¡Mi esposa no me da el amor que merezco!

Me sentía resentido, defraudado por el amor. Este resentimiento alimentaba mi depresión y, en mi amargura, de manera tonta culpe a Kim por no darme el amor que yo merecía.

Seth Adam Smith

Nota del editor: Este artículo fue publicado originalmente en El blog de Seth Adam Smith. Se ha publicado aquí nuevamente con permiso.

Después de un año y medio de matrimonio, estuve luchando contra una intensa sensación de amargura. El matrimonio no era lo que había anticipado. No era nada parecido a las lindas fotografías y películas románticas que haba visto, implicaba mucho esfuerzo. Me sentía resentido, defraudado por el amor. Este resentimiento alimentaba mi depresión y, en mi amargura, de manera tonta culpe a Kim: “Mi esposa no me da la cantidad de amor que yo merezco”, me dije.

En unos pocos meses, mi amargura había crecido con una intensidad tal, que envenenó nuestra relación y amenazó con destruir nuestro matrimonio. Luego, después que la presión se había posicionado hasta donde ninguno de nosotros podía soportarlo, las emociones estallaron. Me volví cruel y resentido.

Pero en lugar de responder a mi amargura, Kim me otorgó una efusión de amor. Aunque le había causado un tremendo dolor, ella puso sus manos en mi cara y me dijo que me amaba. Miré a Kim, incapaz de comprender el amor que estaba recibiendo. Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Mi corazón se derritió, y bajé la cabeza.

“Mi esposa no me da la cantidad de amor que yo merezco”, me dije. Era la misma frase que me había dicho antes, pero esta vez significó algo completamente diferente. Aquí estaba yo, culpando a mi esposa por mi dolor, angustia y depresión, y aun así ella rechazó hacer eco a ese resentimiento. En lugar de eso, abrió su corazón y manos y ofreció el amor y el perdón que, con franqueza, yo no merecía.

Aunque de verdad creo que cada uno de nosotros somos personas unidas a Dios, de un valor incalculable, merecedoras del amor, no creo que “merezcamos” el amor de alguien más. De hecho, el sentimiento de legitimidad, es decir, la creencia que merecemos a alguien más, con frecuencia funciona como detonador de la bomba que destruye nuestras relaciones.

El espíritu de legitimidad ahoga el amor

Pienso que el espíritu de legitimidad ahoga el amor, pero el espíritu de gratitud permite que el amor aumente. Es la diferencia entre dar y recibir.

Cuando Kim y yo nos casamos, nuestro ministro aconsejó que nos recibiéramos uno al otro en matrimonio, no que nos “tomáramos” en matrimonio. Al tomar algo, asumes que ese algo te pertenece, que tienes derecho sobre él. Por el contrario, cuando recibes, reconoces que no te pertenece sino que ese algo te está siendo otorgado por la bondad del corazón de otra persona. En lo que se refiere al matrimonio, reconoces que tu cónyuge es una persona con una vida tan real como la tuya, y que estar junto a ella y recibir su amor, es un regalo que ha elegido darte.

Formas no tan secretas de demostrar gratitud a tu esposa

La gratitud multiplica todo

¿Cuántas relaciones mejorarían si recibiéramos a nuestra pareja con un espíritu de gratitud? ¿Cuántas relaciones abusivas serían sanadas si el abusador comprendiera que su cónyuge es una persona de un valor incalculable, que el amor y el afecto es un regalo precioso que una persona elige entregar?

Con seguridad, no soy perfecto al ser agradecido en mi matrimonio. Estoy muy lejos de serlo, sin embargo, aprendí que la gratitud es un gran multiplicador en la vida. Entre más expresemos nuestra gratitud por las cosas en la vida, recibimos más vida.

Deshazte de la necesidad de “merecer amor”. En lugar de eso, enfócate en darlo. Porque entre más gratitud y amor expresemos hacia nuestro cónyuge, más amor real recibimos, nuestra pareja florece, crece y nos devuelve ese amor.

Y conforme practiques más tu gratitud en la vida, recibirás mucho más amor del que alguna vez imaginaste que “merecías”.

Manojos de gratitud, plenitud de dicha

_Traducido y adaptado por Myrna del Carmen Flores de “My wife doesn’t give me the love I deserve”, de Seth Adam Smith