenía una pila inmensa de trastes por lavar, obviamente, no había aún puesto las dos lavadoras que tenía pendientes y mi bebito hermoso se quejaba amargamente.

Había cambiado su pañal, estaba segura que no tenía fiebre, había despertado recién de su siesta en mis brazos, le había cantado todo mi repertorio y no daba con el motivo. Apenadísima, gracias a su consejo, descubrí que habían pasado ya más de tres horas desde que mi nene había tomado su último biberón, ¡él tenía hambre! En mi agotamiento, repasé todas las opciones menos esa.

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¿Quisiste ser madre? ¡Ahora aguanta!

No, ser madre no es una especie de “manda” que hay que pagar. No es tampoco un castigo ni una sentencia. Es un privilegio y una bendición. Conseguir apoyo en esta labor no es “molestar” ni al marido, ni a los otros hijos, a los abuelitos, es justamente, compartir esa bendición.

¿Aguantar? Ser madre no se trata de soportar el llanto, los desvelos y/o dejar de lado nuestra vida. Se trata de cuidar con toda el alma, se trata de gestionar las necesidades tuyas y resolverlas para estar entera y dispuesta para atender y gestionar amorosamente las necesidades de los tuyos, especialmente de nuestros pequeños.

¿Cómo atendernos entonces para evitar el agotamiento?

Te comparto algunos tips básicos para hacer malabares sana y eficientemente aprendiendo a conciliar tus labores de madre y esposa con tus necesidades básicas.

1 Aprende a mirarte

Es bellísimo que desees darte por entera a los tuyos, pero si continúas desbaratándote para donarte, terminarás después arrancando áridamente a esos que amas, los jirones de piel que has dejado al descuidarte.

¿Te percibes irritada?, ¿lloras sin motivo? ¿encuentras imposibles las tareas más básicas?, ¿no recuerdas cuándo fue la última vez que fuiste al baño con tranquilidad? ¡Pide ayuda! ¡Organiza mejor tu día!, ¡dedícate tiempo a ti!

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2 Aprende a pedir ayuda

Habla. Ayuda a que quienes comparten la vida contigo comprendan tus necesidades. Amar implica servir. No puedes tú siempre colocarte como la proveedora de atención y apoyo en tu hogar. Te reforzará grandemente saber exigir lo que necesitas, para sentirte completa y capaz de dar sanamente.

3 Revisa tus expectativas

Las expectativas pueden convertirse en nuestras grandes enemigas. Lo mejor es tener sueños altos, y expectativas bajas. Deja ya ir ese espejismo de la que serías al convertirte en madre, acepta con cariño y compasión la que eres hoy, con esta casa, con estos hijos, con este esposo, con esta economía y con esta vida.

4 Sé paciente contigo y con tus circunstancias

Deseas llegar a cierto lugar, y puedes frustrarte. Sé paciente. Un gran camino se realiza por pequeños pasos. Respira y vive el hoy amorosamente, disfrutándolo, construyendo eslabón por eslabón ese futuro luminoso que tu corazón anhela.

Las cuidadoras tenemos la responsabilidad enorme de cuidarnos primero. Y que este cuidado sea tan amoroso, compasivo y atento, que garantice nuestra paz emocional y mental, para que al extender nuestra labor y atenciones hacia los nuestros, lo hagamos amable y sanamente. ¿Te animas?

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Marilú Ochoa Méndez

Enamorada de la familia como espacio de crecimiento humano, maestra apasionada, orgullosa esposa, y madre de siete niños que alegran sus días. Ama leer, la buena música, y escribir, para compartir sus luchas y aprendizajes y crecer contigo.